Para que
Central tenga grandes chances de ganarle el 15 de diciembre a River la final de la
Copa Argentina, en la formación titular debe estar sí o sí Teófilo Gutiérrez. Aquel que no vea esta situación tiene una venda en los ojos o vive en el limbo todo el tiempo. El delantero colombiano es el único que cuenta con la llave para abrir la puerta del título. El resto del equipo de
Coudet podrá ayudarlo a forzar la cerradura, pero sólo el talento de Teo hará posible que el hincha canalla se quede con el botín de la vuelta olímpica.
Si algo tiene Teo es que está llamado a cambiar la historia de aquellos partidos que se empecinan en dejar una huella. Lo demostró el miércoles 30 de noviembre contra Belgrano cuando destrabó un trámite que se encaminaba pantanoso para Central.
No necesitó ni de convertir un gol para aflojarle la soga que tenía en el cuello el equipo del Chacho hasta antes de la expulsión de Guillermo Farré. Le bastó con un par de toques de distinción para hacerlo echar al volante pirata en el primer tiempo y decirle a Marco Ruben "tomá y hacelo" cuando sacó un centro desde un lugar de la cancha que sólo un elegido podía enviarlo. Y terminó de confirmar que fue el chico de la tapa en la noche formoseña cuando puso a Walter Montoya mano a mano con Olave para sellar la clasificación.
Central ganó esa noche exclusivamente por la influencia que tuvo Teo en el trámite. Con esa desfachatez propia de un pendenciero, el colombiano les hizo lo que quiso a todos los jugadores que estaban en la cancha. A los rivales supo martirizarlos hasta sacarlos de quicio y a sus compañeros les tendió una mano cuando no sabían qué colectivo debían tomar.
También ayudó a Coudet a encontrar algunas respuestas que no llegaban desde el banco. Es que así como Teo lució resolutivo para tomar el toro por las astas, al Chacho le agarró una parálisis alarmante a la hora de la toma de decisiones. Algo parecido hizo por el entrenador canalla en el empate contra Boca por el torneo local en La Bombonera. Aquella tarde, Boca le estaba pegando un baile de novela a Central hasta que Teo definió como un maestro ante la salida de Sara. Empató el partido, pero su aporte fue más allá que eso.
Llegó hasta el límite de la incitación a la violencia. Porque luego del gol, festejó haciéndose la seña de la banda roja cruzada en alusión a que es hincha de River. Así gozó a los hinchas xeneizes en su retirada, pero también se llevó a Centurión a las duchas y sacó del partido a todo Boca. De no haber ocurrido eso, el conjunto de los Barros Schelotto se lo hubieran llevado puesto a Central por juego y prepotencia.
También contra Boca, aunque por la eliminatoria de la Copa Argentina, Teo se quedó en el banco por decisión de Coudet. Como Central pasó de fase hoy todo lo que se diga queda reducido a una mera anécdota, pero sólo un técnico de decisiones inentendibles como Coudet puede prescindir de un jugador de la estatura de Teo para jugar un partido de semejante envergadura. Le salió bien a costa de colgarse del travesaño y quedar a merced de la falta de efectividad de Boca. Pero si algo se recuerda de aquel choque en Córdoba fue el zarandeo que le pegó Boca en el segundo tiempo a Central.
Con Teo en la cancha, Central hubiera tenido más posibilidades de pasarla mejor. Sencillamente porque él es un especialista en dormir con su fútbol a equipos que están despiertos. Por todo esto y muchas cosas más, Teo debe ser la locomotora canalla a la que se enganche el equipo para ganarle a River. A no ser que Coudet derrape de nuevo y lo deje en el banco, Teo tiene el pase para la posteridad.