Ahora que se sabe que levantar la Copa América Centenario 2016 será sólo cuestión de Argentina y Chile, una acertada estrategia de marketing de los organizadores sería vender la gran final del torneo como el partido de los rosarinos. Porque en ambas selecciones, las mismas que definieron el título el año pasado en Santiago, existe un marcado aporte de jugadores y entrenadores que engrandecieron la historia futbolística de nuestra ciudad. Por eso los alrededores del MetLife Stadium de Nueva Jersey deberían estar empapelados con la figura de Lionel Messi como la locomotora mediática a la que hay que enganchar una nueva edición del duelo que mantendrán Gerardo Martino y Juan Antonio Pizzi. También en esta cartelera del mejor estilo Hollywood no pueden faltar bajo ningún concepto las imágenes de Javier Mascherano, Ever Banega y Angel Di María.
Más que nunca, la cita del domingo le hace un guiño cómplice a esa famosa frase que acuñó hace unos años el célebre pensador futbolero Jorge Valdano, formado en el vivero de Newell's: "Ser rosarino es ser exageradamente argentino", dijo con su prosa el campeón del mundo en México 86. Cuánta razón y cuántos motivos tuvo para ocurrírsele semejante sentencia.
Basta con pegarle un vistazo a la acumulación de nombres con fuertes vínculos con Rosario que estarán presentes en el día en que se definirá el campeón. Apenas alcanza con hacerle caso a Valdano para no ser asaltado por el asombro. Ni siquiera aquellos que proyectan la final con el morbo de la venganza perfecta por lo que pasó entre Argentina y Chile en 2015 (la final ganada por penales por los anfitriones en Santiago) deberían mirar hacia otro lado. Todos los caminos conducen a Nueva Jersey, aunque Rosario siempre estará cerca, como canta otro símbolo de la ciudad como Fito Páez.
Martino todavía tiene atragantado el episodio de la definición por penales en el estadio Nacional de Santiago. Aún no lo pudo procesar. Tampoco sabe si alguna podrá digerirlo. Porque el Tata es el de los que cree que nunca un clavo saca a otro clavo. Puertas adentro, sí se juramentó que alguna vez se tomaría revancha. Y la vida deportiva se la dio. De nuevo frente a un entrenador afín a su ciudad natal. El año pasado debió ponerse espalda contra espalda contra Jorge Sampaoli, nacido en Casilda, a apenas 45 kilómetros de Rosario. Aunque el Zurdo, hasta cuando declara, lo hace como si fuera un vecino que vive enfrente del Monumento a la Bandera.
Esta vez será contra un entrenador más cercano a su presente y pasado. Al que ya le ganó las dos veces que se enfrentaron como técnicos de Argentina y Chile. Primero por las eliminatorias sudamericanas y luego hace apenas unas semanas en Santa Clara en el debut de ambas selecciones por el grupo D de esta Copa Centenario. El Tata clavó el puñal con el mismo marcador: 2-1.
Justamente como se escribió en estas mismas páginas para matizar aquel estreno de ambos DT en Estados Unidos, parece que no importa presentarlos de nuevo. Aunque nunca viene mal recordarlo. No todo el mundo sabe que Martino y Pizzi se conocen de toda la vida. Porque fueron rivales como futbolistas en los clásicos rosarinos en la década del 80 y luego se cruzaron dirigiendo en el fútbol argentino y en España. El Tata sentando en el banco de Newell's y Juan en el de San Lorenzo. Aquella vez fue triunfo de los rojinegros con gol de Maxi Rodríguez por el torneo final 2013, que a la postre consagraría a los rosarinos como campeones.
En España, Pizzi amargó con Valencia al Barcelona del Tata en el mismísimo Camp Nou. Fue 3 a 2 y en el equipo de Messi anotó uno de los tantos Alexis Sánchez, quien el domingo también disputará la final con la camiseta chilena.
Se agrega, sólo por si algún desprevenido no lo leyó en su momento, que uno es un símbolo de Newell's y el otro un pedazo gigantesco de la historia de Central. De ahí que en cualquier archivo se encuentra que la primera vez que se cruzaron en una cancha en sus etapas de futbolistas fue el 23 de abril de 1989 por la fecha 32 del torneo argentino, temporada 88/89. Central venció a Newell's 2-1, con goles de Cuffaro Russo y Bauza para el Canalla, y el Yaya Rossi anotó para la Lepra.
Dos al hilo de Martino y Pizzi. El 11 de junio de ese mismo año por el torneo Clasificación, primera fase, terminó en empate 1-1, pero el dato es que el Tata anotó el gol. Dos días más tarde, en el choque de vuelta, jugaron de nuevo y Newell's eliminó a Central con un contundente 5-3, y uno de los tantos fue de Pizzi, quien también terminó expulsado.
Y la última vez que se cruzaron adentro de un campo de juego fue el 10 de diciembre de 1989 en el Parque e hicieron tablas con un 2-2. Martino fue reemplazado a los 67' y Pizzi de nuevo expulsado.
Es cierto que aquel que lea todo este embrollo estadístico lo mínimo que se preguntará es qué carajo importa saber los antecedentes de cara a lo que ocurrirá con Martino y Pizzi en la final de la Copa América. Puede ser que tenga razón, pero los números entre ellos no hacen más que auxiliar una nueva saga de enfrentamientos personales entre técnicos identificados a fuego con Ñuls y Central.
Además, si algo tiene de especial para ellos este face to face (cara a cara) es que nada será como entonces. Porque esta vez lo que estará en juego es el título. Jugarán desde el banco, hasta el momento, el partido de sus vidas. Que discriminará a uno con el cartel de ganador y al otro con el de perdedor. Para uno la gloria. Para el otro la condenación. O que lo trague la tierra, sobre todo si es Martino.
También será una final que retratará como ninguna a dos entrenadores que jamás negociaron su ambición de superarse. Vaya si lo demostró Pizzi en esta Copa América Centenario.
Reconvirtió a Chile en ese equipo que zamarreaba a rivales hasta dejarlos impotentes y desnudos como en los mejores trazos del proceso de Sampaoli. A México directamente lo borró del mapa avergonzándolo con un 7-0 que por siempre será la peor pesadilla en la carrera de un técnico en ascenso como el colombiano Juan Carlos Osorio. A Colombia también le dio la medicina que más le duele y lo paralizó colectivamente. Es indudable que Argentina no se encontrará ni por asomo contra el rival de la primera fecha.
Martino también mostró sus ganas de progreso para inculcarle un estilo camaleónico a la selección argentina. Porque el equipo ya dejó de ser un extremista de la posesión y cuando debe acomodarse a un molde menos ambicioso lo hace sin remordimientos. Como pasó principalmente contra Venezuela y en menor medida frente a Estados Unidos. Claro, siempre naturalizando la opción de que Messi va al rescate cuando las papas queman. Pocas veces en la Copa el equipo se vio en esa situación y tampoco estuvo contra las cuerdas, aunque contra Chile seguramente experimentará en algún pasaje esa sensación.
"Por más que le ganamos las últimas dos veces que nos enfrentamos, una por las eliminatorias y la otra por esta Copa América, soy consciente de que Chile tiene mejor funcionamiento que nosotros. Maneja la presión alta y además tiene automatizados movimientos que a Argentina le lleva más tiempo tratar de desarrollarlos. Juan (por Pizzi) ya logró ponerle algo de su impronta al buen estilo que ya tenía con Sampaoli. Aquel que tenga alguna duda de eso tiene que mirar cómo jugó Chile contra México, uno de los candidatos de la prensa, según lo que escuché durante la primera fase", declaró Martino en la conferencia de prensa posterior al choque contra Estados Unidos, cuando ni siquiera sabía, aunque lo imaginaba, que Chile volvería a cruzarse en el camino de la albiceleste.
Pizzi, apenas consumada la victoria contra Colombia, también habló de Argentina y Martino: "Puede ser que lleguemos más fuertes, sobre todo por el rutilante resultado que logramos contra México. Pero Argentina es una de las mejores selecciones del mundo y sé muy bien con qué me voy a encontrar. Conozco cómo piensa Gerardo (por Martino) y él también sabe cómo pienso yo. En ese sentido, no creo que haya misterios. A mi equipo lo veo con buenas sensaciones", resumió.
Por el momento, final para el capítulo de Martino-Pizzi. Es tiempo de ponerse a degustar otro bocadito tentador para Rosario. Como será ver bajo las luces de las torres de babel a Lionel Messi, Javier Mascherano, quien nació en San Lorenzo pero es uno más de la ciudad, Ever Banega y Angel Di María (si llega en forma óptima tras la lesión). El paisaje neoyorquino también cobijará a Nahuel Guzmán, arquero con un vínculo inquebrantable con Newell's. Y si no fuera por esa pirueta que protagonizó y que le costó la fractura del codo izquierdo, Ezequiel Lavezzi hubiera sido otro fiel exponente de la escuela rosarina.
Leo, Masche y Angelito tienen otra oportunidad para dejar de "comer mierda", como alguna vez popularizó el Jefecito cuando perdió la final del Mundial 2014. De Messi ya se dijo y escribió bastante en los últimos días. No hay mucho por agregar. Sólo decir que tratará, una vez más y después de tantos intentos, escalar ese palo enjabonado que significó para él ganar un título con la camiseta de la selección argentina. Ya llegó a la punta del Everest de los récords personales. Pero necesita un éxito como levantar la Copa para quedar inmortalizado en el bronce junto a Diego Maradona.
Ojalá que Ever Banega pueda mantener en el summum de la exigencia el campeonato del carajo que está jugando en Estados Unidos. Es el volante que encontró Martino para que limpie el sendero con prolijidad y buen gusto por el trato de la pelota para que Leo se luzca con sus pinceladas.
Como ya es de público conocimiento, la cartelera que ofrecerá la gran final de la Copa América Centenario no sólo estará iluminada por el cosmopolitismo de Nueva Jersey. La presencia de los embajadores rosarinos adentro de la cancha también serán un foco de atención para los millones de espectadores que seguirán la definición de la que habla todo el mundo futbolero.