El asunto de esta columna se ha señalado varias veces, pero no se agota. De hecho, sorprende que el paso del tiempo no lo mejore. Ayer, de nuevo y en el marco de la serie de test matches que se inició entre Argentina y Gran Bretaña en Rosario, quedó en evidencia: la dirigencia del hockey no está a la altura de todo lo que generan sus seleccionados. Porque mientras se discuten nimiedades tales como permitir o no que se saque una foto, que las jugadoras estén cerca de la gente o directamente se restrinja la posibilidad de verlas jugar amistosos de nivel internacional, como sucedió hace algunos días en Buenos Aires, el resto crece. Si Las Leonas son un equipo que genera entusiasmo, expectativas, por el cual el público paga una entrada, ¿por qué no aprovecharlo y dejarlo bien parado? En Rosario, el nuevo papelón puede enmarcarse en el trato a la prensa. En la semana previa a estos encuentros no hubo celular que haya descansado. Los dirigentes de la Confederación Argentina de Hockey (CAH) y de la Asociación del Litoral (AHL, responsables de estos matches) resaltaron una y otra vez la necesidad de que se "diera una mano en la difusión", porque así lo necesitaban. No es nuevo, repetidas veces se escucha el discurso de "apoyemos al hockey", "cuidemos a nuestro deporte". Ayer la prensa no tenía dónde apoyar ni siquiera un cuaderno o una computadora. Se la mandó atrás de un arco, al rayo del sol, detrás de los alambrados y carteles publicitarios, al ras del piso donde es imposible seguir el partido al detalle. No había sillas (se colocaron, ante el reclamo, unas que luego se retiraron porque nadie se sentó). A la prensa la mandaron allí, como si estuviese mendigando algo. Vale aclarar: la cobertura de determinado encuentro la marca su carácter de noticiabilidad y el hecho de que lo protagonicen dos equipos fantásticos, como son Las Leonas y Gran Bretaña. No un llamado particular de un dirigente que se eleva a los altares durante los días que dura una serie como esta. Pero sí llama la atención el desprecio hacia la labor de aquellos, que en muchos casos, colaboran con la difusión hasta poniendo plata de su propio bolsillo porque el medio para el que trabajan es autogestionado o llega a cubrir pocos gastos. La sensación que flota, de ese trato horrible, como es no asignar un lugar para trabajar en óptimas condiciones, es que el periodista es el mal del hockey. ¿Realmente lo son aquellos que viajan cientos de kilómetros para cubrirlo? ¿Los son los otros que aún en la misma ciudad viajan dos horas en transporte público para llegar al Mundialista? ¿Lo son quienes tienen la espalda de una empresa que puede subvencionarlos? Es raro. ¿Qué pensarán los británicos que vinieron siguiendo a su selección? Justo ellos, que se están preparando para recibir al mundo, en su mundial, en julio. Y están felices por poder hacerlo. Se equivoca la CAH y se equivoca la AHL con estas cosas. Ya ni siquiera, aún en tiempos de conectividad suprema, se solicita una sala de prensa en la que funcione bien el wifi o se disponga de un enchufe (resignación absoluta), sino mínimamente se requiere un espacio para apoyar un cuaderno, una computadora, o simplemente estar sentados en jornadas en las que el calor agobia. Y se equivocan en creer que el periodista se quiere quedar con algo que no le corresponde. El periodista está ahí para ver, contar e indagar si hace falta, poner en evidencia. Aunque quizás radique ahí el problema, cuando alguno ponga luz sobre lo que a ellos no les interesa, será un enemigo. Así las cosas, con Las Leonas rompiéndose el alma para volver a ser las mejores del mundo y la dirigencia enfocada en las nimiedades. Jerarquía diametralmente opuesta. Es una pena que no sepan sacar provecho de eso, aprender de otros deportes que con tanto menos resultados tienen engolosinados al público y a los mejores sponsors.