Hay un patrón cultural en el país que forja la justificación de los errores propios con los ajenos. "Nos equivocamos, pero ellos más", es una frase sistemática que elude la asunción de responsabilidad para socializarla o proyectarla. O el famoso "lo hacen todos", para así convalidar desde la mínima transgresión hasta la más grave. Patología recurrente en la política que genera mayores consecuencias en la sociedad. Ejemplos abundan en los diferentes ámbitos, tantos que constituye una forma de vida que paradójicamente configura la actual frustración colectiva. Y el fútbol no está exento de esta mala costumbre.
En el fútbol es habitual que la pobreza de uno se haga más llevadera con la carencia del otro, sin comprender que la pobreza no los diferencia entre sí, porque en definitiva ambos son pobres. Cuando esto sucede, el folclore se alimenta con los escasos recursos que poseen o adquieren. Entonces la eventual derrota de uno actúa como nutriente del otro. Los radicalizados celebran más el fracaso del adversario que el éxito de su equipo. Y cuando no hay qué festejar se conforman con que la desgracia del rival sea mayor a la que padece su equipo.
Pero cuando el contexto se rompe porque la precariedad se convierte en estructural para ambos, la derrota propia ya no se puede camuflar con la ajena. Porque lo que empieza a estar en riesgo es la categoría. Y allí lo único que importa se conjuga en primera persona. A excepción de los fanáticos, para quienes el razonamiento siempre fue un gran misterio.
La segunda Superliga concluyó y en su final dejó a los equipos de Rosario en una situación similar, lamentablemente parecida, porque Newell's y Central comenzarán la tercera edición de la competencia en el fondo de la siempre temible escala de los promedios.
Las causas ya son reconocidas por la masa de socios e hinchas de ambos clubes. No sólo coinciden en habitar la zona de los peores guarismos sino que también son conscientes de que el origen de esta problemática está en sus respectivas gestiones dirigenciales, que fracasaron rotundamente en las políticas deportivas que ejecutaron.
Las mismas que generaron además una delicada situación económica en los clubes, porque mientras Central llegó a este presente gastando millones de dólares, Newell's terminó agravando su ya complicado cuadro financiero por ser una entidad judicializada. No es casualidad que ambas conducciones estén pensando en la figura de un fideicomiso para hacerse de los fondos imprescindibles que les permita dotar de jerarquía a sus planteles.
Sería redundante analizar en forma retrospectiva la mala praxis de los directivos que derivaron en esta inconcebible realidad futbolística en la que se encuentran Central y Newell's. En este espacio ya fue reflejado en reiteradas ocasiones, incluso encontrando réplicas más emparentadas con la negación y a la necedad de sus intérpretes. Los mismos que hoy sucumbieron ante contundente escenario de paupérrimas campañas.
Lo que viene
Para poder delinear soluciones a la crisis que supieron generar, lo primero que los dirigentes canallas y rojinegros deben comprender es que son neófitos en fútbol. En otros palabras: no saben. Es por ello que en pos de un mejor porvenir, sus decisiones deben tener un origen en personas que sí entiendan de las necesidades que enfrentan. Porque hasta ahora cuando no se automedicaron, acudieron a directores deportivos que demostraron ser malos médicos.
Además deben aprender que gastar mucho dinero no es sinónimo de calidad. Defensa y Justicia, Unión, Vélez y varios clubes más, constituyeron equipos competitivos con presupuestos acotados.
Cuando se recuerda lo que malgastó Central en tantos zagueros centrales improductivos, o el importe obsceno que desembolsó Newell's por Amoroso, se desemboca en la conclusión de que el dinero que hoy no se tiene es el que se dilapidó.
Alguna vez entrenadores como Gerardo Martino o Miguel Angel Russo coincidieron en que lo más importante en estas circunstancias es la idea. Y es en derredor de esto donde los clubes deben girar para ganar en fortaleza. Porque no hay una única forma de superar la dificultad que el promedio instaura. De hecho Central y Newell's han sabido sortear tormentas similares con estilos diferentes. Y bien podrán hacerlo esta vez si se preparan para lograrlo.
Claro que para ello necesitan tranquilidad, temple e inteligencia. Y un líder que goce de confianza y que también sepa manejar los tiempos. Rol no apto para los actuales dirigentes. Sí para entrenadores y futbolistas con carácter y sapiencia. Porque canallas y leprosos deberán navegar por mares turbulentos, donde evitar naufragar será determinante para llegar al puerto de la permanencia en primera división. En la que ambos clubes merecen estar. Por lo que son y por lo que representan juntos a la par.