Hace tiempo que Angel Di María no se parece al de viejos tiempos. Su presente en la selección hace que se extrañe aquellos buenos y grandes momentos de desequilibrio por la banda izquierda. Las lesiones fueron gran parte responsables de esa ilusión sin final que venía sembrando. Pero anoche Fideo entregó una carta de invitación para creer que su vigencia está intacta. Argentina volcó todo su juego por esa banda. Quizá porque Lamela del otro lado deambuló, pero básicamente porque encontró en cada una de sus intervenciones una llave más que apropiada.
Después de un regreso poco feliz el jueves último jueves en Mendoza, donde pesó poco, Di María volvió a destacarse en una selección que no brilló. Esos primeros 45 minutos en los que el equipo de Bauza no encontrara la llave desde lo colectivo, el zurdo rosarino le metió un arresto individual importante. Desbordó en varias ocasiones y habilitó a Pratto en dos, lo que lo hizo uno de los jugadores más importantes.
En el segundo tiempo mereció el gol sin dudas. Por su intermedio el arquero Hernández de a poco fue agigantando su figura. Se complementó bastante bien con Banega, pero lo más positivo fue que, aunque de a ratos, se encontró con ese pique corto, desequilibrante, que tanto lo caracteriza.
Metió dos bombazos al arco pero el arquero venezolano le impidió ese grito de gol que le hubiera venido como anillo al dedo para redondear lo que fue una buena noche en lo individual.
En Mendoza decidió cambiar la camiseta 7 por la 11, quizás buscando ese cambio de racha que lo viene persiguiendo para las definiciones importantes. Y anoche pareció volver a ser el que fue, jugando además dos partidos intensos (en el primero fue sustituido al final), con viajes incluidos, en menos de 5 días. Otra buena señal.
Banega, correcto en la vuelta
Fue una de las figuras en la última Copa América, pero con el cambio de ciclo quedó afuera del equipo en la primera oportunidad. La ausencia de Messi y la expulsión de Dybala le abrieron la puerta en Mérida y se puede decir que Ever Banega cumplió. No se sintió cómodo en la función que le encomendó Bauza, pero se fue afianzando. Correcto lo del otro rosarino en cancha.
No aprendió de sus errores
Rojo venía de ser expulsado infantilmente en la final de la Copa América pero no aprendió. Volvió ayer, fue amonestado y se hizo el guapo con González. Mascherano lo separó y le evitó otra roja.