Imposible abstraerse a la emoción, no intentar meterse en la cabeza de ese hombre que con el año nuevo cumplirá medio siglo. Cómo hacer para reflejar un análisis, cuando se está frente al imperio de los sentimientos. De ese piloto amado por los propios y muy respetado por los ajenos, que fue llevado al podio por su pueblo como a Irigoyen cuando asumió su primer gobierno. Que lloró como un niño todo el fin de semana y más tras la consagración, junto a su esposa y esos hijos que cuando logró su primer título hace 11 años apenas sí entendían qué ocurría. En la nueva era del Turismo Carretera, que hizo que volviera a prevalecer la muñeca humana, no fue casualidad que el campeonato quedara en manos del más veterano de los protagonistas. Sí. Omar Martínez, el que hace algunos años había anunciado el retiro. Y le dicen Gurí.
En el año donde los motores varilleros dejaron paso a los multiválvulas, donde los autos se descargaron aerodinámicamente para favorecer el espectáculo, no fue casualidad que el de ayer, el de cierre ante una multitud que desbordó el Mouras, lo dieran Martínez y Guillermo Ortelli, otro de los de la vieja guardia que soñó con el triunfo y el título hasta la última curva, siempre que al Gurí le pasaba algo así como lo que le ocurrió al séxtuple en La Pampa (rompió motor cuando lideraba cómodo hace 2 fechas). Cómo no iba a pelearle la victoria, una vez que pudo desembarazarse de Werner, si le hubiera dado el título por medio punto sobre Matías Rossi en caso de que el entrerriano abandonara.
Pero el Ford del Gurí, el mejor de la temporada por lo regular que fue en casi todos los circuitos, no aflojó, él tampoco ante el asedio insoportable de Ortelli, y celebró el segundo campeonato ganando, cuando le sobraba con el segundo puesto. Pero así se consagran los grandes de verdad, como cuando en la serie y en la final dejó parados a Pernía y a Werner al final de la recta en la largada (pareció que su coprovinciano lo ayudó bastante).
Desde que Rossi quedó 22º en la clasificación, Martínez supo que la lucha era contra él mismo. Que si no le pasaba nada o no cometía errores, el título no se le escapaba. Curioso, el Granadero llegó líder a la final pero fue Ortelli, el más amado de los hinchas de Chevrolet como el Gurí de Ford, el que le opuso mayor resistencia y así agrandó su mérito. Si hasta dio lástima ver al ahora ex campeón ser superado en pista por ¡Gastón Mazzacane! Todo dicho sobre lo que fue su performance.
Hace 25 años obtenía el primero de sus 8 títulos nacionales (F-Renault) y hacía 11 que no celebraba uno, desde aquel primero del TC. Este año se subió por primera vez a un karting para mantenerse en forma y acompañar a su hijo Agustín (12 años) sus primeros pasos donde, curiosamente, también se consagró en Entre Ríos. Hace 2 anunció su retiro y se arrepintió. Y lejos de irse con toda la gloria ya aseguró que lucirá el 1 en 2016 y hasta su incursión en el Turismo Nacional. De Gurí sólo tiene ese llanto que le sale fácil. En todo lo demás, como lo demostró ayer soportando además más de 50 grados en el habitáculo, es de esos pilotos que hay pocos en el automovilismo. Un ídolo. Un grande. El más grande, en todo sentido.
Otra gran despedida para acompañar a Ortelli
Los pilotos de la región ya preparan el año que viene, y mientras los del Turismo Carretera ya tienen definido su futuro, algunos del TC Pista están en veremos e inclusive sueñan con dar el gran salto. Se verá. Por lo pronto, Facundo Ardusso se despidió del Trotta Racing con su segundo tercer puesto consecutivo en el campeonato.
El parejense, tercero también en 2014, llevará la mejor Dodge del año a la estructura que contiene hoy a Guillermo Ortelli: el JP Racing. Ardusso cambia, mientras que el de Carreras, Juan Marcos Angelini, seguirá bajo el ala del UR Racing. A ellos tiene ganas de sumarse el de Cuatro Esquinas Sebastián Diruscio. El Colo no quiere seguir en el TCP y está tramitando la autorización para poder correr con Dodge, que deberá adquirir a la ACTC, y aspira a seguir bajo la estructura del SVG Racing, del piloto de Las Rosas Aldo Tedeschi.
También Ramiro Galarza, de Acebal, sueña con volver a correr el año próximo. Este año se dedicó a jefe de su propio equipo, alquilando sus dos Dodge a Nicolás Dianda (estuvo a punto de ser subcampeón ayer) y Gastón Todino, y cuando este último faltó en Rafaela, lo condujo a la victoria. Un rato después lo desclasificaban porque el motor tenía mayor cilindrada a la permitida, lo que le valió la sanción de 6 meses a Claudio Garófalo, el reconocido motorista. Si consigue presupuesto, volverá a conducir en TC o TCP.
Habrá que ver hace Nicolás González. Tras ganar el subcampeonato, tiene la chance directa de subir al TC y seguramente la tomará. Sí seguirán en el TCP el rosarino Alejandro González y el de Guadalupe Norte Marcos Muchiut.
Entre Ríos, fútbol y automovilismo, de fiesta en fiesta
Después de una calurosa conferencia de prensa y de parar a sacarse mil y una fotos desde la sala hasta su trailer, su equipo festejó bañándolo en espuma, como un prólogo de lo que iba a ser anoche su regreso a Paraná, que este año está de parabienes. Es que acaba de celebrar el ascenso de Patronato a la primera división del fútbol mayor y se aprestaba a recibir al Gurí como un héroe. Entre Ríos, con sus 3 carreras (en la capital, Concordia y Concepción del Uruguay), el título de Omar Martínez y el festejo futbolero, encima por penales, hizo capote en 2015.
Una fiesta multitudinaria
Impresionante. Desbordante. El Roberto Mouras de La Plata lució como nunca y los memoriosos recordaron que nunca se vio así desde su inauguración hace casi 20 años. De hecho, Ovación fue testigo de la definición de 2012, donde también hubo lucha apretada de las marcas más fuertes, y ni por asomo se comparó a lo vivido el fin de semana, en cantidad de público y pasión. El Turismo Carretera tuvo un cierre de año excepcional para un año que arrancó complicado y ratificó una vez más que no sólo es la categoría más popular, sino que no tiene nada que envidiarles a las mejores citas del fútbol, además de desarrollarse sin violencia. Ah! Y sin dudas el que más despertó el fervor popular todo el fin de semana fue el campeón, el Gurí Martínez, por lejos.
El viernes ya hubo un anuncio con la gente que se llegó al autódromo enclavado lejos de la ciudad de La Plata, pero a mano del corazón tuerca del país. El sábado subió la temperatura con una concurrencia extraordinaria y un calor infernal, que se multiplicó ayer con un espectáculo increíble, con una autovía 2 repleta de autos y un ingreso (único, angosto para semejante demanda) saturado, donde quedó claro que se llegaba más rápido caminando.
Fue tanta la pasión, que la tribuna de boxes, amplia, larga y alta, se completó casi dos horas antes de la primera serie. O sea, ¡a las 7 de la mañana! Y el público seguía arribando, con heladeras en mano, tratando de empujar para que todos se apiñen al cabo y así aguantaran desde ese momento hasta que se bajó la bandera a cuadros allá por las 2 de la tarde. De hecho, más de uno debió ser atendido por los médicos.
Y el que ganó por escándalo en el aplausómetro, desde que llegó a La Plata, fue Omar Martínez. Por su carisma sencillo, siempre sonriente y la empatía de que haya luchado, y ganado, el título con 50 años a punto de cumplir en enero, se robó todas las ovaciones y el cariño de la gente. Hasta cuando su Ford era simplemente empujado por las calles de boxes por sus mecánicos para las revisiones técnicas. Ni hablar, cuando se asomaba en su box para el delirio de los que buscaban una selfie, que reemplazó bastante al autógrafo. O al final (ver material principal).
Algunos argumentaron que “se regalaron muchas entradas”, pero no es una explicación para las más de 65 mil almas (la voz del autódromo exageró hasta 80 mil) que se bancaron felices un domingo tórrido. Hay que tener verdadera pasión para recorrer kilómetros, hacer largas colas para el ingreso, y bancarse horas y horas apretujados esperando que los motores del TC se encienden. Si el gobernador santafesino Miguel Lifschtiz cumple su promesa electoral de alargar el Fangio, Rosario seguramente dará la misma respuesta pronto. Un espectáculo inigualable.