Central ganó, alcanzó a Colón, dejó a Racing a cinco puntos y a la promoción la mira de lejos en la recta final del Clausura. El equipo respondió con una goleada en una auténtica prueba de nivel y se alivió un poco en su lucha por permanecer. Eso es lo importante. Pero la novela de Cristian Alvarez dejó mucha tela para cortar. Puso en evidencia la falta de tacto de Leonardo Madelón para manejar estas cuestiones. El técnico canalla repitió vicios, no comprendió la naturaleza de la situación y sus posibles consecuencias. No valoró debidamente la opinión de un profesional (el doctor Lancellotti) y pudo poner en riesgo a Alvarez y al equipo con su obstinada lectura del caso. Estuvo al límite de dejarse confundir por las urgencias. Su instinto y sus "corazonadas" lo aconsejaron mal. Además, exhibió una llamativa torpeza ante los protagonistas. No se plantó oportunamente ni blanqueó sus reales intenciones con Castellano, no quiso dar el brazo a torcer hasta último momento y lo dejó al Rifle al borde del ridículo. El coraje de Alvarez, aún con pasaje asegurado al fútbol europeo, es entendible y elogiable. Pero alarma que no aparezcan voces que impongan prudencia y límites en los momentos de tomar decisiones. El coraje de Castellano, aún sin el voto de confianza del técnico, es una muestra de pasión y compromiso. El Rifle les ganó a todos y tuvo su revancha. Al igual que el médico, que no se desdijo a pesar de las presiones, mantuvo su postura y salió fortalecido del cruce dialéctico. En esta historia, Madelón fue el único que erró el diagnóstico y eso es preocupante porque se trata del conductor de esta empresa. l