La noticia en la noche del lunes sacudió el mundo del automovilismo. Es que sus inconfundibles marcas no estaban perdidas en el ostracismo sino que eran habitué en la pantalla de cada carrera. Era agradable ver siempre presente a uno de los últimos grandes de una época gloriosa, irrepetible, de una Fórmula 1 que no volverá, mutilada su espectacularidad por el avance de la tecnología y atada al DRS. Andreas Nikolaus Lauda, Niki Lauda, dejó sin dudas un vacío enorme, pero ayer rápidamente se llenó con el repaso de sus hazañas, el brillo que le devolvió a Ferrari, el primer contacto con la muerte en Nürburgring, la increíble recuperación, el título perdido de ese año y el conseguido al siguiente, el sorprendente retiro y su no menos sorprendente regreso con otro hazañoso campeonato en el 84. Y esa rivalidad en pista con su antítesis de vida, James Hunt, llevada al cine en "Rush, pasión y gloria".
Lauda formó parte de los pilotos "cerebrales". Después del terrible accidente en Nürburgring, sobre todo, se lo calificó como la computadora humana, en contraste con Hunt. Claro que al austríaco se lo recuerda especialmente por aquella temporada de 1976 que debió coronar. Por el infierno de fuego en el que estuvo casi un minuto, porque volvió 42 días después para ser cuarto en Monza y mantener entonces la punta del campeonato. Y porque sorpresivamente, después de temeraria hazaña de calzarse un casco con las secuelas tremendas en el rostro injertado y pulmones ennegrecidos, decidió abandonar a poco de comenzado el primer GP de Japón de la historia, última del año, en la inundada Fuji. Quizás especuló con que el inglés no llegaría, pero lo hizo, fue 3º y le arrebató la segunda corona por un punto.
Pero Lauda fue mucho más que eso. Fue el que Enzo Ferrari vio correr con un BRM indócil, lo contrató en 1974 y en el 75 le devolvió la alegría de un título después de 11 años. El que repitió al cabo en un 77 extraño, donde la ya mala relación con don Enzo lo decidió a llevar el "1" a Brabham para 1978, incluso antes del final del campeonato, en el que Carlos Reutemann fue su ladero. El Lole había llegado a la Scudería para reemplazarlo en aquel GP de Italia del 76 (cansado de un Brabham-Alfa Romeo demasiado pesado para la categoría), pero la sorpresiva determinación de Niki de volver a la pista hizo que Ferrari corriera con tres autos ese día y así el santafesino lució el 35 en la trompa, llegando 9º.
Lauda sufriría como Lole el motor Alfa en el Brabham y después de hacer el primer entrenamiento del GP de Canadá del 79 abandonó la F-1. Y así al sanjuanino Ricardo Zunino, que ya estaba en contacto con la escudería y fue invitado a presenciar la carrera, le ofrecieron la butaca y no lo dudó. Tanto que ese viernes completó lo que quedaba del 2º ensayo con el casco y buzo antiflama del austríaco. Fue 7º.
Lauda fundó entonces una línea aérea pero las deudas lo hicieron volver en 1982 a McLaren. A la tercera carrera volvió a ganar, en Long Beach. Y en el 84, con un coequiper joven y ambicioso, un tal Alain Prost, conquistaría en Portugal su 3º título por ¡medio punto! Claro, es que cuando al francés, que sería cuádruple campeón, lo beneficiaron en Mónaco suspendiendo la carrera por lluvia cuando iba a arrebatarle la punta un ignoto Ayrton Senna y su modesto Toleman, como no completaron medio recorrido le dieron la mitad del puntaje: 4,5. Si era 2º habría sumado 6 y Lauda no hubiera sido campeón. Otra historia, que engrandeció las marcas que dejó Niki.
Escapó del infierno
Terrible accidente en Nürburgring, el 1/8/76. Luego de 55 segundos, Arturo Merzario lo sacó de la Ferrari ardiente.
Enemigos íntimos, sólo en la pista
Lauda y Hunt, una rivalidad de mucho respeto y muy buena relación. Y que se hizo película en "Rush".
La última con el número 1
Hace poco Holanda anunció que recuperaba su GP. El último fue en el 85, último triunfo de Niki.