Newell's necesita dirigentes. Desde hace tiempo que no puede sostener en el tiempo un equilibrio institucional ni conformar equipos amplios y consistentes de gestión. Si paradójicamente en uno de los tantos momentos de zozobra que atravesó la entidad, la solución y el ordenamiento provino desde lo deportivo con el ciclo de Gerardo Martino como entrenador, cuando la lógica impone lo contrario. Pero la entidad del Parque desde hace mucho tiempo que está pupila de administraciones que distan de lo normal. Ni hablar de la actual comisión directiva, donde sus integrantes compiten entre ellos para hacer cada día más desopilante la realidad política. Como si no les importara pagar esos costos de improvisación en la cancha.
Reincidentes
La peor falencia que exhibe con impudicia la actual comisión directiva es la carencia de sentido común. Que contrarreloj pugnó por disimular en la última asamblea con una prolijidad organizativa atípica, pero donde de forma inconcebible no defendió un balance desde la corrección, precisión y transparencia sino a partir del temor desde una eventual sanción deportiva como consecuencia posible por la no aprobación del ejercicio.
A pocos días de la aplastante reprobación de los socios, lejos de incorporar la necesidad de corregir rápido esa documentación contable, desata una vez más una nueva tormenta entre los denominados directivos que pugnan por el poder, como si alguno fuera acaso la solución al problema que ellos mismos representan.
Es cierto que Eduardo Bermúdez como presidente tiene mayor responsabilidad, por acción y omisión, pero también la tienen los demás. Ni hablar de aquellos que manipularon la tesorería rojinegra, a tal punto que debieron ser intervenidos de hecho por orden judicial no sólo "por su precariedad técnica sino también por la imprevisibilidad de sus actos", tal como lo definieron hace poco tiempo en un cónclave desarrollado en tribunales.
Y como si esto fuera poco, otros dirigentes actúan en tándem para esmerilar la permanencia del máximo dirigente, llevando incluso al propio Juan Matías a cometer el exabrupto de decirlo públicamente, y asegurar que él se siente capaz para ser el nuevo presidente como si se tratara de Winston Churchill, cuando en dos años aún no pudo demostrar ser buen vicepresidente.
Lo que no entienden o no quieren comprender es que ellos, al igual que Bermúdez, son componentes del mismo problema. Y sin la más mínima credibilidad, algo que insólitamente no registran, por eso quieren hacerle creer a la masa societaria que si sacan al presidente ellos se convertirán por arte de magia en grandes directivos.
A esta cruzada también se suman funcionalmente algunos opositores, que en el afán por dejar en evidencia las falencias del actual presidente militan la crítica (por razones políticas o personales) y le hacen el juego al otro sector del oficialismo, ese mismo que en vez de encarar las soluciones urgentes que precisa la entidad se dedica a jugar a la interna ofreciéndose como una opción a sí mismos.
La formalmente denominada comisión directiva en sus múltiples partes especula una y otra vez con que el juez Fabián Bellizia resuelva la crisis política interna, para así poder estacionar sus intereses. Sin embargo eso es algo que el magistrado nunca hará y que fue explícito en la comunicación que mantuvo oportunamente con los propios directivos, quienes ahora deberían intentar encontrar un método que les permita llegar al final del mandato de una forma menos deshonrosa.
Una oposición disgregada
En simultáneo la oposición en sus entrañas también luce impotente, dividida, y débil por ineficacia propia al no poder contrarrestar con un plan de acción alternativo el desastre manifiesto. Entonces todo se reduce a un diagnóstico, lo más simple de esbozar.
Y así como el fragmentado oficialismo debería trabajar en la solución de los problemas y no en discutir de manera pueril el poder, la oposición tendría que trabajar para edificar el qué hacer en un futuro y fundamentalmente el cómo. Preguntas que hoy se hacen hastiados muchos socios e hinchas, quienes necesitan esas respuestas para anclar la esperanza.
Sabido es que la retórica no resuelve el conflicto. Porque aunque el rechazo impuesto por mayoría al balance haya sido interpretado como una victoria política, en el fondo se trató de un acto espontáneo sobre el final de una asamblea, porque en la previa algunos de los referentes críticos vacilaban entre la abstención y la aprobación.
Es decir que no había una unidad monolítica opositora. Y no la hay ahora. Por eso también mientras siguen controlando a la actual gestión deben también forjar plataformas de gobierno, con equipos formados para acceder a la conducción cuando Bermúdez y sus extraños compañeros de mesa directiva culminen su mandato. Algo que harán siempre y cuando puedan controlar sus demonios.
¿Entonces cómo está Newell's? Mal. Sin una representación política lúcida en la conducción sigue impávido su camino errante donde ni siquiera su condición de club judicializado le permite proyectar un destino menos conflictivo. Por eso sería saludable que empiecen a hacer las cosas como la gente.