A los sábados a la noche se los espera en general para un festejo. Es el momento de la distensión, de dejar atrás la semana de trabajo y buscar una alegría en el ámbito que sea. El fixture de la Superliga fue caprichoso para ubicar a los referentes del fútbol ciudadano en el mismo día y horario. Verlos por TV podría resultar un parto, y así fue casi siempre. Todo lo que ocurrió fue previsible, opaco, y casi no levantó a las tribunas. Pero el final no encontró en el mismo lugar a Newell’s y a Central, sobre todo en un cierre en el que pasaron cosas, como se justificaba el ex presidente Macri. Los rojinegros fueron los que lamentaron la puesta en escena de cierre, porque con uno menos reclamaron penal, que si Abal lo hubiera cobrado le daba la chance de quebrar el 0-0 ante Estudiantes. Los auriazules en cambio celebraron en Banfield la cosecha dividida. Es que también fue un encuentro de gol-gana y el Taladro había convertido a 2’ del epílogo. El mazazo que hubiera seguido en cadena a lo que fue el 0-5 en Avellaneda lo evitó un apellido ilustre estampado en la camiseta de un uruguayo que hace sus primeras armas: Cristian González, en la última. Lógico que Central la tomara como un desahogo.