La ansiada vuelta olímpica llegó después del partido. Ese fue el momento en que los jugadores coparon la escena y comenzaron a tener un papel destacado en los festejos. Quince minutos antes del pitazo final de Carlos Maglio, ya se había dispuesto un importante dispositivo de seguridad que permitió que la celebración se desarrolle con tranquilidad y sin interferencias. Nadie cruzó la línea de los agentes de vigilancia y eso permitió una zona limpia para un acto químicamente puro en el que el plantel se unió con los hinchas para elevar un solo grito: “Dale campeón”.
Una vez que la caída con Argentinos pasó al recuerdo, los futbolistas formaron una ronda como rito de inicio. Tras un par de giros, el grupo emprendió la vuelta olímpica entre risas, abrazos y felicitaciones. En medio de la marcha, se lo veía a Maxi Rodríguez colgarse arriba de Mateo y algo parecido hizo Bernardi sobre Heinze, que venía más atrás. Con Scocco, Urruti, Cristian Díaz y Villaba exponiendo sus pelos teñidos. Todo cada vez más descontracturado.
Cuando llegaron a la altura del vestuario local, detuvieron el tránsito y los jugadores se colocaron unas camisetas blancas que rezaban “Orgullo + Gloria = NOB 2013”. Ahí mismo, salieron al campo de juego los hijos con otras casacas que exhibían: “Yo vi a mi papá campeón”. Las imágenes comenzaban a generar cada vez mayor intensidad emocional, con un fuerte acento familiar, sobre todo en los primeros minutos.
Luego, el conductor de la ceremonia invitó a los jugadores a recibir las medallas de premiación y la Copa Juana Azurduy en el stand que armó uno de los sponsors del torneo. Fueron nombrando de a uno, y a las 17.25, cuando ya estaban todos arriba, un organizador le otorgó el trofeo a Bernardi, que lo levantó con sus brazos, con la emoción dominando su rostro y una lluvia de papelitos rojos y negros de fondo que cubría la acción.
Lucas se acercó inmediatamente al resto de sus compañeros, que explotaron de alegría y en medio de cánticos que emanaban de las cuatro tribunas se fueron pasando el trofeo unos a otros provocando un delirio en el Coloso. Mientras tanto, Martino seguía todo con mucha atención desde el centro del campo de juego, junto a su cuerpo técnico.
Ya con la Copa en las manos, terminaron la vuelta olímpica, cada vez más sueltos, cada vez más cómplices con los hinchas. En ese pasaje, lo fueron a buscar al Tata en el círculo central, y allí el estadio aplaudió de pie, a manera de señal de gratitud y merecida reverencia, y naturalmente salió otra vez: “No se va, el Tata no se va...”.
Más tarde, los jugadores se subieron al travesaño del arco que se recuesta sobre la popular local y Bernardi, que se convirtió también en el capitán de la fiesta, tomó el micrófono y comenzó a caminar la cancha y buscar compañeros para establecer diálogos con los simpatizantes que habían abarrotado el estadio desde muy temprano.
Entre chicanas y bromas, los jugadores se unieron para tirar hacia arriba a Bernardi, y luego hicieron lo mismo con Martino, quien no es muy proclive a estas cosas pero ayer se entregó a la felicidad que mostraban sus dirigidos.
En ese marco se construyó el momento de mayor emoción. Bernardi se paró en el medio, lo rodearon, y después les ofreció el micrófono a los jugadores.
Pasaron varios al frente. Los referentes del plantel y los más identifi cados con la pasión rojinegra. Bernardi se mostró muy desfachatado como maestro de ceremonias y todos se prestaron al convite. Primero llamó al Tata, a quien apodó “el Jefe”, y el DT destacó la virtudes del grupo.
Después fue el turno de La Fiera, uno de los más emocionados, que agradeció el título con la voz entrecortada. Más tarde apareció Heinze, quien estuvo a punto de hacer pública una decisión sobre su futuro, pero —rápido de refl ejos— Bernardi lo interrumpió para que deje la puerta abierta. Ahí las tribunas rugieron con otro pedido: “No se va, el Gringo no se va”.
Scocco, a quien Bernardi lo apodó el “Pájaro Loco” por su pelo teñido, también compartió sus sensaciones con los hinchas, quienes una vez más pidieron a los gritos una chance en la selección.
Mateo tuvo sus minutos y casi se quiebra en llanto. Villalba venció sus tabúes y se animó a unas pocas palabras. Peratta rescató entre lágrimas el valor histórico de este ciclo. Víctor López recalcó los lazos que unen este plantel. Y para cerrar, Guzmán (que llevó una cámara en la cabeza) le pidió a la gente festejos sin disturbios y terminó haciendo jugar al estadio con algunas consignas muy divertidas.
El final, cerca de las 18.15, fue con Bernardi compartiendo canciones con los hinchas. Fue un show emotivo que sirvió para conocer un poco más a un grupo que se consolidó bajo la fi gura de un líder y que pudo cumplir un gran sueño.