Dentro de escasos tres días deberá asumir un nuevo desafío. De igual tinte que lo experimentado en Avellaneda recientemente. Porque Gimnasia no está para andar tirando manteca al techo ni mucho menos. El Lobo tiene la bondadosa obligación de aferrarse a la victoria para empezar a enderezarse en esta Superliga, que desde esta noche se reanudará oficialmente. Central llegará a esta cita parado por el punto que terminó rasguñando ante Independiente. Sin embargo, no llega tan sólido desde lo emocional como a fines del 2017. El manual de estilo interno indica que debe hallar cuanto antes una articulación eficaz y utilitaria que tenga la capacidad para generar además mayor confianza. Leo Fernández está intentando resolver los deberes en un escaso período con el material que tiene a mano. Habrá que ver cómo le irá en la mesa de La Plata el lunes próximo.
La paridad frente al Diablo pertenece al pasado. Los de Arroyito no chocaron contra su realidad porque desde que Fernández tomó la posta, todo fue viento en popa prácticamente desde lo numérico. No obstante, es cierto que viene de acusar algunas vacilaciones y ahora enfrenta la misión de recuperar la imagen ganadora que supo tejer ante Talleres, Boca y Newell's.
Está claro que los canallas deben apartarse de las efímeras estridencias que desprendieron una vez que Paolo Montero decidió dar un paso al costado. El fútbol no permite relajarse un instante por lo dinámico e impensado que es por naturaleza.
Que hay cierta tranquilidad por haber arrancado el año sin caídas, es verdad. Como también que tendrá que ratificar que el punto que viene de sumar no fue obra de la casualidad como muchos imaginan. Es real además que los auriazules deberán hallar cuando antes un funcionamiento eficaz y confiable. Que sea sobre todo utilitario e inteligente para que el equipo tenga la tonalidad de repetir sus mejores puestas en escena para brindar confianza a propios y extraños.
La realidad también indica que Leo Fernández tendrá que saber afrontar varias contiendas. Encaró este semestre alocado sin refuerzos en cancha como hacía muchos años no sucedía en el club. También con un piberío que pinta para ser la renovación de algunas piezas importantes en un futuro cercano, pero que a la vez deben aprender a caminar primero para luego poder correr en el profesionalismo.
Se desprende por la simple lógica racional que el técnico se está jugando el cuero de verdad con las herramientas caseras que tiene a mano básicamente. Lo positivo es que viene dejando sentado tener capacidad de resolución. Sea en el rearmado del equipo como a la hora de implementar una táctica o algún funcionamiento sobre la misma marcha.
Ante Independiente mostró falencias a la hora de la recuperación. La línea de los volantes terminó colapsando en ese sentido. Tampoco exhibió un conductor definido. Quizá ese hombre sea Néstor Ortigoza. Pero hasta que el Gordo no se recupere la lesión en el sóleo y acumule minutos de acción quedará en el imaginario colectivo quién podría ser la usina de juego que necesita este equipo.
Por eso es que Central tiene que apuntar a hacerse fuerte a través de la generosidad de juego que pretende el DT, la entrega colectiva y la practicidad que mostró ante Boca y Newell's sobre todo. También debe encontrar variantes cuando pierde la brújula.
Entonces, el empate ante Independiente puede decodificarse como que terminó siendo como un cable a tierra. Que a la vez dejó algunos contrastes, típicos de un equipo en formación y que aún está modelando su horizonte.