La mano torcida
Los últimos soplidos lo desplomaron pero el castillo de naipes nunca estuvo firme. La estructura
tambaleó desde sus cimientos. La mano arrancó torcida y Central poco pudo hacer para enderezar el
rumbo. No le pudo dar forma a sus ambiciones ni repetir una producción alentadora como en el debut.
La resistencia duró lo que pudo, pero pudo...
18 de agosto 2008 · 00:13hs
Los últimos soplidos lo desplomaron pero el castillo de naipes nunca estuvo
firme. La estructura tambaleó desde sus cimientos. La mano arrancó torcida y Central poco pudo
hacer para enderezar el rumbo. No le pudo dar forma a sus ambiciones ni repetir una producción
alentadora como en el debut. La resistencia duró lo que pudo, pero pudo quebrarse mucho antes. La
lesión del Kily, la inesperada baja de Danelón, el pobre rendimiento del primer tiempo y la ingenua
política de golpe por golpe del complemento desembocaron en una lógica caída ante River en el
Monumental. El equipo de Vitamina no tuvo una buena tarde y su valiente corazón no alcanzó para
romper el cerco de adversidades que planteó su segundo acto en el Apertura.
Los canallas se llenaron de dudas desde el pitazo inicial de Maglio. La
estrategia principal falló por falta de interlocutores válidos. Además, el rombo en la mitad de la
cancha (el mejor recurso auriazul) lució inestable y llamativamente impreciso. No surgieron planes
alternativos. El Kily no podía con su tobillo, Ezequiel se mostraba errático e irascible, Borzani
alternaba buenas y malas y Méndez se perdía en la confusión general. Así, con más despliegue y
actitud escénica, River era el dueño de la pelota. Esa fue la imagen que regaló todo el primer
tiempo.
Central lucía ahogado, aturdido, sometido por la presión de su rival en la zona
media y por la movilidad de los tres delanteros locales. Y si los dirigidos por Simeone hubieran
contado con más profundidad, la ventaja podría haber aparecido en los 45’ iniciales ya que
tuvieron cinco ocasiones de riesgo contra ninguna canalla.
Una volea de Tuzzio (9’), un tiro libre de Abelairas (32’), un
cabezazo de Salcedo (38’) y dos chances de Rosales (43’ y 46’) estuvieron a punto
de destrabar el marcador. El cero por cero del entretiempo fue un auténtico relajante para las
ansias de Central, que se exhibía injusto a todas luces.
En la segunda etapa Vitamina retocó algunas clavijas. Ubicó mejor al Kily para
disimular su lesión, le renovó el crédito al Equi para la conducción y le brindó nuevos bríos a
Borzani y Méndez para tratar de establecer una nueva situación de batalla. Atrás todo descansaba en
el sacrificio poco ortodoxo de Ribonetto y Braghieri. La idea del técnico fue cambiar el juego con
las mismas cartas y el mismo sustento táctico. Y esa estrategia, tan ambiciosa como desmedida, tuvo
su precio.
Los segundos 45’ ofrecieron un juego más atractivo, de ida y vuelta, que
lo obligó a Central a caminar por la cornisa. Era a suerte o verdad. Y la apuesta de Vitamina murió
con las botas puestas. Los auriazules tuvieron más la pelota que en el arranque y eso le permitió
generar algunas posibilidades. Un cabezazo de Borzani (7’), otro de Ribonetto (11’) y
un disparo cruzado del Kily (28’) abrigaron esperanzas. Pero River iba, casi cegado, con más
convicción que ideas, y en una pelota parada tuvo su recompensa. Tuzzio capitalizó un córner de
Rosales y a los 37’ provocó el delirio del Monumental con un cabezazo que dio en el travesaño
y Broun terminó de meter.
Ese golpe sepultó la empresa visitante, que tuvo un impacto de demolición en el cierre del
duelo. Una escalada de Rosales (la figura del cotejo) por el centro de la cancha culminó, a los
90’, con un certero remate de Ríos desde la empanada del área que estableció el 2-0 final.
Fue la primera caída en el ciclo de Vitamina. Debe ser interpretada como parte de una lección,
todavía no hay nada para preocuparse.