Muchas cosas tienen en común Jorge Balliengo (42) y Sofía Sánchez (31). La primera y más fuerte es la de haber sido olímpicos, una condición y a la vez un sueño que sólo pueden alcanzar unos pocos y que, dicen, deja huellas indelebles, para toda la vida. El lo fue en Beijing 2008 en lanzamiento de disco y ella en Londres 2012 y Río de Janeiro 2016 junto a su hermana gemela Etel, en natación artística. Los dos saben de qué se trata esa burbuja del deporte, lo que es estar bajo las luces del mundo aunque sea por un instante y que, en cierta manera, cuando ello ocurre, se los trate como héroes. Conocen las dos caras, la de la victoria y la de la derrota y saben cómo impactan cada una y a la vez tienen esa impronta de intentar ganar siempre ante la adversidad, como sea, desafiando los límites. Aún ya retirados.
Otras cosas los diferencian: edades, la generación a la que pertenecieron y cómo vivieron el deporte en tal o cual contexto, las propias disciplinas, las casas en las que se criaron y hasta las ideologías. Por qué no, la forma de ver el mundo. Aún así, con cualidades comunes y otras diferentes, otra cosa los vuelve a unir: la pelea que los dos están dando en medio de la pandemia por el Covid-19. Lo de “poner los pies en el barro” no es sólo una frase hecha. Porque pese a que esta situación se les presentó en un contexto de trabajo, pudieron optar por no hacerlo. Desde la comodidad todo resulta más sencillo. Pero no fue justamente eso lo que los movilizó.
“Mirá, puedo parecer loco, y muy cuerdo nunca estuve, pero yo estoy agradecido con esta situación, estoy conociendo a muchísimas personas y se me infla el ego sabiendo que de alguna manera puedo ayudar”, dice Jorge Balliengo, mientras ríe porque en realidad lo de loco viene de sus momentos de esplendor deportivo, siempre de perfil combativo, con cero drama para decir lo que piensa. Lejos de lo que muchos optarían por hacer, Palito fue el primero en bajar las camas que llegaban en los camiones para armar el centro de aislamiento del hipódromo y de los primeros también en subirse a esos mismos camiones para repartir bolsones de alimentos en los barrios más necesitados. También estuvo en el centro de refugiados para gente en situación de calle que se instaló en su momento en el club Los Caranchos.
En diciembre, a Jorge le llegó una oportunidad que nunca antes vio ni de cerca, pese a tener una carrera deportiva formidable y pese a haber reclamado por los derechos o situaciones de injusticias de los deportistas durante largo rato. La gestión de Pablo Javkin le ofreció trabajar y aportar su experiencia en la Secretaría de Deportes y Turismo de la ciudad. Sin embargo, cuando ese andar recién estaba iniciando, irrumpió la pandemia y los roles y obligaciones se modificaron. Ahí empezó otro raid: el de recorrer barrios, ir a los distritos y capacitarse en temas que rozan el deporte, pero sobre todo tiene que ver con cuidar las vidas humanas. De hecho, esa mutación de trabajo lo tiene muy codo a codo con los clubes.
Balliengo tiene bajo su responsabilidad recorrer instituciones deportivas (en esta etapa, cerradas por catorce días) que tienen casos sospechosos o positivos de Covid-19. Los aconseja, les da herramientas de protocolo y elabora informes. Cuenta que en un principio “los clubes llamaban temblando”, por el miedo a ser clausurados, pero que poco a poco la cuestión se fue tranquilizando. “Sabíamos que esto iba a pasar”, que iba a haber contagios en todos lados, aunque rescata que al trabajar con deportistas todo se simplifica, porque “los chicos tomaron conciencia y además son eso, deportistas y el deportista está acostumbrado a acatar órdenes, tiene disciplina”. Agrega que la manera en la que las autoridades y cuerpos técnicos asumieron el compromiso y responsabilidad ante este tema fue fundamental para que hoy “no haya tantos casos en los clubes”.
El propio Jorge, a modo de ejemplo cuenta que tiene amigos que le preguntan por qué no se queda en la casa porque se podría contagiar: “Claro, yo me quedo en mi casa porque como todos los días me baño, tengo ropa limpia y abrigada. Pero, ¿por qué no puedo salir a ayudar a otro que quizás ni come todos los días, ni se puede bañar o no tiene ropa abrigada?”. Y sigue: “¿Sabés qué? Con esto gané, gané todo. La parte social me gusta y hoy tengo el mejor trabajo del mundo, no puedo pedir más. Me encanta intentar ponerme al lado del otro, hay muchos que son empáticos cuando les conviene”.
Sofía Sánchez está lejos, muy lejos por estos días, del maquillaje y la búsqueda de perfección a la que la obligaba la natación artística. Quedó a años luz de las muñecas impolutas que pretendían ser y al menos tres veces por semana se sube a una camioneta para recorrer los barrios con un equipo de trabajo que toca el timbre casa por casa, que pregunta, que habla y ofrece, si es necesario, la posibilidad de hacerse un hisopado. Ese equipo, es parte de la reconversión a la que se vio sometido el grupo de trabajo de los Juegos Suramericanos Juveniles de Rosario 2021, que deberían llevarse a cabo en el segundo semestre pero a los que la pandemia puso en jaque. Entonces, algunos de los días, se trabaja para los Juegos inciertos y en los demás se enfrenta el Covid-19: “A mi más que nada me toca estar en la base, con las médicas. Generalmente llegamos a un barrio y esa base se arma en el Centro de Salud. Tomamos datos a las personas, recogemos información, analizamos quién puede necesitar algo más”, cuenta Sofía, quien además destaca que “dentro de lo malo siempre encontramos algo para reírnos”.
La referencia es a los cuidados protocolares que tienen para recorrer las zonas: guantes, barbijos, trajes y máscaras. “Hay menos riesgos ahí que si vas a un bar”, ejemplifica ante la consulta de si llegó a sentir temor por la situación. Y en este sentido también, amplía sobre su lectura de la realidad más allá de una avenida o un boulevard: “Siento que la gente de los barrios vulnerables se preocupa más que la clase media y hasta aparece más el miedo. De hecho hay más contagios porque quizás en un par de casas tenés viviendo de 10 a 15 personas. Ojo, yo lo digo siendo de clase media y no puedo entender cómo hay gente que se queja porque se tiene que quedar adentro cuando en realidad te están cuidando”. Para ella, una de las gemelas más famosas del deporte, con estas situaciones “una aprende a valorar lo que tiene”.
Sofía, como Jorge, nunca dudó en hacerle frente a lo que se le presentó y pese a esas comodidades que ella también podía elegir, aprende cada día: “En esto se combina todo, pero el ambiente está buenísimo porque se trabaja en equipo, como en el deporte. Me encanta, me gusta ayudar”. Y cierra: “Yo salía del club (GER), me iba a mi casa y nunca estuve en contacto con los barrios más allá de haber ido a algún comedor a llevar algo de alimentos. Esto es muy fuerte. Es otro mundo”.