Hay hechos que dejan una huella indeleble, una marca de fuego para sus protagonistas, como el campeonato obtenido por Gimnasia y Esgrima en 1991, logro del que se cumplieron treinta años y que anoche el plantel recordó en un encuentro en el parque Independencia.
Ese año, el torneo tuvo una primera fase clasificatoria donde jugaron todos contra todos y posteriormente, los equipos se dividieron en dos zonas, campeonato y estímulo, las cuales se disputaron a dos ruedas, también todos contra todos y sin tener en cuenta los puntos obtenidos en la primera rueda.
Tanto Gimnasia como Jockey tuvieron a lo largo del campeonato rendimientos muy parejos por eso no extrañó que ambos llegaran a la última fecha con pretensiones de llevarse la corona. En esa instancia, Gimnasia, con sólo empatar, lograba el objetivo.
En ese contexto, el último cotejo del campeonato tuvo ribetes de una verdadera final. El partido estaba llegando a su fin cuando el resultado señalaba sólo tres puntos de diferencia a favor del Jockey (15-12) que aguantaba los embates mens sanas como podía.
Corrían 38 minutos del complemento cuando la ansiedad de Gimnasia fabricó un penal. Manuel García paró la pelota y soportó esa presión que existe en los momentos clave, y éste vaya si lo era. El fullback tomó la responsabilidad del envío a los postes pero a diferencia de otras veces, esta vez el acierto le daría a la gente del parque Independencia un nuevo campeonato. “El derechazo fue furibundo, lleno de gloria”, graficó el Diario La Capital en la crónica del partido al penal con el que Gimnasia le empató el partido a Jockey y con ese resultado logró el tercer título en su historia.
Los del Parque Independencia, conducidos técnicamente por Gustavo Todeschini y Rubén Serri, en ese partido salieron a la cancha con Marcelo Ponzellini, Fabián Tulino y Miguel Mansilla; Nicolás Bossicovich y Alejandro Beltramone; Gerardo Glusman, Raúl Kauffman (capitán) y Esteban Berca; Darío Mutazzi y Hugo Cabeza; Gonzalo Romero Acuña, Martín Molina, Luis Eliceche y Maximiliano Airaldi; Manuel García. Completaron el plantel, Claudio Brandolini, Ernesto Gabutti, Oscar Morales, Esteban Meritano, Carlos Valdez, Pablo Calviño, Pablo Amato, Marcelo Prieto, Eduardo Mignardi, Esteban Amirante, Edgardo Mignardi, Magín Gallay, Sebastián Gómez, Horacio Vidal, Ramiro López y Alejandro Lorenzo.
El juego de Gimnasia era total, atrevido, de mucho despliegue físico, con mucho juego. Estuvieron muy bien preparados físicamente y eso influyó en que cada uno de los integrantes pudiera llevar adelante esa idea y que se vieran los resultados. “En sí el equipo era equilibrado y cada jugador se ubicaba en la cancha donde tenía que ir y sabía lo que tenía que hacer. Tenía forwards aguerridos y con movilidad, y tres cuartos virtuosos y veloces”, destacó Raúl Kaufman, capitán del equipo auriazul de entonces.
“Más allá del estilo de juego, el equipo tenía actitud y ganas de ganar. Las claves del campeonato estuvieron en tratar de jugar siempre en campo contrario y aprovechar todas las oportunidades de marcar, sea como fuera. El juego en sí era conservador y con una defensa muy sólida, porque pensábamos que un buen ataque parte de una buena defensa”, completó el líder.
La mayoría de los integrantes del plantel coincidieron en que cuando jugaban “tenían varios objetivos: uno era ganar, otro jugar bien y otro divertir a la gente que iba a ver el partido; pero el objetivo del Ratón (Rubén Serri) era ganar jugando bien, no hacerlo a cualquier precio”.
Una de las características que mostró este equipo fue, además de lo parejo y competitivo, la disciplina dentro de la cancha. Pero dentro de ese marco no todo era tan perfecto. Según contó Gustavo Todeschini , “teníamos una disciplina casi total y también a Luis Eliceche, un gran indisciplinado. Con el equipo se habían establecido determinadas jugadas para llevar el juego a un sector porque íbamos a establecer una diferencia segura para poder marcar pero Luis agarraba para otro lado, porque no había gente, o bien porque había descubierto un hueco. Por un lado chocamos con esas indisciplinas, pero por el otro, a veces nos dieron muchas satisfacciones”.
Con ese título el grupo vio premiado su esfuerzo en las largas horas de entrenamiento en Pueblo Esther, “porque con el Ratón se sabía cuando empezaba el entrenamiento pero nunca cuando terminaba” como recordaron muchos de sus dirigidos. En ese sentido hubo hechos que pasaron a formar parte de la galería de las anécdotas, como el que ocurrió una noche en la que fueron a practicar -como tantas otras- y se cortó la luz. Cuando todos pensaron que la práctica se suspendía, Serri pidió que colocaran los autos al costado de la cancha con las luces encendidas. Así entrenaron. Lógicamente, los jugadores no lo podían creer.
En Gimnasia es muy recordado el partido que ese año perdieron frente Old Resian porque no patearon a los palos ni aún desde lugares factibles. Ese era el estilo de Serri, una forma de jugar que llevaron adelante todo ese año, pero vaya paradoja del destino: el campeonato llegó gracias a un penal de Manuel García.