La ausencia de un jugador estrella transformó al correntino en una especie de talismán que responde a las presiones a la altura de las circunstancias. Y deberá hacerlo otra vez mañana, cuando enfrente desde las 11 de la mañana a Souza.
Como si no fuera suficiente con el resultado adverso del primer partido, los fantasmas de Juan Mónaco, quien no fue convocado por bajo rendimiento, hicieron su parte para que la primera jornada resultara aún más cuesta arriba.
El rumoreo, las conversaciones por lo bajo y las comparaciones, que siempre favorecen al que no está, fueron moneda corriente entre el final de un partido y el comienzo del otro. Se percibía e incomodaba ese clima que sólo sería disipado con una victoria de Mayer.
Y entonces apareció el correntino. “Ta fea la cosa”, arranca el chamamé “Adentro del Pozo”, que pareció caerle como anillo al dedo al segundo partido. “Corrientes te va a ayudar”, se inicia el estribillo. Leo, oriundo de la República de Corrientes, ya lo puso en práctica en septiembre en Estados Unidos y volvió a hacerlo ayer.
Torció un arranque adverso, quebró dos veces seguidas para ganar el primer set, se impuso con autoridad en el segundo, perdió fácil el tercero y ganó el partido in extremis en el cuarto cuando ya asomaba implacable un nuevo adversario: la oscuridad. La espera por la igualdad en la serie fue de poco más de dos horas y media.
Buenos y potentes servicios en momentos clave, un enorme coraje para arriesgar en situaciones complejas y un temple imperturbable, fueron los principales aliados del número uno de Argentina. Una antítesis del partido anterior.
Precisamente, en el inicio del día, casi como una especie de maldición que caía sobre el coqueto y flamante estadio de Tecnópolis, Berlocq y Souza jugaron un partido horrible. Con errores llamativos para deportistas que ostentan clasificaciones entre los 100 primeros del mundo.
En medio de la batalla, con balas de fogueo, pero batalla al fin, Souza, que por primera vez en su carrera disputó un encuentro a cinco sets, fue quien mejor entendió cómo debía jugarse, o corregirse, un duelo que se fue descomponiendo con el desarrollo.
En el muestreo gratuito de errores y algunos horrores, el número uno de Brasil supo quedarse con la victoria psicológica antes de hacerlo con el partido.
El resultado no es bueno para Argentina, que muy probablemente se vea obligada mañana a ganar los dos singles que restan para tener un lugar en los cuartos de final.
Dando casi por hecho que Brasil ganará el dobles (sería fantástico equivocarse), la proyección se traslada a la última jornada casi salteando el partido de hoy.
A las 11 de mañana, el Yacaré Mayer enfrentará a Souza y si todo es como se muestra, no debería tener mayores conflictos para ganar el primer punto del domingo.
El problema es el último punto. ¿Jugará Berlocq, o el capitán Daniel Orsanic se inclinará por Federico Delbonis? En ese caso, ¿aseguraría Delbonis las reservas anímicas mínimas para afrontar un choque decisivo con Bellucci?
Si no es así, ¿está en condiciones físicas Charly Berlocq de afrontar como mínimo un par de horas de juego tras las cinco que debió jugar ayer?
Muchas preguntas y ninguna respuesta para un match de Copa Davis que ni siquiera llegó a la mitad de su recorrido.
El dobles se presenta cuesta arriba
En una serie pareja, el dobles adquiere una dimensión superior a la que ya tiene. Es el partido menos mediático de los cinco que se juegan, tiene poca prensa, pero suele torcer resultados. No obstante, esta vez, su trascendencia no se condice con el equilibrio de fuerzas que suele proponer. La lógica indica que el punto caerá para el lado de los brasileños y si Argentina tiene alguna chance, dependerá seguramente de los jugadores visitantes. Ellos serán los propietarios de casi todas las alternativas que puede ofrecer un choque desigual por dónde se lo mire. Las virtudes y los defectos del desarrollo, todo, debería tenerlos como protagonistas.
Marcelo Melo, número tres del mundo en el ránking de dobles, y Bruno Soares, número doce en ese escalafón, son candidatos excluyentes a llevarse el duelo que arrancará a las 13 (televisa la señal de cable TyC Sports) frente a Federico Delbonis y Diego Schwartzman, una pareja casi principiante en este nivel.
Para que se tenga una idea del nivel de los brasileños, el 2 de febrero de 2013 ellos vencieron en Jacksonville, Estados Unidos, a los hermanos Mike y Bob Bryan, que desde hace años son la mejor pareja del mundo, en cinco sets.
Es cierto que aquello fue en una cancha rápida y bajo techo, pero no es un dato menor, más bien todo lo contrario.
En un intento casi infantil por equiparar fuerzas, se puede hallar en la concurrencia masiva un ítem que puede llegar a perturbar a los brasileños, poco acostumbrados a padecer hostilidades de este tipo. Pero apenas eso, nada que no se minimice hasta desaparecer con un poco de jerarquía.
Será el punto que le pondrá un color determinado al domingo. Sería una buena estrategia empezar a achicar el margen de error para ganar los dos partidos del último día. Todo lo que venga, si viene, será un verdadero regalo sorpresa.
La era Del Potro empezó con una puesta en escena
“Qué placer verte otra vez, nos decimos sin hablar. Hoy todo vuelve a empezar y será lo que ya fue”. Ese es el estribillo de la canción “Antes y después” de Ciro y los Persas. Toda una simbología elegida ayer por el “delpotrismo” para decorar el predio de Tecnópolis.
Llegar al Parque del Bicentenario un par de horas antes del comienzo de la serie sirvió para comprobar en cuerpo y alma que antes que un match de Copa Davis había un operativo clamor o retorno, como se quiera. El beneficiario, obviamente, Juan Martín Del Potro, que acompañó casi permanentemente el desarrollo de los partidos.
“Qué placer verte otra vez”, rezaba una de las banderas ubicadas sobre una de las tribunas laterales, mientras que otra, tres veces más grande y con fotos de la Torre de Tandil en ambas puntas, fue ubicada en uno de los rincones. La inscripción decía: “Me verás volver”. En uno de los extremos había una foto de un festejo típico de Delpo con el puño apretado mirando de costado a su equipo y en el otro la celebración por la obtención de la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos envuelto en la bandera argentina.
“Todo concluye al fin”, parafraseando a Vox Dei. Y eso quedó notoriamente expuesto. Sin vestigios de la era Nalbandian, con algunos rostros distintos y hasta periodistas diferentes en unos pocos casos, con mayores afinidades con los primeros actores en estos tiempos de renovación y cambio. Ese centro de atención, desplazado de lo deportivo, disminuyó la expectativa por el juego.
Mientras los jugadores se debatían en un piso algo irregular al que le faltan horas de tenis para afianzar el polvo de ladrillo, hacerlo más compacto, el morbo sugería que no era ahí adentro donde pasaba lo más importante.
La presencia de Guillermo Coria, por ejemplo, muy cerca de Del Potro y mucho más visible y protagonista que en series anteriores, fue un dato revelador de los cambios de estos tiempos y también un guiño para la Asociación Argentina de Tenis. Afuera de la cancha, un nuevo ciclo asoma imponente y poderoso como la humanidad de su ícono. Adentro de ella, jugadores comunes se esfuerzan para poner a Argentina en cuartos de final, algo que a esta altura parece muchísimo más complicado que lo que se suponía antes de empezar. Todo sea por la vuelta de la estrella.