La eliminación de la Copa Sudamericana no parece ser una más para Central
La derrota 1-0 frente a San Pablo en el Morumbí dejó a Central eliminado de la Copa Sudamericana y también inmerso en una crisis futbolística, a la que jugadores y dirigentes deberán hacerle frente en el receso que se viene.
10 de mayo 2018 · 00:00hs
Quien mal anda, mal acaba. Que le vengan a decir a Central de ese viejo refrán que anoche dio el presente en el Morumbí. Lo de anoche en Brasil no fue una profundización de la crisis. Fue un eslabón más en la cadena de enormes desaciertos futbolísticos que se vienen dando desde hace un tiempo y que habían puesto al equipo canalla en una situación de extrema alerta frente a una parada bravísima, no por la envergadura del rival, que dicho sea de paso algo de historia tiene, sino por la endeblez que el equipo de Chamot cargaba sobre sus hombros. Y la respuesta estuvo un poco más emparentada con la entrega y algo de fútbol que la ocasión ameritaba, pero de liviandad y escasa rebeldía que venía mostrando Central tuvo un nuevo capítulo. Un final esperado por cómo pintaba la cosa. Sin dudas un final de ciclo en este derrotero de amarguras y tristezas. Aquella idea de refundación del fútbol de Central de la que se habló tras el porrazo contra Arsenal ayer se fortaleció. Es cierto que esta vez no hubo una retirada con la complicidad de la humillación, pero es un granito más de arena. Quizá sea la gota que rebase el vaso a la hora de pensar en decisiones fuertes de cara al futuro.
Si había algo que había caracterizado a Central en ese último mes para el olvido fue esa poca capacidad de reacción ante la adversidad. Hoy cualquiera puede hablar de que la derrota tuvo mayor decoro. Pero lo que absolutamente nadie podrá obviar es que se trató de una derrota. Si aferrarse a una postura resultadista que invite al facilismo, la realidad del canalla no amerita otra cosa que un buen resultado. Ayer le alcanzaba con el empate, pero ni siquiera eso. Y una vez más quedó evidenciado que hoy Central es un equipo de mandíbula fácil. Y eso en el fútbol es lapidario. Lo dejó en evidencia hace pocos días ante el descendido Arsenal. Lo confirmó el gol de Souza a los 15' del complemento en lo que era, seguramente, el momento más tranquilo del equipo de Arroyito en el partido.
Camacho sufre la eliminación en el Morumbí y Parot trata de consolarlo. El equipo canalla estuvo a la altura del partido pero no pudo.
Cabía la lectura que Central no debía entrar en la desesperación porque hasta el último minuto gozaría del beneficio de convertir y clasificar, pero ni la osadía ni la claridad en el juego pudieron dar el presente. Con un agravante: si la osadía tarda en manifestarse desde adentro, desde afuera debiera llegar una motivación o un empujó. Y Chamot entregó una leve señal cuando mandó a la cancha a Herrera, pero leyó demasiado tarde que a su equipo le hacía falta algún tipo de activación.
Fue un tropezón más, pero las consecuencias no son las mismas que cualquier otra derrota. La de anoche tuvo un efecto inmediato y contundente. El objetivo más fuerte del semestre que se había puesto en la mira quedó hecho añicos. Y esto sí seguramente marcará un punto de inflexión. Porque no hay maneras sencillas de reacomodar las piezas una y otra vez. No hay formas que un equipo se acostumbre a jugar de una determinada manera cuando los técnicos desfilan sin solución de continuidad. No hay equipo en el mundo al que las cosas en un año le sonrían si por el banco de suplentes pasan tres entrenadores. Lo de Montero quedó allá lejos en el tiempo, pero fue un proceso que dejó secuelas. La pendiente en la que ingresó el equipo con Leo Fernández agudizó el problema después de haber encontrado algunas soluciones (los puntos que sumó el canalla bajo su mando van a ser más valorados en el inicio de la próxima temporada). Y ahora con Chamot los remedios parecieron todos vencidos.
La pata dirigencial tiene su parte por supuesto y para ellos también deberá haber un tiempo de reflexiones precisas pero decididamente emparentadas con la realidad.
Central llegó a Brasil con un aura negativa que parecía imposible de romper y sobre la que se debía trabajar de una manera muy puntillosa. Algo más de amor propio hubo dentro de la cancha, pero el desafío se transformó en un saco que le quedó grande. Por eso fue derrota. Pero no una más, sino una que abona la idea de que algo en Central debe cambiar.
Central y sus malos nñúmeros en Brasil
Entre la Copa Libertadores, la Sudamericana, la Mercosur, la Master y la Copa de Oro, Rosario Central disputó 16 partidos oficiales en tierras brasileñas. Ganó solamente dos: 1-0 a Mineiro con gol de Carracedo en semifinales de Conmebol 1998 y 1-0 a Gremio con gol de Ruben en Libertadores 2016, empató 3 (uno de los cuales lo perdió por penales contra Mineiro en la Master 1996) y perdió 11.