Un grupo de amigos, una pelota, dos camisetas, el mismo amor. La previa del clásico entre Central y Newell’s enciende ese folklore que, lamentablemente, al único lugar donde no se puede llevar es a la cancha donde se juega el partido más importante de Rosario. En La Quinta del club Universitario, en el corazón del barrio Las Delicias, desde hace diez años más o menos (no hay una fecha cierta y de acuerdo a lo consultado depende del año), varios socios de la institución adelantan ese encuentro que divide a la ciudad en dos.
En ese arranque hubo un grupo fundacional que sembró una semilla que, sin pensarlo, fue creciendo con los años. Eran los tiempos en el que el recordado Negro Fontanarrosa despuntaba el vicio y no se cansaba de decir: “No tengo pasta de atleta, apenas la muevo un poco” .
El tiempo fue pasando y ese grupo creció, hasta que no quedó otra que dividirlo para que todos pudieran jugar. Y así lo hicieron. Cada sábado juegan todos juntos y como marca el evangelio de los picados en los potreros, la elección es a “pan y queso”, pero cuando se avecina el clásico la cosa cambia: Este partido solamente lo pueden jugar los que verdaderamente son de Central o Newell’s, “el resto del mundo” debe abstenerse.
“Somos amigos con distintas camisetas y si bien jugamos con dientes apretados, cuando esto termina nos vamos comer todos juntos, porque para nosotros la amistad es lo primero”, destacó Hernán Armentano, apellido canalla si los hay.
En su mayoría son ex jugadores de rugby, por eso el final de la jornada se corona con un buen Tercer Tiempo, donde el partido pasa a ser una anécdota más. El reglamento es propio. Por ejemplo, en caso de penal y gol, se patea el penal; y cada falta es seguida de interminables discusiones en el que el fallo se inclina generalmente para el que grita más fuerte. Tanto es así que hasta llegaron a anular goles, como pasó ayer. “Muchos de estos juegan al rugby con los Classic y no se quejan como lo hacen acá”, destacó uno de los participantes de neta cepa futbolera.
Para la crónica, el partido fue de mucha adrenalina y alguna que otra pierna fuerte que no pasó a mayores. Ganó Newell’s, que tuvo un equipo más equilibrado y mejores individualidades. Javier Solá (2), Sebastián Todaro y Guillermo Golik señalaron para la lepra, mientras que Oscar Tasca y Javier Forcen marcaron el descuento canalla.
“Estos partidos se juegan por la camiseta que uno quiere y no se regala nada”, dijo Sola, el goleador rojinegro que como genuino hincha, lamenta no poder ir mañana a la cancha: “La gente tiene que recapacitar para que el clásico vuelva a ser una fiesta con las dos hinchadas”, dijo.