Al final primó la cordura, pero todavía queda un camino largo por recorrer. No había nada comprobable que pudiera establecer que practicar deportes en un club era perjudicial para los menores de 12 años, es más la ciencia marcaba todo lo contrario, pero la decisión política demoró en llegar. El viernes por la noche el gobernador Perotti firmó el decreto y tamaña resolución fue recibida con beneplácito por toda la sociedad, pero fundamentalmente por los clubes que empiezan a tener más vida.
Para que todo llegue a buen puerto hubo una movida importante. Clubes, asociaciones, confederaciones, organismos de gobierno deportivo, organizaciones proveedoras de actividad deportiva y organizaciones productoras de eventos deportivos apoyaban la necesaria participación en los deportes recreativos a los menores de 12 años ya que entendían que la edad no era impedimento.
Antes de la firma del decreto, la prohibición lo único que hizo fue que haya una proliferación en distintos espacios públicos de grupos de entrenamiento de menores de esa franja etaria sin ningún control de trazabilidad, estado de salud, temperatura corporal o cualquier medida de prevención epidemiológica exigida, agravando una situación cuyas consecuencias se quería atemperar por un mecanismo erróneo.
Los clubes celebran la llegada de los menores, ya que entendían que era una necesidad impostergable, sobre todo por la salud de los chicos mismos.
La cuestión epidemiológica no deja de ser importante, pero es una dentro de varias aristas que constituyen la salud de una persona. También están la salud física y la salud psíquica y en esta última los chicos ya estaban empezando a sufrir la ausencia de la sociabilización, la imposibilidad de salir más allá de la actividad de los padres.
A partir de ahora, con el ingreso de los menores, se presentan nuevos desafíos, que enfocan sobre todo a la gente común, la que no hace deportes que es la gran mayoría. Se viene el verano y sería conveniente que tanto los gobernantes como los clubes se sienten en una mesa a discutir como se van a preparar para la temporada estival. Para eso tienen todo el mes de noviembre que recién comienza.
Desde los clubes recalcan que no se puede arrancar el 1º de diciembre con la temporada de verano sin haber ido adaptando a la gente a esta nueva normalidad. Los gobernantes no pueden decir “abrimos los clubes, vayan adentro y que se encarguen los clubes”, porque eso sería peligroso. No sería la mejor de las planificaciones el juntar un montón de gente que no sabría que hacer y que no. Por eso es imperiosa una etapa de adaptación. Como primera medida se podrían abrir los clubes a la vida social los fines de semana, algo que incluso representaría un descongestionamiento de los aglomerados públicos. Hoy hay una infinidad de espacios públicos que están poblados los fines de semana por gente que no tiene esencialmente dónde ir. Y para evitar un nuevo rebrote (que mayormente se da en la acumulación de gente en pocos metros cuadrados) los clubes se ofrecen como una salida al problema de la combinación de pocos espacios públicos con una gran cantidad de gente que satura los mismos.
A medida de que se vaya permitiendo que la gente vuelva a los clubes, estos la irán adaptando para llegar a una temporada sin mayores sobresaltos y evitando rebrotes, que fueron los grandes problemas que tuvieron en Europa. Basta con ver como estuvieron los centros turísticos en el Viejo Mundo para dimensionar lo complicado del tema. Y lo que se busca es evitar eso. Los clubes quieren ser parte de la solución, no del problema. ¿De qué manera?, inculcándole a la gente pautas de convivencia que inclusive ellos mismos pueden volcar a su vida privada: recalcando los dos metros de distancia, la higienización y el respeto, primero, hacia el grupo familiar propio y después hacia los grupos familiares con los cuales van a convivir. Pero para eso se necesita ir adaptando a las personas a la nueva normalidad, ir abriendo los clubes paulatinamente. Se podría empezar con los fines de semana de la primera quincena de noviembre para después ir avanzando. Eso, seguramente, va a generar una solución a lo que será la temporada de verano.
En ese sentido, para que haya una mayor afluencia se necesita una venia, un permiso especial, algo que habría que rever para no generar conflictos. Esos problemas se zanjan con una reglamentación acorde a esta nueva normalidad, en la que la paulatina incorporación de los socios de los clubes a la vida social es algo con lo que ganan todos.