Si es cierto eso de que “goles son amores”, Central firmó los trámites de divorcio con todos los centrodelanteros que tenía, y que eran nada menos que tres. Todo ese potencial con el que el canalla contaba en la ofensiva es parte del pasado y ahora el Kily González está obligado a encontrar alternativas potables, siempre con una estructura detrás que sostenga. Hasta hace poco más de un mes Central tenía en sus filas a Marco Ruben, Sebastián Ribas y Claudio Riaño. Entre los tres convirtieron 12 goles en toda la temporada (5 de Marco, 4 del uruguayo y 3 del cordobés). Hoy ninguno está en condiciones de vestir la 9 canalla por la sencilla razón de que dejaron de pertenecer al club. Por eso, la muñeca del Kily se moverá entre la confianza a Lucas Gamba, la apuesta de los pibes que subieron de la reserva (Ignacio Russo y Luca Martínez Dupuy) y la necesidad de salir en busca de algún nombre que pueda llegar como refuerzo. De lo que no hay dudas es que este Central, al que en el último tiempo no le fue sencillo exponer su poder de fuego ahora está en medio de una encrucijada y/o desafío.
Diego Cocca seguramente pudo exprimirlos aún más a los atacantes con los que contó, aunque eso sea parte de otro tipo de análisis o discusión, pero lo que sí está claro es que material siempre tuvo para echar mano, más aún cuando retornó Ruben.
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Ribas marcó cuatro goles con la camiseta de Central. No está dentro del proyecto del Kily.
Gustavo De Los Ríos / La Capital
Ahora el panorama es diametralmente opuesto. El inicio de los trabajos del primer equipo, aun desconociendo cuándo retornará la actividad oficial, es con otro tipo de estructura, sin dudas más endeble en lo que hace a la ofensiva. Porque esos 12 goles del ciclo anterior ya no están y habrá que reemplazarlos.
Claro que en el medio hubo un contexto imposible de desconocer. Porque en el largo parate por la pandemia Central se vio en la obligación de acomodar los números del plantel y la primera opción fue no renovarle a ninguno de los delanteros que estaban a préstamo. Por eso las partidas en simultáneo de Ribas y de Riaño, dos futbolistas en los que en su momento Cocca depositó cierta confianza.
Pero claro, la jugada de ajedrez que en su momento se pergeñó contemplaba la apuesta de la continuidad de un referente como Ruben. Claramente fue lo que no sucedió y lo que hizo que frente a esa apuesta el tiro saliera por la culata. El “no” de Marco puso un manto de orfandad extrema en relación a un puesto neurálgico en un equipo como lo es el del centrodelantero. Ya a esta altura resulta relativo el malestar, enojo, decepción o cualquier otro calificativo que se le pueda poner a la decisión de quien era sin dudas el máximo referente del equipo, pero lo cierto es que esa respuesta generó una complicación.
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Se desconoce todavía cuál será el principal camino a recorrer frente a tal situación, pero es un tema que ameritará un accionar determinado. Dentro de ese accionar podría haber unas cuantas alternativas. Una incluiría la búsqueda de un refuerzo (en su momento se analizaron nombres como los de Cristian Tarragona y Mateo Retegui); otra la apuesta de lograr que Gamba pueda desempeñar esa función; la tercera, amontonar todas las fichas que se tengan en la mano para jugar un pleno por alguno de los pibes que hasta hace meses nomás fueron titulares en el equipo de reserva de Cristian González. Hoy ese mismo Kily es quien tomó las riendas del primer equipo y es una ventaja conocer a Russo y a Martínez Dupuy mucho mejor que nadie, pero jamás dejaría de ser una verdadera apuesta.
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Riaño jugó bastante en el inicio del ciclo de Cocca. También se fue de Central.
Marcelo Bustamante / La Capital
Se habló de que dependerá del armado del nuevo torneo (especialmente si hay clásico, algo que fue desmentido en su momento por la dirigencia) si el club va en busca de un refuerzo, pero más allá de lo que ocurra y de las decisiones que se tomen, el Kily, quien imaginó seguramente otra cosa, arrancó con los trabajos en campo sin ninguno de esos tres delanteros (con 12 goles como antecedente) que estuvieron a disposición de Cocca. Quizá al flamante entrenador no le genere un dolor de cabeza, pero suena raro pensar que debe sentir lo que sucedió como una complicación.
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