Deslumbrante fue la fiesta que desplegó la hinchada del Flamengo para festejar los 114 años de
su fundación. Fue en el estadio Maracaná donde 84 mil personas vibraron de emoción y elevaron una
placa de color al cielo para escribir en rojinegro: “A maior torcida do mundo faz a
diferença”.
La enorme hinchada carioca marcó con su sello la jornada que empezó desde temprano y tuvo su
pico máximo con la salida del equipo a la cancha y el despliegue del imponente mosaico que formó la
frase y un dibujo circular que inundó completamente las tribunas del estadio. La perfecta
organización de la torcida no dejó detalle al azar para que la fiesta sea total y sobre todo para
que cada uno de los espectadores se sienta parte primordial de la celebración.
Y así fue. Esa tarde en el Maracaná había que realizar un esfuerzo para atender las instancias
del juego entusiasta pero sin profundidad entre Flamengo y Goias. El rugido ensordecedor y los
miles de brazos moviéndose con exactitud y a ritmo que solo los brasileños logran con naturalidad
se convirtieron en un imán para todos los que se animaron a soportar los 35° que entrada la noche
todavía agobiaban ese rincón mítico de Río de Janeiro.
Sin dudas lo mejor ocurrió antes de que se inicie el encuentro. Primero porque fue en el único
momento que se gritaron goles (los de Botafogo que bajó a San Pablo por 3 a 2). Casi la mitad del
estadio estaba lleno desde por lo menos tres horas antes siguiendo por las radios portátiles y
televisores de los palcos el resultado de los paulistas, líderes del Brasilerao, que dejaron
servida en bandeja la oportunidad para que el Fla, escolta a dos puntos, se suba solo a la punta a
tres fechas del final.
El grito de gol da existencia a la pasión futbolera en cualquier cancha del mundo, esta vez los
tantos de otro equipo lograban la explosión rojinegra en el Maracaná y hacían crecer la ilusión del
público que se mantenía en estado de euforia al grito de “Eu sou Fla”. La jornada se
iba poniendo cada vez más caliente y las letras de los cánticos reproducidos en las pantallas
gigantes eran aprendidas hasta por los turistas que enseguida estaban trepados a las cadeiras o
butacas encantados por la energía de la hinchada carioca, una de las más populares del mundo.
Ya con la caída de los paulistas, los torcedores del Fla se dispusieron a poner en práctica eso
de “hacer todo lo que esté al alcance para empujar al Flamengo al triunfo”. En cada
asiento del estadio la organización conformada por todas las corrientes internas de la torcida
(Urubuzada, Torcida Joven, Flamanguaça, Flashow, Pasión Rubro Negra, Dragones) colocó una placa de
papel de unos 60 x 40 cm. De un lado se leían las explicaciones de lo que cada espectador debía
realizar y del otro, el color liso (rojo, negro y blanco) que debía mostrarse hacia la cancha a la
hora señalada.
Las instrucciones en portugués y en inglés eran claras. “Esta placa debe ser levantada con
la fase colorida virada para el campo de juego solamente cuando el equipo entre a la cancha”,
decía el paso número uno y después cada palabra intentaba convencer a quien reciba el mensaje de lo
fundamental que era su participación para formar el estupendo mosaico.
“Con su colaboración vamos a quedar en la historia”, invitaba la leyenda que además
había logrado el patrocinio de una importante empresa orgullosa de ser rojinegro. Y salió el
equipo, cada torcedor levantó su placa y se formó la frase.
Impactante, reconfortante el viejo designio de que cada parte es fundamental para que funcione
el todo. El compromiso fue completo para arribar al momento mágico de la noche, a tal punto que
cada uno resignó la foto de ocasión para no dejar al mosaico más grande del mundo sin una
pieza.
¿El partido? El Mengao, como lo dicen al Fla, empató en cero con el Goias y dejó escapar una
chance de oro. La revancha llegó al fin de semana siguiente, los rojinegros le
ganaron al Corinthians por 2 a 0 y se pusieron punteros a una fecha del final con el
objetivo de lograr lo que espera la apasionada torcida, volver a ser campeones después de 17
años.