La pelota empezó a rodar al fin, pero aún sobre un terreno fangoso, empantanado, que avizora un futuro incierto. Con muchas dudas e interrogantes. Con clubes del ascenso en que dirigentes y jugadores estaban unidos en la miseria e iban juntos en los reclamos, hasta que se diferenciaron en patrones y empleados cuando estos últimos exigieron lo que les correspondía. Con muchos matices en el medio, como en el caso de uno de los dos partidos que inauguró al fin la temporada, claro que en la categoría que no es profesional, cuyos futbolistas no están amparados en la ley de contrato de trabajo y que por lo tanto no están sindicalizados. Y a cuyas instituciones la AFA sí les depositó el viernes la deuda de la plata de la TV que a la Primera D también le corresponde. El fútbol argentino volvió entonces, pero sigue atado de pies y manos. No en el Gigante de Arroyito como estaba previsto el viernes con Central-Godoy Cruz, sino en el José Martín Olaeta con Argentino-Muñiz y en Villa Lugano. E increíblemente, además de la Comisión Normalizadora y del gobierno nacional, el que perdió claramente este fin de semana fue el que más defendió al ascenso: el candidato a la próxima presidencia de la AFA, Claudio Chiqui Tapia.
La pregunta del millón: ¿por qué jugaron Argentino-Muñiz y Yupanqui-Central Ballester, los dos únicos adelantos de la D? Por dos cuestiones. Porque los clubes de esa divisional sí cobraron el viernes la deuda que la AFA tenía con ellos (y por la cual en febrero tampoco empezaron su torneo) y porque sus jugadores no son profesionales, no tienen contrato de trabajo y por lo tanto no están afiliados a Futbolistas Argentinos Agremiados, que no los representa. La protesta de FAA entonces legalmente no los abarca. Más allá de que los clubes tienen representación en la asamblea de AFA y su voto cuenta (con el nuevo estatuto tendrá uno solo y lo ejercerá el presidente de Argentino, Daniel Mariatti), sus futbolistas no son trabajadores en el sentido estricto de la palabra, más allá de que acuerdan viáticos.
A las 18 horas del viernes, en la cuenta bancaria de Argentino (y de las demás instituciones de la D), apareció la suma girada por la AFA de la deuda por el aporte de la TV, unos 200 mil pesos que con el descuento, en el caso de los salaítos, llegó a unos 165 mil. Ergo, el dinero que aportó el gobierno para su salida de Fútbol para Todos (muchísimo menos del que los clubes esperaban, apenas 350 millones que cubrieron deuda de diciembre y rescisión) estaba en calle Viamonte, pero no fue girada a las demás entidades del ascenso y a la primera por dos razones: porque Agremiados quería que no pasara a través de ellos sino del sindicato y de ahí a las cuentas de los jugadores y, fundamentalmente, porque no alcanzaba a cubrir la deuda de sueldos en muchos casos.
De todas maneras, en el caso de Argentino la dirigencia no presionó a su plantel para jugar, les dio libertad para adherirse igual a la huelga si así lo consideraban y no iba a poner juveniles, más allá de las sanciones que podrían caberle. Y los jugadores antes de tomar una decisión consultaron a Agremiados, que les dio libertad de acción para jugar. Por eso salieron a la cancha.
Los que se quedaron en los vestuarios fueron los juveniles de los 6 equipos de la Primera B y los 2 de la Primera C, que estaban preparados para reemplazar a los profesionales por la decisión de los clubes del ascenso, capitaneados por Chiqui Tapia. El presidente de Barracas Central, y muy probable presidente de la AFA el 29 de marzo, sorpresivamente apareció en la reunión del viernes en el Ministerio de Trabajo de la Nación y se desprendió del reclamo de los jugadores, que fueron su caballito de batalla en todo este tiempo de extorsión del gobierno nacional que no largaba el aporte comprometido de FPT. Al menos, se supone que el ascenso pedía el dinero para evitar que sus clubes se fundan y cumplirles a sus empleados más calificados.
Pero Tapia se alejó de ellos, presionó junto a la AFA y los dirigentes de los clubes más importantes (entre ellos su principal socio, el titular de Boca, Daniel Angelici) para que se juegue y su figura en esa reunión, que podía haber sido la de un mediador en busca de aportar soluciones, tensó aún más el conflicto. Luego del cónclave, ordenó jugar con juveniles, pero el tiro le salió por la culata. Ayer, bastante después del mediodía y más cerca del horario de los partidos (17 horas), la AFA comunicó oficialmente que los encuentros y todas las fechas se suspendían. "No estaban garantizados los operativos policiales", argumentó Armando Pérez, a cargo de la comisión interventora. "Faltaban las fichas médicas de varios juveniles", dijo el presidente de Defensores de Belgrano, Marcelo Achile. Difícil de creer. Dieron marcha atrás a una amenaza ridícula que iba a comprometer aún más la salida del conflicto.
Sergio Marchi, secretario general de Agremiados, perjura que la huelga no tiene motivación política y a los hechos hay que remitirse. La propuesta que llevó la AFA al Ministerio de Trabajo el viernes no cancelaba la deuda total de los jugadores y hablaba de promesas de pago sin fecha cierta. Pero sí tuvo y tiene implicancias políticas, porque el paro de jugadores se da en el contexto de una semana que empezará mañana plagada de protestas: a la huelga de los docentes de dos días porque el gobierno clausuró la paritaria general le seguirá la movilización de las centrales obreras el martes, que promete ser multitudinaria y el paso previo a una huelga general. Si encima no hay partidos, habrá que ver si el gobierno da otro tipo de respuestas al fútbol, al que condicionó todo el verano, al punto de que recién el viernes 3 de marzo le hizo llegar a la AFA la plata que debió aportar en diciembre. De otro lado no saldrá esa diferencia que reclama Agremiados. Y si no aparece no es difícil imaginar que sólo la D seguirá jugando.