El Central de Pizzi ganó y transmitió sensaciones que parecían olvidadas

Era el reencuentro. Y como ocurre en estas circunstancias, los nervios, la ansiedad, la pasión, el temor, el entusiasmo y la precaución confluyeron en un mismo lugar. En el Gigante. Allí donde cientos y cientos de centralistas se encaminaron como peregrinos. Familias enteras surcaban las calles con su propia liturgia. Las mismas que recorrieron tres horas después con la satisfacción de un triunfo más luchado que jugado, pero con la tranquilidad de que sobre dos partidos disputados, hay dos ganados. Seis puntos sobre seis. Un hecho que hacía mucho Central no protagonizaba. Y para muchos padres y chicos representó un lindo regalo para disfrutar el Día del Niño.

Fue el partido del reencuentro. El de Juan Antonio Pizzi con su club de origen. Ahora como director técnico. El de Talamonti, Lequi y Ferrari con su hábitat natural. Tres que volvieron como referentes de una época muy diferente a la actual. Pero más allá de todo esto, el más importante de los reencuentros fue el de los hinchas con la ilusión de retornar a la primera división. Esa quimera que se rompió en la temporada pasada y que ahora se presentó como un deber, como una obligación ineludible, esa que genera una sensación más emparentada al alivio que a la alegría. Relacionada a la imprescindible necesidad de volver a ser para prescindir de ese dolor de haber sido.

Por eso, en el marco de los regresos, la tarde amaneció con el festejo del gol de Castillejos, otro de los canallas que volvió sobre sus pasos para repetir una conversión y nutrir de esperanza la posibilidad de ascender. Una misión lejana, que demandará mucho sacrificio.

Porque el derrotero es extenso, como fue ayer el partido ante Gimnasia, en el que la exigua diferencia en el resultado mantuvo tensa a la multitud, tensión que seguirá vigente por varias decenas de partidos más porque el fútbol en el ascenso deja pocos resquicios a la seguridad.

Pero Central ganó y no es poco. Repitió una actuación más sustentada en la lucha que en el juego atildado. Donde los futbolistas pelearon de igual a igual en cada metro del campo. Confrontando sin prejuicios. Articulando hombría para resistir y coraje para avanzar. Sí, con cierta precariedad por momentos, pero con la determinación necesaria para superar los diferentes escollos. Cualidades que convirtieron al conjunto de Pizzi en un equipo duro. Muy complicado como rival por su mixtura de experiencia y osadía. Y que mostró destellos de que en algún momento puede jugar bien. Y sorprender. Como lo hizo en la combinación que pergeñaron tras recuperar una pelota por la presión que ejercen en el medio. Lombardi robó, asistió a Medina, el atacante metió un centro preciso a la cabeza de Castillejos, quien con inteligencia se la bajó a Rivarola. Y Pirulo metió un zurdazo que devolvió el caño izquierdo del arco tripero.

Pizzi dijo después que imagina los partidos desde la chance de plasmar la superioridad, que no los supone tan cerrados como el de ayer, “pero estamos trabajando para lograr lo que imaginamos”, dijo el entrenador.
La imaginación en definitiva es el origen de los hechos, y hasta ahora los canallas imaginaron ganar, y la realidad indica que pensaron bien. Falta mucho aún, pero no hay dudas que comenzaron a reencontrarse con sensaciones que parecían perdidas, como la tranquilidad de ganar y la satisfacción de que el camino elegido hasta ahora otorga buenos dividendos.