Si a cualquier hincha de Central, si al cuerpo técnico y los jugadores, si a los dirigentes y a quien sea ligado a Arroyito, le hubieran dicho que su equipo eliminaba a River Plate ganándole 2 a 0 en la reanudación de la actividad oficial que lo tiene como principal protagonista, y de yapa pasaba a los 8º de final de la Copa Argentina, firmaban donde sea y preparaban el champán para descorchar. Y consumado el acto, está bien que lo hayan hecho, que festejasen y se hayan vuelto de San Juan con el orgullo hinchado. Parecerá desmedido entonces, ante la frialdad de los números, implicar ya desde el vamos que, además de esa alegría que supo conseguir, Coudet se llevó mucha tarea a Rosario. Porque mostró dos realidades que emergieron nítidas. La de un planteo que supo llevar adelante para ganar y la de un increíble desconcierto después de haber llevado el partido a su máxima conveniencia. En fin, aunque la última imagen es la que cuenta, en este caso la primera es la que le dio el empujón para la recta final del año que vino a buscar.