Vélez tuvo todo, incluido un penal que desaprovechó el uruguayo Silva, para llevarse la victoria, pero no supo sacarle provecho, y Colón aprovechó su ocasión para llevarse de Liniers un 1 a 1 valioso y justo.
Vélez tuvo todo, incluido un penal que desaprovechó el uruguayo Silva, para llevarse la victoria, pero no supo sacarle provecho, y Colón aprovechó su ocasión para llevarse de Liniers un 1 a 1 valioso y justo.
El partido no tuvo un gran vuelo. Lo mejor, quizá, se vio en la segunda etapa, cuando ambos equipos levantaron su rendimiento y dispusieron de varias situaciones de gol, algo que no había sucedido en la primera parte.
Silva, a los 35’, de cabeza, puso en ventaja a Vélez, mientras que Acosta, a los 34’, del complemento, consiguió el empate definitivo.
La única diferencia en los 45 iniciales fue el gol de Silva, porque ni Vélez ni Colón hicieron lo suficiente para imponerse.
Vélez tuvo la iniciativa más por inercia que por un juego asociado, porque ni Maxi Moralez ni Víctor Zapata lograron prevalecer en el ordenamiento del equipo.
Podría señalarse al minuto 19, como el fin de esa leve superioridad de Vélez. En ese instante Papa debió abandonar la cancha por un golpe en un tobillo y con su salida el conjunto de Gareca perdió al hombre que llevaba la pelota hasta el arco de Pozo.
Entonces llegó el tiempo de Colón: manejó con criterio el balón y utilizó a Lucero para desbordar por izquierda.
Pero como sucediera con Vélez, Colón no tuvo ni profundidad ni ideas para arrimar peligro.
El partido pintaba para el 0 a 0. Pero, a los 35’, Cabrera envió un córner desde la derecha y Silva metió el cabezazo goleador.
Vélez arrancó mejor la segunda mitad. Fue el dueño de la pelota y tuvo chances para liquidarlo. La más clara fue a los 13’, cuando Silva desvió un penal.
Lejos de resignarse, Colón supo aprovechar las distracciones.
El premio para Colón llegó a los 34’. Falló Domínguez y Acosta la metió junto al palo derecho.
Vélez quiso recuperar lo perdido, pero no lo consiguió. Colón aguantó muy bien y se llevó el empate que mereció.
Por Nachi Saieg