Sorpresivamente, al menos para el afuera, Pablo Crer le dijo adiós a la selección argentina de vóley tras 15 años de una carrera formidable y a poco más de un mes de los Juegos Olímpicos de Tokio, cita por la que estaba peleando un lugar a la vez que se encontraba en Italia disputando la Liga de las Naciones como escala previa. Sin embargo, un click le hizo poner ahora, sobre la mesa, una decisión que no es sencilla de tomar, pero que él asumió convencido. Así, el central rosarino de 2,05 metros y 31 años le puso el punto final a una etapa de su vida que mayormente lo colmó de alegrías. Entre tanto, Pablo Crer se fue de la selección habiendo disputado tres mundiales de mayores y dos Juegos Olímpicos, además de pertenecer a una de las camadas más talentosas que dio su deporte en la rama masculina.
"Llegó el momento de decirle adiós a la camiseta más hermosa que uno se puede poner, a la que me puso la piel de gallina durante los 15 años que la vestí. Pasaron 15 años desde la primera vez y siempre dejé todo por ella. Hoy es momento de guardarla con la sensación y el orgullo de saber que siempre la defendí y dejé més que la vida. Es una decisión pura y exclusivamente personal de sentir que hasta llegó. Más que agradecido al cuerpo técnico encabezado por @marcelo_r_mendez (Marcelo Méndez) y @hdileo (Horacio Dileo) quienes en este último tiempo confiaron en mí, pero a lo largo de estos años pasaron varios y excelentes. Nada que decir de los jugadores que gran parte de ellos son hermanos que la vida me dio. No quiero sonar triste porque nunca estuve más feliz que con esa camiseta y jamás pensé vivir lo que viví!!! Será un adiós como jugador. Gracias, gracias y gracias. ¡VAMOS ARGENTINA, SE TE AMA!". Así, con una emoción equivalente al tamaño de la sorpresa que generó el anuncio para el mundo voleibolístico, Pablo se despidió a través de su cuenta de Instagram @pablocrer14. Y para cuando lo hizo, por supuesto, ya estaba "abajo" de la Liga de las Naciones.
La decisión fue extraña para el afuera por el momento en que se dio. Tras cumplir otra temporada en Polonia, donde juega desde hace algunos años, Pablo viajó a Buenos Aires para sumarse a los entrenamientos en el Cenard bajo las órdenes de Marcelo Méndez. Cuando estaba a punto de subirse al avión con el equipo para disputar la Liga de las Naciones de vóley en Rimini, Italia, como certamen previo (y de altísimo nivel) a los Juegos Olímpicos un compañero dio positivo de coronavirus y él fue uno de los aislados por contacto estrecho. Fue a Italia más tarde junto a otros jugadores (la mitad del plantel viajó después del debut en el torneo), jugó algunos minutos y finalmente este viernes anunció que ya no sería parte. Ni de la selección ni de la pelea interna con los otros centrales para llegar a Tokio.
Lejos de otros años en que él y su amigo Sebastián Solé (también rosarino, se criaron a una cuadra de distancia en el barrio Triángulo de la Zona Oeste) eran números puestos en esa posición, esta vez Pablo la tenía más complicada en la carrera con los otros centrales: el propio Sebas, Agustín Loser y Martín Ramos, habiendo tres lugares en la lista, para cuatro jugadores. No hay que descartar en la determinación cuánto juega el contexto pandemia, unos Juegos en Tokio, con todas las restricciones que tendrá, entre ello la imposibilidad de las familias de estar cerca de los deportistas, ya que no se permite el ingreso de público extranjero. A Pablo, muy familiero, por caso, su familia lo acompañó en Río de Janeiro 2016.
Sea cual sea el combo de razones, uno de los mejores voleibolistas surgidos en la ciudad, deja la selección. Es probable que cuando Pablo arrancó a jugar al vóley en Barrio Triángulo, en el club homónimo para hacer amigos, no haya tenido idea de todo lo que le esperaba. Ni siquiera cuando uno de sus primeros entrenadores, Matías Guidolín, le pedía saltar hacia las ramas de los árboles haciendo la carrera de ataque. Guidolín le decía que cuando saliera de entrenar desandara el trayecto a su casa mirando las ramas más altas e intentara imaginarlas como si fueran pelotas, emulando saltos de quien al principio jugaba de opuesto.
En Sonder hizo los primeros pasos y jugó Liga Argentina con sólo 17 años. En Villa María creció ya empezando a imaginar que quería vivir y hacer de esto. La mayor parte de su carrera en clubes la hizo en el país, vistiendo los colores del multicampeón y poderoso Bolívar. Actualmente y desde hace unos años juega para el Trefl Gdansk de Polonia. De las selecciones nacionales empezó a ser parte el mismo año que se contactó con el vóley, en concentraciones que más que nada eran una captación de talentos en la que su altura cautivó. Arrancó en menores, siguió en juveniles (bronce mundialista) y por supuesto, saltó a la mayor donde se hizo de un lugar de referencia pese a su perfil bajo. Además de ser campeón panamericano, jugó los mundiales de 2010, 2014, y 2018, los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016 y cientos de partidos internacionales.
Pablo Crer construyó, sin vueltas, una carrera excepcional y se abrió un camino de ensueño en el vóley, que ya no lo verá con la albiceleste pero que todavía le levanta pelotas para seguir jugando y disfrutando.