Se trata de un apasionamiento desmesurado, a veces autodestructivo y cruel. Una especie de masoquismo que pueden padecer, como dice el tango, tanto un "burro" como un "gran profesor". Un manojo de actitudes y discursos que se ponen de manifiesto en varios escenarios de la sociedad pero que tienen una relación fuerte con el fútbol. Y que lamentable se potencia antes, durante y después de un clásico: más en el rosarino, entre Newell's y Central. Se trata del fanatismo, un entusiasmo ciego.
Ovación no consultó por este tema a un deportista, ni siquiera a una persona que juega o le conmueve el fútbol, porque la problemática trasciende al universo de la redonda. Este diario dialogó con la doctora en Comunicación por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y máster en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Sandra Valdettaro, quien hizo mención al fanatismo en lo deportivo pero también lo señaló como signo político de época y un "dejar de jugar". Para ella, cualquiera puede lúdicamente hablar de "vencer o eliminar al otro", pero "cuando el juego comienza a ser verdadero, hay una literalidad psicótica mezcla de violencia, segregación y crueldad, se trata de otra cosa, algo que podría derivar en fascismo".
Valdettaro analiza la decisión de jugar un clásico sin hinchadas y fuera de la ciudad que es lo que sucederá el próximo jueves cuando leprosos y canallas se enfrenten a las 15.30, en la cancha de Arsenal de Sarandí
"Toda esa vuelta por jugar lejos y sin simpatizantes es para invisibilizar algo por demás visible: la imposibilidad de jugar y de que haya una fiesta porque si se juega como se debería, se matan".
Acciones en virtud de apaciguar los ánimos hay a montones. De hecho ayer mismo dos ex jugadores referentes de cada club como son Angel Di María y Nahuel Guzmán hicieron público un video, en el que mediante el poema "Ausencias" del ex jugador de Newell's Kurt Lutman (ver aparte) pidieron que se juegue un clásico sin fanatismos. Pero ni aún allí estuvieron ausentes las evocaciones a lo más brutal y extremo del fanatismo: la eliminación del otro, toda una señal de lo que se está hablando.
Paradojas
"En el fútbol hay una base emotiva fuerte, que empalma con los fanatismos de todo tipo, hasta hay una gramática similar con otras expresiones. En el rock será la misa ricotera, en el fútbol la lógica del aguante. La paradoja es cómo se construye la otredad en todos los casos. Están aquellos que son nombrados como posibles enemigos para el enunciador y aún así se sienten identificados. Un buen ejemplo es el del candidato de ultraderecha (Jair) Bolsonaro, quien apela a la normalidad blanca y la opone a todo tipo de minorías, y resulta que un jugador como Ronaldinho se identifica. ¿Cómo se autopercibe alguien afro y a la vez se identifica con un enunciador político que apunta a eliminarlo? Hay una multietnicidad de brasileños que apoya fanáticamente a Bolsonaro, hasta niños. Creo que curiosamente hay una identificación más emotiva que racional, esto es, no importa que se explique sobre la discriminación, la cuestión va por otro lado que no es lo ideológico sino lo emotivo. Un signo de época lo de Brasil, donde las expresiones de Trump quedan como suaves", ironiza Valdettaro.
Y ¿cuál ese signo de época? "La segregación", manifiesta la doctora en comunicación.
"Se tiende a construir una comunidad de fanáticos que ponen todo lo malo en el otro, el fútbol es sólo un caso porque en realidad se irradia en toda la sociedad y a nivel global, no sólo en Latinoamérica. Los excluidos a nivel global manifiestan una crueldad extrema. Antes le decíamos racismo ahora segregación. Y lo paradojal es que hubo ampliación de derechos personales de todo tipo y el efecto de parte de gran parte de la sociedad es la violencia. Creo que los líderes políticos y deportivos, y también los intelectuales, debemos preguntarnos qué pasó, que hicimos para que ese lazo social esté tan deteriorado".
Ausencias
"Que Rosario mire el clásico como una mujer y un hombre enamorados. Que se enciendan. Se apasionen. Que se prendan fuego. Cómplices. Que con esos ojos los mire, siempre con la sensación que este partido pueda alterar el destino del universo. Que Rosario mire el clásico con miran las pupilas de un viejo laburante, con manos nobles y la radio pegada al oído mientras suplica: "Jueguen al fútbol pibes, jueguen al fútbol". Que así sea. Pero avísenle al árbitro que no empiece todavía. Que falta gente. Que somos menos que antes. Faltan todos esos pibes que luego de este partido en años anteriores se toparon con la muerte. Los mataron. Nos mataron. Nos matamos. No importa de qué color era la camiseta que compraron, ahorrando peso a peso ilusionados. No están. Que Rosario mire esa cancha con ojos de madre. De una vez por todas con ojos y te abrace. O que mejor, lo miren con ojos de niño. Que se asombre, que tropiece, que se raspe, que se ría. Y que ningún resultado, sea cual sea, se lleve consigo ningún alma más".
Kurt Lutman ("Semillas para barriletes", 2017)