Con la serie de amistosos que iniciaron ayer en Rosario ante Nueva Zelanda, Las Leonas comenzaron una nueva era, la de Marcelo Garraffo al frente del equipo. Y Garraffo no tendrá solamente el desafío de mantener y mejorar los éxitos que Las Leonas construyeron del 2000 para acá cuando asumieron ese nombre en representación de su esencia, sino que como trasfondo y aunque no lo diga, también estará arriesgando su propia historia: la de haber sido el mejor jugador que dio el hockey masculino en Argentina y el primero en trascender a nivel internacional. Claro que una cosa no le quita méritos a la otra, pero Garraffo, por las dudas, llegó al seleccionado con una filosofía a partir de la cual imagina hilvanar los éxitos del equipo. Y en esa doctrina, que no pretende ser inquebrantable, se establecen tres pilares: el pensamiento sistémico, la apertura del cuerpo técnico para con las jugadoras y el cuidado de su joya: Luciana Aymar, la mejor jugadora del mundo de todos los tiempos.
En las horas previas al debut oficial como DT de Las Leonas, el ex jugador de Ciudad de Buenos Aires mantuvo un largo mano a mano con Ovación en el hotel que oficia de búnker del equipo y expuso, sin tapujos, lo que pretende de esta etapa que ya está en marcha.
—¿Cuáles son las expectativas de esta serie de cinco amistosos ante Nueva Zelanda?
—Las expectativas están centradas en que haya claras intenciones de poner en práctica todo lo que entrenamos estas dos semanas: nos puede salir bien, mal, regular, puede haber errores técnicos, pero lo que no puede pasar es que no haya intenciones de hacer eso que pensamos. Intenciones no quiere decir jugar bárbaro sino tratar de implementar eso donde se tiene un objetivo claro y que pretende un juego colectivo que potencie las individualidades. En estas circunstancias existen amenazas, como empezar perdiendo un partido, pero tenemos que lograr que este grupo haga de la adversidad una oportunidad de crecimiento. Si no podemos consolidar bajo la presión el sistema que entrenamos estas dos semanas, lo vamos a dejar librado a la gran capacidad individual que tiene el equipo, a la voluntad y sin tomar los conceptos de una organización inteligente. Aunque esa sea la idea. Porque esto es alta competencia y como entrenador quiero ganar los partidos.
—¿Cuánto sirve que sea Nueva Zelanda el rival de esta prueba?
—Es el equipo que más creció en los últimos tres años, me hubiese gustado tener un rival más débil para no tener tantas amenazas (risas). Siempre que las cosas salen bien en una etapa inicial la idea se consolida más rápidamente. Pero bueno, al ser Nueva Zelanda un rival importante se genera una incertidumbre linda porque es un equipo que seguramente hoy está mejor que nosotros. Y esa es otra posible adversidad que debemos sortear con un juego de mayor posesión si es posible.
—Traes una filosofía distinta a otros cuerpos técnicos: insistís mucho en consensuar con las jugadoras más que en imponerle a rajatabla tus propias ideas. ¿Cómo notas que van recibiendo esos mensajes?
—La disposición de las chicas fue muy buena, lógicamente transmitimos información de a poco, siendo prudentes por el poco tiempo de trabajo que llevamos. Pero igualmente pienso que esa información ya debería verse en la parte colectiva de juego, un camino en el que ya empiezan a aparecer detalles a corregir. Pero estamos muy satisfechos, sin imponer sino consensuando. Hacemos reuniones en las que ellas tienen la posibilidad del ida y vuelta. Esa es la forma de conducir: las ideas se ponen en la mesa, cada uno las hace mejor y al final termina siendo buena para todos. Tengo claro que soy el máximo responsable pero ellas también me tienen que convencer a mí de cambiar ideas que sean buenas para el equipo.
—¿Le ponés nombres a la columna vertebral del equipo que imaginás?
—Pienso en un sistema donde las individualidades se potencien. Lo bueno del sistema es que cuando esas individualidades no están por cualquier razón entra otra y el equipo sigue funcionando porque el sistema sabe exactamente lo que tiene que hacer y esto me parece que es bueno. Pero cuando uno habla de individualidades no puede dejar de pensar en Luciana Aymar, pobre Lucha siempre está en el medio de todos los temas (risas), pero una de las cosas que hablamos cuando decidió seguir tuvieron que ver con todas las veces que se puso el equipo al hombro, y nosotros le queremos sacar esa mochila. Esto no va en contra de su individualidad porque si Luciana no es Luciana seríamos unos tarados, pero no tenemos que decirle: "Luciana salvanos". Queremos que ella se sienta respaldada por el sistema.
—En Rosario Las Leonas ganaron todo lo que jugaron (Mundial 2010 y Champions Trophy 2012) ¿Qué implica iniciar el ciclo acá?
—(Se ríe y cruza los dedos) ¡Sí, no me lo digas! Por supuesto que hay algo de presión, pero más allá de todo voy a dar el mensaje que corresponde, nos parece muy importante el cómo jugar esta serie. Las chicas pueden ganar por sus individualidades, pero si lo hacen solamente de esa manera no vamos a estar muy satisfechos porque no habremos crecido como conjunto. Lo que necesitamos en esta etapa es tener señales sobre ello. Lo estamos buscando y hay que confirmarlo en el momento de la presión para que el equipo se pueda expandir en su crecimiento. Esa es la esperanza.