El último campeón del fútbol argentino no logra arrancar en el torneo local.
Pero en la Copa Libertadores, su especialidad, anda fenómeno. Ganó su cuarto partido al hilo, no
cedió un punto y ya está prácticamente clasificado a los octavos de final. La víctima de turno fue
Guaraní de Asunción, que está casi afuera y que sólo voluntarioso.
Boca sabe qué son los compromisos coperos. Y si encima le toca un grupo tan
débil, entonces no cabe esperar otra que los pase por encima a sus rivales. Si bien el resultado, 3
a 1, fue estrecho y que hizo la diferencia de dos en el final mediante un penal que no fue, le
alcanzó con su jerarquía e historia para superar a un rival que hasta el primer gol xeneize intentó
marcar el rumbo del partido.
Boca tiene puntaje ideal y si no clasificó aún es porque Táchira y Deportivo
Cuenca aún pueden alcanzarlo si ganan los dos partidos que les quedan (juegan ambos ante Boca y
ante Guaraní) y si el equipo de Ischia pierde con ambos. Claro que es poco creíble que eso pase, y
por eso los xeneizes saben que tiene el pasaje en el bolsillo.
Ischia puso en cancha a sus históricos delanteros, Rodrigo Palacio y Martín
Palermo, y le dio sus réditos, ya que ambos marcaron. En apenas unos minutos, luego de una media
hora donde prácticamente no patearon al arco, vencieron la resistencia de Joel Silva y marcaron una
diferencia imposible de remontar, más allá de que antes del final del primer tiempo Paniagua se
metió como pancho por su casa entre los centrales locales, eliminó a Abbondanzieri y descontó de
derecha.
Boca no hizo nada hasta los 33' para ponerse en ventaja. Hasta ahí Guaraní fue
el que intentó cambiar su suerte en la Copa, pero bastó que Palacio desbordara y que Palermo tocara
al gol, para sellar su expectativa.
Encima, enseguida Riquelme asistió a Palacio y puso el 2 a 0, tremendamente
injusto entonces, pero tan real como que definía el partido más allá de esa gran maniobra de
Paniagua.
Recién en el complemento Boca tomó las riendas del partido, pero Riquelme no fue
constante y rápidamente se cayó en una abulia generalizada, porque Guaraní no podía lastimar pese a
la insistencia del ex xeneize Jonathan Fabbro.
Y cuando parecía que el resultado no se movería un desborde de Mouche encontró
una pifia de Filippini, que le erró al despegue y la pelota le dio en el brazo. El peruano River
juzgó mal que hubo intencionalidad y Riquelme se la pico a Silva para decretar un abultado 3 a 1,
para un resultado de todas maneras previsible.
El próximo partido de Boca será ante Cuenca, el 23 de abril, en Ecuador, y
cerrará su participación enfrentando a Deportivo Táchira, el 30 de este mes, en La Bombonera. Si
entre esos dos partidos rescata un punto, ya estará adentro. Seguramente a Cuenca irá con un equipo
alternativo y si no lo define entonces, lo hará ante los venezolanos en casa.
La Copa es la gran obsesión de Boca, que le vendría bien ganar todo, ya que
hasta ahora es el único que lo logró y así terminaría arriba en la tabla general y siempre
definiría en La Bombonera.