La advertencia, previa al 27S, de que el Barcelona quedaría marginado de la liga española si Catalunya lograba su independencia no hizo mella. El domingo pasado los dos partidos a favor del independentismo catalán (“Junts pel Sí”, Juntos por el Sí, y “Candidatura d´ Unitat Popular”, CUP) obtuvieron mayoría absoluta: 72 diputados de los 135 escaños que se repartían en unos comicios presentados como plebiscitarios sobre la secesión.
“Ese fue uno de los argumentos unionistas (contrarios al secesionismo catalán), pero para alguien independentista lo futbolístico da igual: el argumento histórico, sentimental y económico es muy fuerte. Al fin y al cabo el Barsa es un negocio que la liga española no querrá perder y un plantel que seduce a cualquier liga europea”, dijo ayer en diálogo con Ovación el periodista catalán Jordi Pi, del diario El Mundo.
La advertencia la había expresado días previos a las elecciones el presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Javier Tebas. Dijo que la legislación vigente en España no permitiría a los clubes de estados extranjeros participar en la liga española, excepto a los equipos del principado de Andorra.
“Si no hay negociación bilateral sería una liga sin equipos catalanes, no solamente en fútbol, en liga ACB (básquet), en la Asobal (handbal). Los equipos catalanes no podrían disputar ninguna competición en España, al menos que continúen en España”, había añadido el dirigente a tono con el primer ministro español Mariano Rajoy, quien insiste, inamovible, en no dialogar sobre el tema.
Pero ni el temor de que desaparezca el derby entre Real Madrid y Barcelona ni la posibilidad de que el destino de los azulgrana sea jugar en la miniliga catalana o que la selección española se vacíe de jugadores como Xavi, Piqué, Fábregas, Busquets o Jordi Alba torció la mayoritaria decisión independentista. “El gobierno español se negaba a hacer el referéndum, entonces lo impulsaron los independentistas. Y la participación fue histórica (más del 77%)”, dijo el periodista Pi, hincha de Barsa.
La región de Catalunya representa nada más y nada menos que el 20% del PBI del país. Solvencia económica y lengua propia (duramente reprimida por el franquismo) parecen ser sólo dos aspectos suficientes para bregar por la independencia. ¿Por qué, entonces, la discusión futbolera? Porque Catalunya tiene a Barcelona y el Barsa a Messi: el mejor jugador del mundo, entre otras tantas estrellas, sostienen desde futboleros hasta economistas. Desde que apareció la Pulga en el equipo culé se instaló la marca “Barcelona” en el mundo, por encima de la española (como muestra de esa globalización basta recorrer cualquier potrero del mundo para ver a un pibe vistiendo la camiseta azulgrana de la Pulga); una visibilidad ganada con tecnología pero también con millones de euros en patrocinio y TV.
El escritor español Manuel Vázquez Montalbán definió al Barcelona como “el ejército simbólico y desarmado de Cataluña”. Pero, habría que agregar, armado en “pitidos” potentes al decir por la última final de la Copa del Rey. Los hinchas silbaron el himno español y el club debió pagar 66 mil euros de multa. Los catalanes nacionalistas parecen ir por todo. Votos, euros y fútbol les sobran.
“Habría jugado con la selección catalana”. El ex técnico del Barcelona y actual del Bayern, Pep Guardiola, abiertamente independentista, dijo que “si hubiera habido un Estado catalán habría jugadocon la selección catalana”. Rescató las elecciones y agregó: “Lo importante es que la gente votó, no si el Barsa permanecerá en la liga española”.
El tenista Alex Corretja apoyó y luego se bajó. Cuando aún era capitán del equipo español de la Davis, el tenista Alex Corretja manifestó su adhesión al independentismo, pero fue criticado duramente. Luego se incluyó su foto en la plataforma Guanyarem, integrada por Piqué y Cruyff entre otros, pero se bajó aduciendo haber sido “utilizado”.
Pasión culé por Messi. Los hinchas marcan que el hijo de la Pulga, Thiago, nació a las 17.14 .Y cada partido a los 17minutos 14 segundos recuerdan que en 1714 entró Felipe V a Barcelona para abolir instituciones e imponer el castellano.