Más de 4.000 días (4.248 para ser exactos) serán los que habrán separado a César Delgado desde el momento en que vistió la camiseta de Central por última vez a su vuelta mañana ante Tigre, que saltará al Gigante como titular (ante Racing estuvo en el banco pero no ingresó). Quien intente soslayar la presencia del Chelito en Arroyito tal vez incurra en un error. Después, su rendimiento, si la rompe o pasa inadvertido, si convierte, asiste o ni siquiera participa en alguna jugada de riesgo, serán imponderables que irán de la mano con la impronta misma del fútbol.
El Chelito volverá a moverse en el Gigante y eso es lo que cuenta. Puede hacerlo en el nivel con el que se despidió aquel 6 de julio de 2003, cuando el Canalla vapuleó a Boca (presentó un equipo juvenil) con un hiriente 7 a 2, en el que Luciano Figueroa anotó cinco tantos, con Miguel Angel Russo como DT. Seguramente no será el mismo. Es que él mismo se autodefine hoy como un jugador "más pensante". Y es él quien recarga tintas sobre la vuelta a su casa. "Va a ser una sensación hermosa", tiró.
Aquel 6 de julio de hace casi 12 años era su última presentación en el Gigante. Anotó el primer gol del partido (a los 9'). Por supuesto, con el correr de los minutos se transformó en el gran asistidor de Lucho Figueroa. Para Ovación, el "8" que se le otorgó en el rendimiento individual estuvo bien ganado. Como era de esperar, se acordaba a la perfección de su último partido con la camiseta canalla.
"Me imagino un Gigante a pleno, como siempre. En lo personal estoy con la alegría de poder pisarlo nuevamente. Va a ser una sensación hermosa", ratificó el Chelito, a quien la mesura lo tomó como un fiel amigo. Es que anhela poder realizar un buen partido, pero centra toda su atención en que "el equipo pueda jugar bien y ganar, que es lo más importante".
Hasta aquí el contacto fue mínimo con la gente. Al menos con la muchedumbre apostada en las tribunas. Porque llegó a la ciudad el día en que Central jugaba su segundo partido amistoso de pretemporada, ante Defensores de Villa Ramallo, en el Gigante (siguió el encuentro desde un palco) y después hizo su presentación en sociedad, pero con jeans, aunque sí con la camiseta. Fue en el amistoso frente a Montevideo Wanderers, en el que sólo recorrió unos 30 metros del campo de juego para levantar los brazos, saludar y volver rápidamente al vestuario. Lo de Racing ya tuvo más adrenalina, pero no sólo no jugó, sino que fue de visitante.
Esta vez la cosa será distinta. Los hinchas tendrán su momento para volver a verlo e irá por el desafío de que el paso del tiempo quede simplemente en un dato estrictamente numérico. Porque en realidad fueron muchos años los que pasaron. Y, sobre todo, una catarata de retornos truncos. Generalmente en los que se habló más de lo que la realidad, tanto de Central como la suya, podían invitar a soñar con un reencuentro. Hace seis meses se intentó pero adujo cuestiones personales. Ahora se dio. Incluso habiéndose comprometido a volver en junio. Pero también situaciones familiares resultaron determinantes. Y el momento llegó.
Salvo algún imponderable, mañana ingresará al Gigante como uno más. Como aquel jugador que se fue prometiendo hacer una extensa carrera en el exterior (lo hizo) pero también algún día volver. Mañana será ese día.