Es increíble el poder que pueden llegar a tener los dos clubes más importantes de Rosario cuando convergen en un interés social transformador. Esos propósitos que son muy difíciles de alcanzar porque se trata de cambios culturales que asoman como quimeras en una sociedad en la que predomina el idioma de la confrontación. Y que se potencia cuando el hecho se vincula a un fútbol atravesado por lo económico.
Pero pese al contexto, Rosario Central y Newell's se sumaron sin dudar a un proyecto que surgió en 2012 desde la Dirección de Deporte Federado en pos de recuperar la esencia lúdica en el fútbol infantil. Fomentando la participación de todos los niños. Y tratar de bajar las enormes presiones a las que muchos padres e improvisados técnicos someten y contaminan a los chicos.
La implementación contó con la colaboración de la Asociación Rosarina, que accedió a implementar los cambios propuestos para que los niños jueguen a la pelota con el sólo afán de divertirse, recrearse, dejando para más adelante una formación futbolística más ajustada y las exigencias de la competencia.
Llegar a los predios donde los más bajitos de Newell's y Central juegan a la pelota y encontrarse con un cartel bien visible, con un mensaje impregnado de sentido común, para los padres y familiares de los chicos, es un oasis de sensatez entre tanta locura sistemática y cotidiana.
Haber parado la pelota para proteger a los niños y buscar la forma de respetarles su derecho a jugar debe trascender a manera de ejemplo, porque constituye una herramienta determinante para reducir esas repetidas y tristes imágenes configuradas por padres agarrados al alambrado perimetral de la cancha gritándoles a sus hijos con furia y desmesura. Impulsados más por el propio interés de que ese chico se convierta en la tabla de salvación económica para la familia y omitiendo el sano deseo de su hijo de jugar solamente a la pelota con compañeros y amigos.
Como así ciertas actitudes competitivas de los eventuales técnicos, que en su afán por trascender o ganar llenan de exigencias a los chicos generando un clima de presión que atenta contra el espíritu lúdico y suprime la capacidad creativa.
Intentar modificar este escenario donde los chicos padecen a corta edad la frustración por no poder cumplir con las exigencias de aquellos adultos descarnados es una saludable decisión conjunta de los diferentes sectores intervinientes, en el que los dirigentes y entrenadores de cada club que llevan adelante este proyecto son vitales por su toma de conciencia y puesta en práctica.
Por supuesto que queda mucho por hacer al respecto, porque hay todavía otras ligas y clubes que optaron por no adherirse y mantienen vigente ese modelo competitivo que excluye a niños de 6 o 7 años que no se encuadran entre los requisitos pretendidos, como si a esa edad se pudiera proyectar a la próxima estrella del fútbol mundial.
Alguien contemporáneo a quien esto escribe puede aludir que en aquella época se competía en el baby y no había tantos problemas como en la actualidad, pero lo cierto es que la sociedad cambió. Tanto que hoy es fundamental corregir o subsanar pautas de comportamiento a temprana edad para evitar problemas mayúsculos. Y en esta tarea es decisivo el compromiso de aquellos clubes masivos, como Central y Newell's. Por eso esta buena noticia de verlos juntos cuidando a sus niños.