A medida que se acerca el Mundial, las comparaciones son cada vez más comunes, diarias. Y la referencia principal, casi excluyente, el parámetro, es la selección del 86. Mientras Argentina no gane su tercera Copa del Mundo, la vara va a estar en México. Por eso, cada movimiento remite a aquella epopeya del Estadio Azteca que a medida que pasan los años se agiganta.
Este texto no será la excepción. Será odioso como toda comparación, pero necesario para desactivar uno de los mitos que atraviesa transversalmente a la generación Messi: la preponderancia del grupo por sobre la calidad individual.
Muchas veces, casi siempre, se le da mucha más importancia de la que corresponde a la convivencia. Al fin y al cabo, la competencia ecuménica es sólo un mes en el que todos tienen que tener bien claro el objetivo. No es necesario, menos todavía una condición sine qua non que los futbolistas sean amigos para que el equipo funcione, sólo tienen que coincidir en el objetivo.
Más allá de las bondades futbolísticas de los protagonistas, Sampaoli parece querer salirse del tan mentado grupo al convocar a Centurión, pero muestra obediencia cuando incluye (todavía no es oficial) a Icardi entre los 12 que no viajarán a Rusia a pesar de ser su estilo de delantero preferido para este torneo puntualmente.
No obstante, históricamente sucedió que hubo ausencias trascendentes, mucho más que la de Icardi ahora.
Un poco de historia
Diego, Jota Jota López, el Tano Pernía, el Lobo Carrascosa y el Loco Gatti fueron grandes ausentes de Argentina 78, pero lo que seguramente hubiera derivado en una gran polémica terminó en anécdota porque la selección fue campeona del mundo.
El Pato Fillol, Ramón Díaz, el Beto Márcico, Ricardo Gareca y Miguel Angel Russo no estuvieron en México 86. Es más, hubo un ausente convocado. Daniel Passarella estuvo con el grupo, dentro de la lista de Bilardo, pero nunca jugó. Era Maradona o el Káiser y el doctor nunca dudo. Apenas asumió viajó a Barcelona para darle la capitanía.
Hubiera sido un escándalo histórico, pero Argentina fue otra vez campeón del mundo y todo lo demás pasó a un segundo plano.
Hay muchísimos ejemplos: Fernando Redondo faltó en Francia 98 porque no se sometió, entre otras cosas, al corte masivo de pelo que proponía Daniel Passarella y Riquelme no estuvo en Corea-Japón 2002 porque Bielsa no jugaba con enganche.
Siempre hubo ausencias polémicas. Y al revés también.
Cuentan que la junta militar le sugirió imperativamente a Menotti que incluyera en la lista —por entonces de 22— al Beto Alonso. Y también que sacara al capitán Jorge Carrascosa por sus preferencias políticas. Esto último no hizo falta porque el ex lateral izquierdo de Central renunció a la selección harto del ambiente del fútbol.
"El mundo del fútbol en el que yo estaba no era el mejor de los mundos. Me empecé a sentir mal cuando vi el tema de los incentivos, la droga. ¿Te parece lindo saber que vas a salir campeón porque el árbitro te va a dar un penal?", supo decir el gran Lobo.
En el 86 Diego le pidió a Bilardo que lo lleve a Bochini, su ídolo de pequeño. "Cuando vi que entraba Bochini, me pareció que tocaba el cielo con las manos, por eso lo primero que hice fue tirar una pared con él. En ese momento sentí que estaba tirando una pared con Dios", dijo Maradona tras el choque semifinal de México 86 frente a Bélgica. El Bocha jugó 2 minutos y 36 segundos en el Estadio Azteca.
De regreso al presente
No necesariamente las listas tienen que estar integradas por un grupo de amigos. En realidad, tienen que estar los mejores, si son amigos, mucho mejor, pero fundamentalmente los mejores. Ejemplos de grupos construidos para ganar hay en cantidades.
En el Newell's campeón de 2013 Martino tuvo entre sus principales figuras a Heinze, Bernardi, Maxi y Scocco. ¿Eran todos amigos o los mejores?
En el Boca más ganador de la historia convivían el Patrón Bermúdez, Serna, Riquelme, Guillermo, Delgado, Palermo... Una especie de todos contra todos con espacios de sana convivencia sólo dentro de la cancha. Ese Boca fue campeón de América 3 veces y del mundo 2.
La frase de Román es el principal mandamiento: "Nunca vi un jugador con tantas virtudes como Palermo. Fue un lujo jugar con el mejor 9 de los últimos 20 años. Viatri es muy amigo mío y con Martín sólo tuve una relación de compañeros. Entre amigos, elegía jugar con Viatri, pero si tenía que jugar por plata, elegía sin dudas a Palermo".
En el 87 Central festejó con Balbis, Bauza y Palma entre los 11. Todos líderes, de enorme personalidad y en las antípodas de los pensamientos unos de otros.
El paradigma es, justamente, la selección del 86. La pelea entre Maradona y Passarella presagiaba lo peor. En ese plantel también estaban Pumpido, Ruggeri, Burruchaga, Batista, Brown, Valdano...
"Nos dijimos de todo, de todo... Vivíamos de reunión en reunión. Y en una de esas fue que me agarré con Passarella. Ahí definimos que éramos nosotros contra el mundo, así que más vale que tiráramos todos para el mismo lado. Y tiramos, cómo tiramos... A mí las concentraciones siempre me ataron, siempre me ahogaron, pero aquella vez fue distinto: porque nos sinceramos, porque nos dijimos las cosas en la cara. A partir de eso, todo creció", cuenta Diego en uno de sus libros.
"En aquella selección había dos grupos. Por un lado los que apoyaban a Passarella. Estaban Valdano, Bochini, varios. Passarella les había llenado la cabeza y por eso decían que nosotros habíamos llegado tarde porque estábamos tomando falopa", recuerda Diego sobre un incidente con el único futbolista argentino de la historia que fue campeón del mundo dos veces con la selección.
Para los desconfiadores permanentes de Maradona hay otros testimonios de aquella convivencia, un montón.
"Yo estaba, supuestamente, con los que no habíamos hecho las cosas como las teníamos que hacer. Era un grupo de pesados, pero pesados bien: de gente joven con mucha personalidad. Creo que se logró el campeonato del mundo por haber tenido esas reuniones", rememora el Checho Batista, también DT de la selección en la Copa América de 2011.
"Las reuniones fueron duras y sirvieron para consolidar el grupo. Había gente con mucho carácter y siempre es necesario decir las cosas de frente. Sinceramente, resultaron un puntapié inicial para después quedarnos con el torneo. De todas, la más fuerte fue en México. Las charlas sirven cuando vos podés largar todo, no sirven de nada si te quedás con algo adentro. De ellas, o salís abrazado o salís peleado, y de la más brava salimos todos abrazados", explica Pumpido.
"Hubo varias reuniones. En Colombia y también en México. Son reuniones que, a veces, el técnico tiene que provocar. No podés dejar que se reúnan los jugadores sin saberlo vos. Si algo anda mal, les decís: «¿Por qué no hablan a ver qué pasa?» ¡Pum! Ya provocaste la reunión. Hubo cuatro o cinco", cuenta Bilardo.
Los grupos no los forman los jugadores, los construyen los entrenadores a partir de una nómina que debe incluir a los mejores, no necesariamente amigos.
¿No es temerario ser tan tajante? Para nada, hay dos títulos mundiales de argumentos.