La Copa Davis tiene héroes y villanos. Y Carlos Berlocq, sin las condiciones de un heroico, se acerca a esa condición. En el tenista de Chascomús se mantiene vive la ilusión del equipo argentino luego de la jornada de apertura de la primera ronda en la que iguala con Italia 1 a 1 en el Polideportivo de Mar del Plata. Es que Charly puso su granito superando a Andreas Seppi por 4/6, 6/0, 6/2 y 6/1, mientras que en segundo turno, Juan Mónaco no pudo torcer a Fabio Fognini, el de mejor actualidad de la serie, y perdió por 7/5, 6/2 y 6/2.
El enfrentamiento entre argentinos e italianos aparece tan parejo como se presagiaba, e incluso con los visitantes con algo más de favoritismo. Fue Berlocq el que sacó otra vez el pecho, para esperar con expectativas el partido de dobles (ver aparte), que marcará un desnivel en la serie.
Como las fieras, Berlocq (44º del ranking mundial) necesitó oler sangre para ir en busca de su presa. Después de quedar a merced de los mejores golpes de Seppi (31º), drives y reveses cruzados que lo desconcertaron y lo dejaron abajo 4/0, se recompuso paulatinamente.
Sin tanta ortodoxia con sus impactos, Berlocq quebró en el sexto game, nada suficiente para alterar un marcador desfavorable. Fue 6/4 para el italiano, pero el rumbo del partido ya se encaminaba para el otro lado.
La virtud de Berlocq fue no resignar ninguna pelota. Metió y metió, desde el fondo. No todas las pelotas que llegaron al otro lado fueron profundas ni lastimaron, pero para un inestable Seppi resultaron fatales.
El italiano erró todo y en ese sentido fue la contracara del león copero argentino. Berlocq varió su juego, se fue a la red, pese a que no siempre subió a tiempo, e insistió sobre el revés de Seppi.
Tan efímero fue el segundo set que se llevó Berlocq por 6/0 que costaba entender cómo había cambiado tanto después de primer parcial.
El coraje de Berlocq no claudicó. Quebró para un 2/0 en el tercer set, con dos reveses paralelos al fondo y una volea exigida. Y volvió a romper el servicio del italiano en el cuarto y en el octavo y último game. Fue un 6/2 inapelable, con un juego sólido, condimentado por algún que otro drop.
Nada se alteró en el último. El primer punto de la serie tenía un amo y señor: Berlocq. Charly empezó con otro quiebre, pegando desde el fondo y viendo que dos pelotas de Seppi se iban largas. Esas fallas del tano fueron continuas. Y decisivas. Tuvo un total de 46 errores no forzados, contra 22 del chascomunense.
Berlocq quebró en el cuarto game y en el quinto, que venía durísimo y estuvo cerca de perder, con un ace. Una muestra de su temperamento brutal.
Tan tremendo como el ritual de romperse la camiseta dos games después, consumado un triunfo de gran valor, concretado por el Charly de la gente, el gladiador de la Davis.
Pico, lejos. Se sabía que Mónaco (40º) debía afrontar el cruce del día que, por antecedentes, era el más desfavorable para los argentinos. Salvo que Pico estuviera acorde a la ocasión. O que Fognini (15º) olvidase por un rato lo bueno de su paso por el circuito internacional. Y si bien Pico dio algunas señales positivas, lo que hizo parejo el set de apertura fue el flojo nivel del reciente octavofinalista en el Abierto de Australia.
Fognini fallo demasiado, pero no alcanzó para que el tandilense se pusiera en ventaja, al desperdiciar un 5/3. Con cuatro games al hilo, el italiano ganó 7/5 y el encuentro se inclinó para el equipo azzurro. Pico ya no tuvo más chances.
La variedad de recursos y la iniciativa las tuvo Fognini. Y Mónaco no fue capaz de sostenerle el ritmo de juego. En la intensidad de los peloteos, el tandilense la terminó tirando afuera. Nunca pudo asumir el protagonismo y lo demuestra que apenas contó con 9 tiros ganadores contra los 36 del europeo.
A Mónaco se le fue el segundo set por 6/2. Y el tercero lo encontró desde el comienzo abajo, sufriendo otro quiebre. Gritos de bronca por malos tiros fueron la muestra elocuente de que Pico no tenía respuestas.
Mónaco se movió de un lado al otro al ritmo del juego de Fognini, perdió el último set por 6/2 y fue un simple partenaire. Una realidad que no se desconocía, aunque existía la esperanza de que el tandilense fuese otro al de andar irregular en el circuito.