A Gerardo Martino se lo ama en Paraguay, también a Edgardo Bauza en Ecuador y a Marcelo Bielsa en Chile. Polémicos, sí, pero nunca se los acusó en esos países de ir a "sacarles el trabajo" a los técnicos locales. "A nosotros sí nos dicen eso, pero ya no les hacemos caso", confiesan entre risas y en diálogo con Ovación tres trabajadores paraguayos de la construcción que adoptaron los colores de Newell's y de Central desde que viven en Rosario, y este domingo sufrirán el clásico como todo hincha rosarino.
¿Por qué dos hinchas de Cerro Porteño y uno de Olimpia se convirtieron en leprosos y canallas? Razones hay varias y ellos mismos las cuentan con el típico "canto paraguayo" (mezcla de español del norte de España, guaraní y español rioplatense).
Los que dieron sus testimonios son los rojinegros Ovidio Morinigo y Adelio Bogado, ambos de 32 años. Los dos nacidos en Encarnación y casados con mujeres paraguayas, y con hijos rosarinos. Y Pedro Fretes, de 24, del departamento Misiones, soltero y con el corazón auriazul.
Los tres trabajan en la misma obra, terminaron el secundario y siguen estudiando para convertirse en maestros mayores de obra. Y por si falta aclararlo, ganan bastante menos que un técnico de fútbol de primera división.
En el mediodía de ayer, a la sombra y en el breve descanso del almuerzo, estos trabajadores contaron cómo construyeron la pasión futbolística local. Sólo uno tenía la camiseta en el bolso: los otros dos se rieron y dijeron que no les hacía falta porque los colores los llevan siempre "en el alma".
Ovidio vive en Rosario desde hace 13 años y su padre fue uno de los tantos trabajadores que construyó las bandejas superiores del Coloso del parque, de allí su opción por Newell's.
"Siempre que puedo voy a la cancha y ayer (por anteayer) fui al Banderazo, pero al clásico esta vez no creo que vaya, primero porque estoy todo el tiempo trabajando y no pude ir a comprar las entradas y además, me asusta un poco llevar a mi hija de 7 años a la cancha en estos partidos", reconoció este hombre a quien sus amigos apodan "Caí" (como el monito paraguayo).
Adelio se "rosarinizó" hace 11 años y dijo que se hizo leproso luego que su primo Ramón lo llevara una vez a la cancha.
"Fue en un partido contra River, y si bien perdimos en ese momento amé los colores", afirmó usando la primera persona del plural como todo el que tiene la camiseta puesta. Aunque no es el único de su familia.
"Tengo tres hijos, Brian, Maxi y Axel, que ya juega al fútbol en Malvinas, los tres son lepra", aseguró.
Más allá de los incentivos locales, los paraguayos tienen desde hace tiempo una clara ligazón con el club del Parque. El Tata Martino, quien dirigió en Libertad y en Cerro Porteño y finalmente se consagró como hijo dilecto de Paraguay al frente de la selección guaraní. Y además pasaron por la primera de Newell's, entre otros, Justo Villar, Oscar "Tacuara" Cardozo y Santiago "Sasá" Salcedo.
Pedro, en cambio, es el tercero en discordia. Vive en Rosario desde hace 4 años pero es canalla, "contra" en su casa y entre sus amigos, allá y acá. Mientras en Paraguay, Ovidio y Adelio son hinchas del "azulgrana" (Cerro Porteño), él es de "la O" (Olimpia).
"En mi familia hay varios leprosos, pero yo fui a la cancha de Central y me enamoré. Y no me importa que digan que venimos jugando mal, vamos a ganar el clásico 2 a 0 con goles de Zampedri", arriesgó ante las cargadas de sus paisanos, que dijeron que con Maxi Rodríguez el clásico se queda en el Parque.
En noviembre pasado en conferencia de prensa el presidente Mauricio Macri criticó a la Argentina por ser un país "demasiado generoso y abierto" con la inmigración. Y lanzó la sospecha contra muchas personas que llegan con intenciones que "nos complican la existencia a todos". Y a comienzos de este año la Casa Rosada volvió con la política de enfrentar el "descontrol migratorio" y el apuro de lanzar una reforma para "ordenar" la radicación de extranjeros.
Ovidio, Adelio y Pedro saben de esos anuncios y no temen aún por esas políticas. Dicen que ya están acostumbrados a que los carguen por cómo hablan, a que duden de su honestidad y ganas de trabajar, y los llamen "paraguas" despectivamente.
"A veces son picantes los argentinos", dijo Pedro, quien al igual que sus coterráneos dice sentirse bien en la ciudad, en la que ya se sienten ser parte de uno de los clásicos más pasionales del país.