"El jueves cueste lo que cueste", empezó a atronar en el Gigante, un rato antes de que la derrota ajustada ante el último campeón se consumara. Era importante, claro que sí, prepararse con un triunfo para lo que realmente cuenta. Porque antes su rival del jueves en la Copa Argentina había perdido nada menos que el superclásico. Porque había (y la hay) una racha preocupante en el campeonato local que no termina de cortarse y qué mejor que en la previa. Porque lo hubiera situado en un altar anímico respecto a River. Lo tuvo por momentos y se le esfumó en una ráfaga, propia de las que sufren los equipos armados para la ocasión como el que presentó anoche el Chacho, en la despedida del año del Gigante. Y acaso la suya, sea cual sea el resultado en Córdoba. Está por verse el futuro del DT e importa tan poco hoy como el 1-2 ante Lanús que pasará rápidamente a la historia. Desde hoy (desde anoche, en realidad), toda la energía está puesta en una sola ficha, la que puede darle al club el título esperado. Cuenta cada detalle desde ahora y Central, pese a la mueca de ayer y de todo el torneo, parece haber sacado una ventaja.
"Lo principal será recuperarnos en lo emocional", dijo un Marcelo Gallardo abatido en la conferencia de prensa de ayer tras el 2-4 ante Boca, un rato antes de que Central saliera a la cancha. Pero no solo ese golpe tremendo deberá absorber River en cuatro días. Hubo jugadores que finalizaron "tocados", como los goleadores Sebastián Driussi y Lucas Alario, además del Pitu Martínez. Muy distinto a lo que ocurrió después en Arroyito.
Es que por un lado, Damián Musto volvió a ser titular y a sentirse importante hasta la ráfaga de un minuto de Lanús, donde dio vuelta una victoria canalla posible. Fue sustituido enseguida pero Coudet lo tiene muy en cuenta para el jueves y pasó la prueba.
Pero además, el Chacho guardó a todos los titulares y ni siquiera dejó a Teófilo Gutiérrez en el banco como se presumía, en vistas de que el colombiano tampoco jugó el fin de semana pasado en Santa Fe. Ergo, su equipo desde lo físico llega entero. Y, se sabe, el ciclo de Coudet hizo de la cuestión atlética un fortín para sostener la futbolístca de los buenos momentos.
El árbol no debe tapar el bosque, por supuesto. Esta parte del extenso ciclo virtuoso de Coudet es la más floja a su mando. Elevó a 8 los partidos sin ganar en el torneo y además sólo cosechó 2 victorias de los últimos 21 partidos. Toda una rareza numérica para un semestre donde las metas trazadas eran mucho más altas que el 25º puesto que ocupa en el campeonato. Pero así y todo, hay una cara que lo sigue mostrando expectante, ilusionado como nunca y con argumentos para soñar con que, esta vez sí, la tercera final de Copa Argentina puede ser la vencida.
Por los pesares ajenos, que nunca se saben qué efectos dispararán pero que dejaron a River cacheteado. Y por las virtudes propias, por supuesto. Amén de anoche, hay un equipo en pie, como si fuera la otra cara que se vio muchas veces en todos los frentes, pero que hace rato quedó reservada solo a uno. Al de la Copa, la única obsesión canalla que espera ser coronada como este ciclo, que supo de mejores días pero está para conseguir lo que durante dos años jamás dejó de buscar.