
Martes 21 de Septiembre de 2010
El gol de Figueroa fue un desahogo Gigante. Fue el anzuelo que necesitaba Central para levantar
la cabeza luego un inicio de torneo muy complicado en el Nacional B. En ese toque salvador de Lucho
en el arranque del complemento se resume el cambio de hábito que experimentaron anoche los
auriazules. En esa arremetida se explica tanta angustia, tanta adrenalina, tantas dudas y tanta
euforia contenida en las tribunas. El grito estableció el 1 a 0 sobre la CAI, reinsertó al equipo
en el torneo, le permitió ponerle un cierre a la fatídica serie de local y le dio aire al ciclo de
Merlo que se estaba metiendo en un callejón peligroso.
Fue un triunfo sufrido, trabajado, gestado desde el costado emocional,
que no pudo acercar muchas certezas desde lo futbolístico. Central no jugó bien y comenzó a
trabajar el encuentro recién cuando tomó posesión de la conquista de Figueroa. Fue en el segundo
tiempo cuando lastimó con los espacios que dejaba un rival que se desarmó y no tuvo plan B con el
marcador en contra.
En los primeros 45’ se observó la cara más pobre de Central. El
estadio era una hoguera que clamaba por una victoria, los jugadores parecieron sentir esa presión y
no encontraban respuestas confiables. En un contexto muy chato, ninguno ofrecía ideas para
destrabar el tablero de acción y se repartían demasiados errores.
Central no tenía vuelo ni variantes y mucho menos profundidad. Todo se
perdía en la confusión general y el área rival parecía territorio prohibido. Lo más peligroso
fueron una corrida de Danelón, a los 31’, por el fondo que no encontró receptor. Y una
corajeada de Medina por izquierda, que Burtovoy sacó al córner.
En el entretiempo hubo un lavado de cabeza evidente porque Central salió
distinto. Sin mucha claridad pero con una firme decisión de adelantarse en el campo y de poner en
aprietos a la última línea visitante. No extrañó que a los 2’ Braghieri avisara con un remate
que se fue por arriba. Dos minutos más tarde, Paglialunga se afirmó por derecha se vistió de
asistente de gala y envió un centro que Figueroa transformó en el ansiado tanto de la liberación.
Lucho se sacó la mufa y el Gigante explotó de alegría.
Durante los 15’ posteriores al gol, los canallas mostraron lo
mejor de su repertorio. Zarif era una hormiga obrera en el medio, Medina no se quedaba quieto y
ponía incómodos a sus marcadores, y el resto se enganchaba en la propuesta de leer los espacios que
quedaban para aumentar. El ejemplo fue una entrada de Moya, que se perdió por arriba. Promediando
esa etapa la CAI emparejó con empuje. Central tuvo que retroceder, pasó algún aprieto y Merlo
tardaba con los cambios. En los minutos finales, ya con las variantes como aporte valioso tuvo tres
chances claras para hacer más diferencia. Pero el destino se encaprichó en un 1-0 que fue
suficiente para acomodar a Central de nuevo en el torneo. Más cerca de su objetivo original y de
sus obligaciones.
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