Cuatro fechas quizá sea poco tiempo para encasillar a un equipo. Y no necesariamente el encasillamiento tiene que ver con cuestiones que suenen despectivas, sino con la posibilidad de ubicar en el lugar correcto (al menos el que se cree) teniendo en cuenta la forma en la que actúa respecto de lo que se piensa. Rosario Central aún se encuentra transitando el camino del acomodamiento futbolístico. Y hasta suena lógico que en un puñado de encuentros el técnico, en este caso Paolo Montero, no haya podido sacarle todo el jugo que hubiese querido a este equipo. Por lo pronto, la misión de hallar cuanto antes la identidad es algo a lo que nadie escapa, sobre todo el cuerpo técnico. Porque se puede tener una cierta idea de qué es lo que se intenta hacer, pero en el medio aparece una zona de grises, de cuestiones inconclusas que sólo a través del trabajo, y junto a ello el tiempo, podrá ir encontrando respuestas. Hay una identidad por hallar aún, pero fundamentalmente un comportamiento más pensante y sesudo de lo que se tiene y se está en condiciones de brindar.
Como primera medida, y antes de que cualquier interpretación pueda arrancar hacia un punto equivocado, el presente de Central, desde que Montero tomó las riendas del equipo no es malo. Casi un 60 por ciento de eficacia (7 puntos sobre 12 posibles) no está mal. Sí quedó la sensación en cancha de Sarmiento de Junín que a Central aún le cuesta interpretar algunas notas puntuales de su partitura futbolística.
Un equipo que genera muchas situaciones de gol, pero que de la misma forma se expone al cachetazo en varias ocasiones y queda también a expensas de la puntería o capacidad goleadora del rival, no está en condiciones de transmitir sensaciones de confiabilidad.
"Son riesgos que tomamos pero nos gusta asumir. Los jugadores se sienten cómodos con esta forma de jugar". Frase ya varias veces escuchada de parte de Montero y repetida en el vestuario del estadio Eva Peón el pasado domingo. La interpretación se presenta sencilla: la intención del DT es que su equipo presione de manera constante, que sume mucha gente en ataque para que el desequilibrio en el área de enfrente sea el bastión. Eso es lo que significa tomar riesgos. Y no está mal asumirlos. Lo que sí debe haber es un sistema de juego con los complementos adecuados. Esto es saber leer mejor el juego, interpretarlo para que esos riesgos no se transformen en un daño irreparable. Hace unos días tocó el modesto Sarmiento, con bajas incluidas, pero cualquiera puede imaginar que ante un rival de otra jerarquía el resultado pudo haber sido impiadoso.
Todo esto no es otra cosa que esa identidad aún inconclusa que está exhibiendo el equipo. Se insiste que está dentro de los parámetros normales por el corto tiempo de trabajo que lleva este cuerpo técnico. No obstante, aquella frase de que "una vez que comience el torneo no tendremos excusas" del propio entrenador también cuenta.
Esa identidad irá echando bases a medida que el equilibrio comience a hacer de las suyas. Y la cosa no pasa por ser más o menos ofensivo, más o menos defensivo. En ese caso se estaría entrando en un terreno demasiado simplista de la situación, en el que nunca hubo una verdad absoluta.
Cuando Musto declara que a veces siente que el ir constantemente hacia adelante resiente la capacidad del retroceso ordenado, o cuando Pinola habla de la "inteligencia" que debe aflorar para no "pecar de inocentes", tiene que ver con esa fisonomía de equipo compacto que se está tratando de hallar.
Es esa fisonomía la que debe aparecer, pero para que eso se concrete hay ciertos comportamientos, más tácticos que técnicos, a los que no les queda otra que fortalecerse. A partir del convencimiento y la sabiduría será más sencillo desembocar en el equilibrio deseado pero sobre todo necesario para lograr la identidad deseada.