Cuando Marcelo Bielsa asumió como entrenador del seleccionado argentino se instaló la ilusión de que al fin las cualidades profesionales y humanas serían priorizadas en el fútbol nacional. Pese a la desconfianza lógica que despertaba que esa decisión fuese adoptada por la misma AFA, la que siempre se caracterizó por gambetear a la escala de valores en la que toda sociedad debe cimentar su convivencia. Pero hasta lo más obvio se soslaya a la hora de ilusionarse con un sistema sustentado en la ética y la moral.
Bielsa inauguró un método aséptico anhelado por aquellos que pretendían terminar con la contaminación estructural del fútbol argentino. Lo hizo sustentado en sus convicciones, atravesado por la obsesión laboral, la claridad conceptual, la conformación de un grupo profesional probo, la implementación de una relación lacónica con los directivos para evitar a los aduladores, la independencia absoluta en la constitución del plantel y la democratización del contacto con los medios de comunicación: con todos por igual sólo en conferencias de prensa.
Para muchos Bielsa es un loco. Claro que habría que establecer antes los parámetros de normalidad que utilizan aquellos que así califican al DT rosarino. Porque su gestión como método de trabajo fue un oasis en este desierto mercantilista donde sólo germina el cinismo, la voracidad y la hipocresía. Y el calor que irradia la hoguera de vanidades que está en el exterior como proveedora de la materia prima ayuda a la génesis de esta tormenta sin fin.
El fútbol no difiere demasiado del contexto en el que transcurre. Pero aquí es más simple comprobar que los buenos ejemplos como los de Bielsa ya no son replicados. Ni siquiera por aquellos que se arrogaron el título de seguir con su escuela. Y que muy lejos están. Porque se dicen sucesores pero proceden de manera antagónica a como lo haría él.
A Bielsa lo terminaron de sentenciar porque Argentina fue eliminada en la primera fase del Mundial de Corea-Japón. Casi a pedir de los malos, sí, de aquellos a quienes incomodó con sus formas decentes de proceder. Pero lo cierto es que ya lo habían juzgado antes. Cuando los poderes concentrados querían ajustar y moldear las formas del entrenador para beneficio propio.
Pero el Loco tuvo la paciencia e integridad suficientes para continuar, pese a las críticas y a la falta de respaldo genuino de la AFA tras el Mundial. Y coronó su labor con la obtención por primera vez en la historia de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2004. Y ahí se fue. Con el agotamiento moral que la corporación de la AFA le provocó pero con la fortaleza de su convicción. La que ya no cotiza en la bolsa de los mercaderes de la opinión.
Después llegó José Pekerman y fue el último eslabón de la resistencia que ejerció la estabilidad del cargo de entrenador. Su decisión de dejar en el banco a Messi en cuartos de final en el Mundial 2006 fue una de las últimas señales de autoridad por parte de un técnico. Y también su condena. Tras su salida empezó la pérdida total de autoridad de los DT a manos de la confabulación permanente de jugadores, dirigentes, técnicos y analistas de ocasión.
Los ciclos interrumpidos en los que los técnicos sólo fueron objetos de prueba y error de los gustos de los jugadores se cobró a la primera víctima: Alfio Basile. Su egreso de la selección muestra un mecanismo conocido de desplazamiento, en el que otra vez futbolistas, otro técnico y dirigentes asoman en la superficie del proceso, mientras los voceros mediáticos de los jugadores hacían trascender su disgusto por no interpretar "la idea".
Llega Maradona y no de la mejor forma. Argentina sufre para clasificar al Mundial y luego queda eliminada en cuartos con Alemania. Igual que Pekerman. La salida traumática de Diego deriva en Sergio Batista, quien al año también es echado porque quedó eliminado de la Copa América 2011. Y además porque una vez más los mismos secretarios de prensa del plantel comunicaban el malestar por no entender ni compartir lo que el Checho quería.
Arriba Alejandro Sabella. Su estilo emparentado al de los entrenadores reservados lo llevó a guardar bajo siete llaves los sinsabores de su cargo. En la última demostración de autoridad de un técnico de la selección deja afuera de la convocatoria al Mundial 2014 a Ever Banega. Un impacto certero, pero del que le hicieron llegar varias esquirlas durante la Copa del Mundo con algunos desplantes y actos de rebeldía. Si no hubiera sido por Carlos Bilardo y Julio Grondona la sangre hubiese llegado al río. Sí, de Janeiro.
Cabe recordar que ya con Sabella muchos de los actuales dirigentes de la AFA formaban parte de la delegación oficial en Brasil, con la impúdica reventa de entradas.
Luego Gerardo Martino, con el antecedente estético y eficaz como técnico de Newell's y con el conocimiento adquirido en su paso por el Barcelona de Messi y Mascherano, asume la responsabilidad de suceder a Sabella. Indiscutido por la prensa porteña inicialmente. Defenestrado por la misma prensa tras perder las finales de dos Copa América por penales y ante Chile. Una vez más el portavoz del plantel abre un cuestionamiento hacia el juego del Tata y tiene la primicia de la renuncia de Messi al seleccionado.
Los directivos de los clubes, muchos de los que hoy están en el nuevo gobierno afista, no ceden a los jugadores para que integren el juvenil como señal inequívoca para la salida de Martino.
Cuando la Comisión Normalizadora ya en ejercicio y los directivos de los clubes discuten al nuevo técnico de la selección aparece el nombre de Jorge Sampaoli, a sugerencia de un familiar de un integrante del plantel. Luego la actualidad del casildense hacía inviable desde lo económico su contratación. Lo ético no era un impedimento ni para la AFA ni para el propio DT.
Pero fue Edgardo Bauza. Y hoy, a menos de un año, una vez más colapsó otro técnico del seleccionado. Y hace pocos días un destacado integrante de la mesa chica de la AFA, con la debilidad que este hecho implica, se comunicó con alguien emparentado al núcleo duro del plantel para conocer la opinión de los referentes. "Para qué preguntan si la última vez dijimos Sampaoli y eligieron a Bauza", fue la respuesta clara del poder real.
Sin dudas que Sampaoli asoma desde la vista general como un técnico que le dio a Chile el primer éxito con la Copa América 2015, que ya no es única porque Juan Pizzi en 2016 equiparó eso de idéntica forma, pero en EEUU. De visitante.
Pero desde una visión más próxima al interior de la verdad, se aprecia que Sampaoli reúne las características propicias para el actual plantel del seleccionado argentino, porque tiende a subordinarse. Y así lo exhibió en Chile, cuando en vísperas del debut Arturo Vidal protagonizó un accidente automovilístico con graduación alcohólica en sangre, que no debió suceder si el DT no les hubiera dado libre a los jugadores como exigieron. No obstante el hecho ameritaba una ejemplar sanción. Había antecedentes al respecto. Chile era un hervidero y el Zurdo era muy cuestionado por su falta de autoridad. No sólo no lo sancionó sino que luego admitió que si no se hubiera tratado de un jugador de tanta jerarquía lo hubiese castigado. La conquista del trofeo disimuló un tiempo el disgusto mayoritario, pero pronto se volvió implacable cuando las desavenencias con la Asociación Chilena se hicieron públicas por el monto de su contrato y su deseo de irse.
Lo cierto es que esta saga vinculada a los entrenadores del seleccionado, tras el invalorable y exitoso capítulo conducido por César Menotti y Carlos Bilardo, comenzó con el ejemplo de Bielsa y está a punto de continuar con esta maniobra de Sampaoli, a quien le gusta imitar ciertos movimientos del Loco, pero difiere de su esencia. ¿Por qué estos directivos en vez de buscar una copia no fidedigna no buscan al original? Pero no. Saben que Bielsa no vendría. Pensaría que no está a la altura de esta AFA y tampoco de estos jugadores. Y tendría toda la razón.
Sin dudas que es Sampaoli el que se presenta como un entrenador a medida. A medida de esta AFA, que no difiere de la de antes. Y a medida de estos jugadores. Los mismos de ayer y hoy. Los protagonistas de todo lo que sucede dentro de la cancha. Y también afuera. Por eso la verdad es la única realidad. Sólo hay que observarla. Y no maquillarla más.