El fútbol presenta situaciones que en algunos casos ameritan ser desglosadas para así evidenciar los comportamientos que deben modificarse si se pretende otra realidad. Fundamentalmente porque hay actitudes que están atravesadas por el sentimentalismo que nutre al deporte más convocante. Mucho más en la Argentina, donde los antagonismos llegan al extremo de negar los hechos que configuran un contexto irrefutable.
Por usos y costumbres del fútbol nuestro de cada día es ley que los ídolos de las hinchadas mantengan siempre sus fueros de inmunidad. No habrá nada ni nadie que modifique ese rango. Sólo el propio ídolo podrá quebrantarlo en caso que rompa ese juramento público que alguna vez hizo sin que alguien se lo pida: en el país jugar únicamente con la camiseta del club que lo vio nacer.
En ese incumplimiento todo el amor muta en desprecio, como ocurre en Vélez con Mauro Zárate, quien por irse a Boca deja de ser el último gran ídolo de la gente de Liniers. Ahí el colectivo popular se aferra a la frase "ni olvido ni perdón" y se encarga de recordarlo en cada ocasión.
Pero salvo ese comportamiento estereotipado en las tribunas como "alta traición", ninguna otra actitud controvertida pone en riesgo esa inmunidad que generosamente el público le otorga a su jugador fetiche.
Ni siquiera las exigencias desmesuradas que en ocasiones exhiben estos ídolos a la hora de ponerle precio a sus servicios, sin siquiera importarles si las arcas del club pueden o no pagar lo que pretenden.
El precio del poder
Tan poco importan las finanzas en esas oportunidades, que es recurrente oír a simpatizantes que exigen pagar lo que sea para que su ídolo regrese, incluso en ocasiones en las que el jugador ya ni se acerca a aquellos rendimientos estelares que lo llevaron a hacerse acreedor de esa distinción popular.
Es por ello que son pocos los dirigentes, con responsabilidad de gestión, que se disponen a pagar el costo político de decirle que no a ciertos regresos excesivamente onerosos para no quebrar la débiles tesorerías institucionales, gestiones que incluso pagaron con derrotas electorales esa determinación.
Porque justamente la mayoría de los directivos para evitar el costo político que puede dejarlos sin el poder y sus beneficios, optan por el costo económico sin importarles que ese compromiso ponga en riesgo la viabilidad del club el día de mañana. Total ese mañana ya será responsabilidad de otro gobierno.
Matriz cultural
Ese razonamiento típico parido por la matriz cultural en la cual transcurre la sociedad, donde se prioriza el beneficio individual por sobre el general, es el que también condiciona financiera y futbolísticamente la actualidad de muchos clubes.
Matriz cultural que, aunque cueste asumirla, tiene su soporte en aquellos socios e hinchas que priorizan el regreso de sus ídolos sin mensurar esa ecuación que componen el costo financiero y la rentabilidad deportiva.
Porque muchas veces el afecto los lleva a poner un sobreprecio al hipotético rendimiento que ese futbolista puede alcanzar, que por cuestiones biológicas razonablemente ya no será similar al que ofreció en el pasado antes de emigrar.
Paradójicamente los propios ídolos transitan situaciones similares. Porque ellos a su vez hacen una sobrevaloración de sí mismos, y es allí donde muchos (no todos) exigen contratos onerosos para el fútbol criollo, o reclaman renovaciones también a elevados montos sin siquiera hacer una autocrítica de sus actuaciones.
O lo que es peor, admiten que tuvieron un mal año futbolístico pero igual reclaman que sus haberes sean aumentados mediante la actualización del valor del dólar con el cual fijaron el vínculo.
Por supuesto que esos reclamos en forma habitual se hacen en privado, pero cuando las cifras trascienden, en determinado sector social generan cierta indignación porque ese jugador gana en un año lo que un operario o empleado no percibiría ni sumando los salarios de toda una vida. Sí, así de abismal la distancia.
También es obsceno que quienes hacen trascender las cifras sean los mismos que rubricaron ese acuerdo con el ídolo.
Pero como ejemplos de estos hechos sobran en cada club que se elija, aquí lo importante es desglosar los roles para comprobar que las situaciones no son producto del azar sino por acción de los diferentes actores.
Porque si bien las idolatrías no prescriben, lo que hay que revisar es si en algunos casos resulta imprescindible asumir compromisos tan costosos, más cuando lo que se invierte es en pos de una rentabilidad futbolística que en definitiva no se obtiene.
Los ídolos no se discuten. Lo que sí puede discutirse es si algunos no son demasiado caros.