Qué fácil lo ganó Central. Claro que fue porque a los dos minutos hizo lo más difícil: el gol, que sería del triunfo. Es cierto que por delante quedaban más de noventa, por los cinco adicionados, pero el canalla esta vez no tuvo rival. El partido se pareció mucho a esos entrenamientos en los que se practica "sombra". Y si bien algunos podrán sostener que si no entraba esa pelota sería un cero a cero clavado, lo real es que lo que siguió al grito de Herrera y al estruendo gigante fue como consecuencia de esa diferencia mínima que fue máxima alegría. Un 1-0 que no pudo ser mayor. Que no era necesario que lo fuera. Si con eso alcanzaba para despedir el año de gran manera. O alguien le quedan dudas que los clásicos se ganan y sin importar cómo. Después será cuestión de catalogar a la victoria de una forma u otra, pero primero la satisfacción, después los tres puntos que vale y, por último, la valoración desde el juego.
El gol vale tanto en el minuto uno, como en el dos, como en el setenta o en el noventa y pico. Pero ¡cuánto cotiza de entrada! Es que tranquiliza a los tuyos. Obliga a los otros. Ya no es lo mismo que el rival juegue a empatar. Que para ganar tenga que duplicar el esfuerzo. Cambia cualquier plan de juego. Sacude estructuras. Desmoraliza.
Esta última palabra fue la que golpeó a Newell's. Un piñazo que le nubló la vista. Que lo dejó sin poder siquiera espiar. Tal vez si a los 10' acertaba en la primera pelota parada como hizo el canalla. Pero la de Bianchi no entró. Quizás si en el transcurso encontraba un regalito.
Lo cierto es que Central fue el único que entendió cómo jugar. Con poco repertorio. Sabiendo defender lo conseguido, entendiendo que si no se equivocaba, que si no le daba resquicios al eterno rival, no tendría inconvenientes.
Seguro Llop habrá tomado recaudos en las pelotas paradas, pero a la luz del resultado no parece un acierto que el pibe Ferroni fuera quien marcara a Herrera en el primer centro. Es cierto que el dueño de casa tiene varios altos, a varios candidatos como destinatarios de centros, pero al Chaqueño no era conveniente destinarle alguien con poca experiencia. Será o no, la pelota entró. Y Pocrnjic tampoco reaccionó a tiempo.
También en el medio se impuso Central. La dupla Gil-González se paró mejor. Carrizo y Camacho por los costados también fueron más que los encargados que tenía la visita de generar juego. Desaparecido Figueroa, intermitente Torres y dedicado a ejecutar sin aciertos cada pelota parada Sarmiento, que no pudo ni supo ponerse el equipo al hombro. Que perdió energías peleando en la semana, que jugó a otro juego sin meterse en lo futbolístico, aunque aguantando los 90' por su hinchismo leproso. Si hasta Llop tomó la decisión de no sacarlo cuando en realidad lo hubiese merecido en lugar de ser Torres, otro que no funcionó, más allá de intentarlo.
Y Central no se salía del libreto del DT. Convencido. De vez en cuando sacudía la tranquilidad. Mientras tanto los minutos iban quedando atrás. Con pasajes bien clásicos de faltas bien sancionadas con algunas amarillas por Pitana, con peleas posicionales en las pelotas paradas, con la única intranquilidad de que apareciera una roja y cambiar el juego. Pero no pasó.
Podía cambiar si en el arranque de la etapa final se daban al revés las cosas. Si fuera el leproso el que la embocara. Tampoco pasó. El reloj corría mejor que la visita. Y sin juego, el tiempo favoreció a Central. Encima, Llop buscó con la otra fórmula, la del pelotazo al grandote. Y Guevgeozian no ganó una. Las que iban, volvían. Si hasta el armenio y Sarmiento discutieron feo y se vio en TV. Si entre ellos se pelean... el otro saca provecho. Como hizo Central. Casi sin costarle. Porque amaneció el domingo con un gol y lo disfrutará en las vacaciones.