El 1º de julio se cumplieron 40 años de cuatro hitos en la Fórmula 1, en la misma carrera por supuesto: el Gran Premio de Francia en Dijon Prenois. Ese día de 1979 por primera vez vencía un auto con motor turbo. Ese día Renault, la marca francesa por excelencia, también lo hacía por primera vez después de tres años de desarrollo de la planta impulsora con la que debutó en 1977. También obtuvo su primera victoria el piloto que llevaría a cabo el proyecto, el galo Jean Pierre Jabouille. Y no fue una fiesta completa porque el segundo lugar, que parecía destinado a otro francés, el campeón de la F-2 René Arnoux, fue arrebatado por el canadiense Gilles Villeneuve en una lucha que quedó para siempre inmortalizada luego de tres últimos giros infernales de sobrepasos continúos. El acontecimiento cobra más relevancia porque nunca más se volvió a ver algo así y porque la F-1 está en una crisis deportiva en cuanto al espectáculo desde hace mucho tiempo, producto del avance tecnológico y de la preeminencia que se le dio en los reglamentos de toda esta etapa. Y aunque muchos traten de ocultarlo, hasta con mecanismos de sobrepaso como el DRS para que al fin alguien pueda pasar a alguien, apareció como un mojón esperanzador de cambio las recientes declaraciones del quíntuple campeón Lewis Hamilton y del cuádruple Sebastian Vettel. En la previa del Gran Premio de Inglaterra, en el mítico Silverstone ¿guiarán al fin un sacudón? Se verá.