Es martes. El clima está denso y la humedad se hace sentir. Hay sol. Entonces todo el alrededor reluce. Relucen las carencias, las ausencias, la religión materializada en la figura de una cruz, en la capilla de una virgen. La tierra, seca, se levanta hasta meterse en los ojos y en los oídos. Son los alrededores de la cárcel de San Martín, en José León Suárez. La barrera que da acceso al entremuros se eleva una y otra vez, en sucesivo. Es por los autos de Las Leonas, que llegan solas, de a dos, de a tres. El recorrido hasta la unidad 48, donde se encuentran los presos de máxima seguridad, es largo y la crudeza pega contra los parabrisas. En minutos más todos esos autos estarán estacionados. Y las chicas sentadas en un cordón en la puerta que les permitirá el ingreso a la cancha de rugby de Los Espartanos, el equipo de rugby de los internos del penal que se hicieron conocidos justamente porque resulta exótico que a alguien se le haya ocurrido darles otra oportunidad. Un guardia controla minuciosamente cada DNI: jugadoras, cuerpo técnico e invitados. Nadie entra sin previa supervisión. Es un día distinto en la vida de Las Leonas.
El recibimiento es tímido. Los presos de la unidad 48 las miran de lejos, varios ya dispuestos sobre la cancha de césped sintético que ellos mismos hicieron luego de jugar mucho tiempo sobre la tierra pedregosa. Ellas no saben muy bien con qué se van a encontrar, pero avanzan. Hace unos días Eduardo "Coco" Oderigo, el abogado penalista y ex jugador del SIC que llevó el rugby a la cárcel y dio origen a Los Espartanos, tomó contacto con el entrenador de Las Leonas, Agustín Corradini, y los invitó a compartir una jornada con los internos. Corradini entendió que esa acción social podía interesarles a sus dirigidas y la puso a disposición del plantel. Una de las referentes manifestó que no debía ser una actividad puesta a la voluntad de cada una, sino que la concebía como una de equipo que, además, les daría el plus de unirlas como grupo.
Próximas a viajar a la Ronda Final de la Liga Mundial a disputarse en Nueva Zelanda (lo hicieron anoche), Las Leonas no pueden darse el lujo de desperdiciar un día de entrenamiento. Entonces hicieron 2x1 y en el marco de la visita a la unidad 48 dispusieron trabajos físicos bajo las órdenes del PF Eduardo Pecci. Todas las chicas del plantel argentino. Más de 120 internos. Arrancan a correr. El cielo está despejado, pero lo dibujan círculos de alambres de púa por encima de los perimetrales.
La cancha resuena como si se acercara una manada de elefantes. Pero la fuerza es humana, de tensión contenida. Los Espartanos quieren ganarles las pasadas a Las Leonas. Las Leonas quieren ganarles las pasadas a Los Espartanos. Los primeros trotes son tranquilos, hasta que se empiezan a mezclar. Y con la aceleración empiezan los desafíos personales: "No te preocupes por mí, soy arquera", tira Florencia Mutio en referencia a que su resistencia no es la misma que la de una jugadora de campo. Pero no afloja. La cordobesa Julieta Jankunas, de sólo 18 años, está remetida: "Fijate lo que es, una nena que no quiere perder en nada", apunta desde un costado de la cancha Walter Conna, el asistente de Corradini.
"¿Qué te pasa, ya vas a pedir agua? ¡Qué poco aguante!", le dice Majo Granatto a uno de Los Espartanos. Agustina Gorzelany pisa el acelerador y se mete en la misma, como Jankunas. Pero hay una a la que nadie va a superar en toda la mañana: Agustina Albertarrio, según Corradini, una de las que está por encima de todas, rompiendo todo test físico posible.
Cuando baja la intensidad de los ejercicios, aflora el diálogo más distendido. Victoria Sauze, Sofía Toccallino, Belén Succi y Delfina Merino van y vuelven sobre las historias de Los Espartanos: preguntan, comentan y hasta se animan con algún consejo. No es falsa modestia, es interés genuino. Se nota en los gestos, en los rostros. Hablan con las miradas. Reconocerán más tarde el impacto de la experiencia. Noel Barrionuevo se sienta en unas tribunas ubicadas en el fondo de la cancha a sacarse el caucho de las zapatillas. Y se quedará un rato más charlando con los Espartanos que decidieron "parar un poco" porque, según dicen, "estas pibas están bien entrenadas".
Después el grupo enorme se dividirá en cuatro, se harán equipos, con nombre y capitanes. Aparecerán las fotos, los bailes y los desafíos con pelota: juegos, tocatas y una demostración de rugby de Los Espartanos a pedido de "la capitana", como llamarán toda la mañana a Belén Succi, quien lleva la cinta en la selección nacional. Y después aparecerá el momento más sensible, el del cruce de sensaciones: "Fíjense. Cuando arrancó la jornada las chicas estaban por un lado, los chicos por el otro. Miren ahora, estamos todos mezclados", dice Coco Oderigo, como buscando la metáfora a la integración.
Succi agradecerá la posibilidad que les dieron de compartir la jornada y Agustín Corradini se pondrá a disposición de quien salga en libertad ("Sepan que aquí tienen a un amigo", dijo tras referirse a las oportunidades que a cada uno le tocan al nacer). Gaby, el capitán de Los Espartanos, pondrá en su boca otro reconocimiento conjunto, la chance de tener una mañana distinta que, dice, "disfrutamos un montón".
Nelly Giscafré, la histórica psicóloga de Las Leonas que volvió hace muy poco a trabajar con el plantel, otorgará un discurso emocionado, sobre valores, oportunidades y la certeza de que esta actividad, al menos para Las Leonas, significó un fortalecimiento de grupo más allá del impacto personal en cada una. Un aplauso cerrado y alguna que otra lágrima bajarán el telón.
"¿Y qué tal? ¿Habías entrado alguna vez a una cárcel? Allá afuera se dicen muchas cosas, muchas cosas malas", comenta Diego, camiseta argentina puesta, a un costado de la cancha. "Gracias por escucharme. Muchas gracias", completa antes de irse con su equipo.
Los Espartanos nacieron en 2009 y desde entonces cada martes es el día más esperado, el de las prácticas a cargo de entrenadores del SIC. El modelo se replicó en casi una veintena de cárceles, en las que también se inició la práctica del rugby. Para muchos, aprender a jugarlo significó no sólo mejorar la calidad de vida adentro del penal. El índice de reincidencia en el delito en la provincia de Buenos Aires es mayor al 60 por ciento. En Los Espartanos, es del 5 por ciento.
Ya pasaron unos minutos del mediodía. Se abren las puertas de ingresos y egresos otra vez. Las Leonas se van bajo la atenta mirada de los últimos que quedan en la cancha. Un guardia devuelve los documentos. Las chicas suben a los autos. Hay silencio. Y sol.