Vinicius, que ya terminó su trabajo, se corre del centro de la escena para darle paso a Tom, que estará en las pantallas del mundo entre el 7 y el 18 de septiembre, aunque lamentablemente no tendrá la difusión masiva que tuvo su amigo. Vinicius y Tom representan la fauna y la flora brasileñas y son las mascotas de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, respectivamente. Por si hace falta, aunque no parece, se aclara que Vinicius y Tom no son nombres tomados al azar, sino que responden a Vinicius de Moraes y Tom Jobim y fueron votados por el pueblo brasileño.
El domingo, cuando la luz del día empezó a retirarse ya no hubo más medallas por disputar. Terminaron los Juegos Olímpicos con una amplia victoria de Estados Unidos, un gran segundo puesto para Gran Bretaña por delante de China, la mermada Rusia y Alemania. Fueron los mejores Juegos de la historia para el local y Argentina igualó su mejor marca en cantidad de medallas doradas después de 68 años.
Tom, la mascota que sale a escena, cree que no hay barreras que no puedan ser superadas y su mensaje llega a partir de una aplicación para celulares y tabletas que ya está disponible. Río, la verdadera, retomará por unos días su ritmo y características incomparables y volverá a darle paso al deporte entre el 7 y el 18 del mes próximo aunque en una dosis bastante más tranquila. Después, todo quedará enfocado hacia Tokio, ciudad sede de la competencia en 2020. Terminaron los Juegos Olímpicos. Río estuvo a la altura de las circunstancias. Fue una competencia algo diferente a la convencional porque en un país en el que el fútbol es el sentimiento principal, los festejos y las exteriorizaciones son, justamente, escasamente convencionales. Pero nada más que eso. Sólo algunas vestiduras rasgadas de ocasión y tibias objeciones, nadie podrá reclamar cosas extrañas al menos desde lo deportivo. De lo demás, que se encarguen las autoridades, que para eso fueron elegidas. En realidad, en este caso, lamentablemente no tanto.
Más allá de que en breve llegarán los Juegos Paralímpicos, parte de la mole comenzó a ser desarmada ayer mismo. Las estructuras tubulares gigantescas que se instalaron para que la gente pueda traspasar las grandes avenidas de Barra de Tijuca sin mayores riesgos desaparecerán en un par de días. El BRT, el genial sistema de transporte rápido en ómnibus, dejó de realizar desde ayer a las 6 de la mañana algunos de sus recorridos transolímpicos, como el que llevaba al público desde Morro do Outeiro, a escasos metros del Parque Olímpico, al Centro Olímpico de Hockey en apenas 22 minutos, muy utilizado por los argentinos por obvias razones.
A pesar de que ya no hay transporte, la Vila Militar, sede del ejército brasileño, retendrá para siempre el rugido de los heroicos Leones del Chapa Retegui. También las inesperadas penurias de Las Leonas, lamentablemente. Y a un kilómetro de allí todavía sobrevuela el penal de Gastón Revol en el seven bajo la lluvia, que se fue por milímetros ante Gran Bretaña en tiempo cumplido. No importa Gastón, la próxima va adentro.
Ayer a la mañana el Parque Olímpico, que albergó cientos de miles de personas en 17 días, estaba desolado. Los estadios Arena Carioca 1, 2 y 3, que hasta el domingo mismo bramaban de pasión ,ahora ofrecían un silencio abrumador.
El gigante de casi un millón y 200 mil metros cuadrados debe esperar hasta el 7 de septiembre para volver a vibrar. Pero dentro de sus escenarios quedarán encerrados para siempre la hazaña de Peque Pareto y su llanto con la medalla de oro en el pecho, las furiosas derechas de Juan Martín Del Potro que inclinaron a Djokovic y a Nadal y la inolvidable victoria de la selección de básquet sobre Brasil en dos tiempos suplementarios.
A mitad de camino entre Barra y el aeropuerto Galeao sobresale majestuoso el Estadio Olímpico, donde quedaron guardados para siempre los triunfos del irrepetible Usain Bolt.
El Maracaná y el Maracanazinho atesorarán por siempre entre sus paredes los logros más festejados del pueblo brasileño: las medallas de oro en fútbol y en vóley. En algún rinconcito del Maracanazinho deben rebotar aún los ecos de la tremenda victoria de la selección argentina de vóley sobre Rusia, por entonces campeón olímpico.
En Marina da Gloria todavía parece verse la impresionante recuperación de Santiago Lange y Cecilia Carranza Saroli tras cumplir una sanción en la última boya y ganar la medalla de oro.
El Cristo y el Pan de Azúcar vuelven a ser los principales centros de atracción junto con las incomparables caminatas a la orilla del mar por Copacabana, Ipanema o Leblon.
Los Juegos dejan un vacío difícil de llenar, pero esta ciudad se encargará en horas de volver a poner cada cosa en su lugar para seguir siendo la Ciudad Maravillosa.
Desde ayer los taxis pueden transitar por las cercanías de los escenarios, algo que estaba vedado hasta un kilómetro a la redonda. En el Galeao, la paranoia por la seguridad aflojó algo, aunque no del todo. Siguen estando los soldados del ejército con tranco cansino, mirada gélida y penetrante y el dedo índice en el gatillo, pero en menor cantidad.
En la recorrida final se advierte que el merchandising está un poco más barato. Unos 20 reales menos (multiplicar por cinco) en general. En el free shop nada cambió, todo sigue siendo muy caro. A buen entendedor.
Es el último llamado para abordar el vuelo 1251 de Aerolíneas Argentinas que en poco más de 2 horas y media aterrizará en el aeropuerto internacional de Ezeiza. Será bueno volver a escuchar el castellano de corrido después de veinte días de portugués carioca, que no es cualquier portugués.
Hasta siempre Río, fue un placer.