"Perdimos la localía, muchachos". Marcelo Gallardo hizo una de las lecturas más dolorosas y lo que más lo golpeó. En el combo de situaciones vergonzantes que pasaron en torno a la revancha final de la Copa Libertadores este punto no pasa desapercibido para el DT de River. Es que los millonarios tenían la fiesta preparada hace más de una semana en un Monumental desbordante, pero los tristes incidentes producidos en los alrededores del estadio hizo trizas todo el espectáculo. Y más de 60 mil almas se quedaron sin final a pesar de haber desembolsado miles de pesos. A la gran mayoría le arrebataron un espectáculo único que se jugará a diez mil kilómetros, en el Bernabeu, que nada tiene que ver con esta competencia. En todo esto primó el negocio por sobre la pasión que comulgan muchos, pero que por unos pocos no vivirán la final soñada. Ahora el negocio lo hacen otros, la Conmebol y los merengues que compraron ticket a 100 o 200 euros y los venden desde mil a 3 mil.
"Por qué nos pasan esas cosas y nos permitimos creer que en un partido es distinto a la vida diaria, por qué toleramos violencias que en el día a día no estamos de acuerdo", se preguntó el presidente Mauricio Macri en una rueda de prensa, donde principalmente sacó conclusiones de la cumbre del G20. Justamente uno de los que debería tener respuestas a todo esto que pasa donde no se puede garantizar un encuentro y tenga que ser llevado del otro lado del océano.
"A mí me parece mucho peor que unos violentos que tiran piedras a un colectivo los que escupen a otra persona que tienen al lado. Me parece inaceptable. Lo que pasó en el ingreso a la confitería de River, con las autoridades del fútbol internacional, es muchísimo más grave que lo que pasó en la calle", agregó el presidente haciendo referencia al maltrato que recibió el presidente de la Fifa, Gianni Infantino.
Todo fue grave y vergonzoso. Y los dislates no se terminaron en esos hechos sino que continuaron a lo largo de varios días, con determinaciones de la Conmebol privilegiando el gran negocio que se le presentó y la negativa tanto de River como Boca de no aceptar jugar en Madrid. Cada uno con sus distintos argumentos, uno porque no quiere perder la localía y el otro recurriendo a la vía legal.
"Marche preso", se dice en el barrio cuando los reclamos quedan en el aire y prevalece la determinación del más poderoso, en este caso el organismo del fútbol sudamericano que recibió el respaldo de la Fifa. Un verdadero cambalache donde los argentinos perdieron y le sacaron uno de los clásicos más populares del mundo.
No hubo voces de apoyo a esta determinación en el planeta fútbol. Jugadores, ex futbolistas, técnicos, dirigentes, entre otros, rechazaron esta medida adoptada. Pero el tiempo pasó y a pesar de los pataleos millonarios y xeneizes no hay vuelta atrás. La final será en España, donde sólo los privilegiados —con alto poder adquisitivo— podrán estar presentes. Y, seguramente, algunos barras, por supuesto.
"Perdimos la localía", insistió con desazón el Muñeco. River no tendrá esa ventaja que puede otorgar jugar en casa con su gente, sino que ahora habrá aliento para los dos. Será a diez kilómetros, en el estadio del Real Madrid, lejos de todo. Con una pasión diferente y una copa manchada hasta el hartazgo. Por culpa de los violentos, pero también por la voracidad de algunos (los organizadores) de hacer el gran negocio.