Caso I: El representante de un futbolista que pretende Central como refuerzo se sorprende que ningún directivo o el director deportivo se haya comunicado con él para conocer la situación de su representado. “El que me llamó fue Christian (Bragarnik), pero el jugador tiene contrato y para que salga deben hacerle una propuesta a su actual club”, le relató el empresario futbolístico a Ovación, quien solicitó preservar su nombre para no perjudicar la proyección de su cliente.
Caso II: El directivo de un club, en el que milita otro futbolista pretendido por el técnico Diego Cocca, también hizo una reflexión similar. “Con nosotros en todo momento se contactó Bragarnik para gestionar en nombre de Central, nos envió una propuesta por nuestro jugador, a la que consideramos insuficiente”, confió sobre una negociación en ciernes.
Hay una corriente de pensamiento que sostiene que Christian Bragarnik es el dueño de la pelota. Le adjudican un poder por el caudal de jugadores y técnicos representados, omitiendo de manera inconcebible el rol de los clubes, los que en definitiva tienen la potestad de sus futbolistas mediante contratos debidamente rubricados. Cada vínculo se rescinde o no en base a un monto de dinero y no al antojo de quien representa al jugador. Donde la opinión de las directivos deben ser determinantes.
Esto no implica que no haya dirigentes que subordinen sus gestiones al citado empresario. Eso depende de la capacidad colectiva del gobierno de la entidad. Hay casos en los que concedieron todas las decisiones por haber contratado a un técnico de esa escudería. Pero hay otros clubes que también eligieron a un DT de dicha empresa pero nunca resignaron el poder de decidir en defensa de los derechos de la entidad.
Tal vez la creencia del empresario todopoderoso tenga su anclaje en lo que sucedía en otros tiempos, cuando Settimio Aloisio y Gustavo Mascardi gravitaban en el mercado porque el vacío legal les permitía no sólo representar jugadores sino también comprarlos. Esa facultad los ponía en un lugar monopólico, en el que compraban y vendían a pedido.
La fiscalización y control del negocio para evitar evasión fiscal y lavado de dinero impuso normativas que hoy impiden aquel formato. Razón por la cual a través de los contratos los clubes son dueños temporales de los derechos federativos, en los que se establece el pago por la prestación de servicios (derechos económicos) por un determinado tiempo, y habitualmente con cláusulas de salida.
Entonces, por más que un empresario tenga un caudal de muchos futbolistas bajo su representación, no puede disponer libremente de sus clientes cuando ellos tienen un compromiso firmado con un club. Es decir que no puede sacar y poner jugadores a discreción. Necesita acordar y rescindir contratos, pero siempre con el dinero de los clubes.
En definitiva, Bragarnik tiene el poder que cada club que utiliza sus servicios quiera concederle. Es un error garrafal pensar que el agente dispondrá de cualquier jugador que representa a su libre albedrío, como si las instituciones fueran simples piezas que se acomodan a su conveniencia.
No obstante, la falta de liderazgo político y la debilidad económica hacen vulnerable a un club en esta relación de fuerza, por lo que muchas veces terminan cediendo la gestión futbolística.
¿Será esta la situación de Central? Hay indicios de que sí. Porque mientras el empresario gestiona los refuerzos, los directivos buscan con denuedo los fondos para afrontar las contrataciones.
Cuando Cocca sentenció “a los refuerzos los elijo yo”, y cuando los directivos informaron que se reunirían con Bragarnik para analizar las contrataciones solicitadas por el entrenador, quedó establecida la hoja de ruta, la que invita a proyectar un mercado con inversión acotada y con un desafío mayor para el DT, quien en el inicio de la pretemporada dejó en claro que habrá un criterio pragmático y utilitario para encarar lo que viene. Eso sí, con Bragarnik.