Un porrazo con todas las letras. Podrá buscarse el atenuante de que el rival era River, incluso que el penal (la jugada que rompió el partido) no fue, pero de la misma forma el agravante: a ese River, al que en los partidos del torneo anterior se le plantó con más dignidad, en esta ocasión no le hizo ni sombra. Porque jugar 10 o 15 minutos con cierto aplomo o, en el mejor de los casos, un tiempo como para no sentir vergüenza, no alcanza. Y Central hizo eso anoche en Monumental. Insinuó, intentó, pero no le dio el piné. Por eso la goleada sufrida, por eso la figura de Broun pese a esa diferencia en el marcador, como uno de los puntos más altos del equipo.
Un puñadito de minutos, con algo de buenas intenciones fue Central en la goleada frente a River. Cuando ese veranito se terminó, al equipo del Kily todo se le hizo cuesta arriba, a tal punto que ya en los primeros minutos del complemento debió preocuparse más en que la diferencia no fuera tan abultada antes que ir por la heroica. Es que en ese arranque de descompensación absoluta de parte del canalla, la historia se resolvió en un abrir y cerrar de ojos, con un penal propio de VAR y con la inmediata expulsión de Mazzaco.
Fue esperanzador el cabezazo que Martínez Dupuy metió allá arriba, por sobre la humanidad de Pinola cuando apenas se jugaban unos pocos segundos. ¿Pero? Simple: fue prácticamente la única. Demasiado poco para un equipo que imaginó un ida y vuelta, de oposición seria, pero que terminó viviendo un verdadero dolor de cabeza.
Porque fue suficiente que River comenzara a manejar la pelota como sabe hacerlo para que Central empezara a irse del partido. De manera lenta, pero hacia una dirección determinada, en la que rebeldía fue una materia pendiente.
Y que Broun haya sido un elemento clave en ese primer tiempo que alguien podría tomar como “parejo” explica qué fue Central: un equipo al que las luces nunca le sobraron y que las pocas que tuvo le alumbraron el camino hasta ahí nomás.
Al mismo Borré que erró una volea increíble a los 16’, Ojeda lo dejó libre de marcas a los 36’, en ese córner en el que Mazzaco volvió del tiro de esquina caminando, habilitando a todo el mundo y en el que River empezó a trasladar en los números lo que ya venía insinuando en el juego.
Una pizca de maquillaje fue apenas ese rodillazo de Avila en el segundo palo (41’, tras el córner de Vecchio). Poquito.
La rebeldía que tuvo que demostrar Central y no pudo, debió aparecer antes de ese penal que Rapallini inventó a los 11’ del complemento, porque tras esa fallida decisión se terminó lo que se daba. Zapatazo de Montiel y, para colmo de males, un minuto más tarde llegó la roja directa para Mazzaco.
Cambio de planes. Más que ir en busca de la guapeada, lo que se entendió era que, dos goles abajo, era mejor ordenarse para que el sufrimiento no se transformara en martirio. La sentencia llegó de los pies de De La Cruz (63’).
Las buenas intenciones de un lado, la mala ejecución del otro. Eso fue Central, un equipo al que sus ideas le quedaron demasiado lejos de su fútbol. También de su amor propio y su rebeldía. Todo eso le costó una goleada.
La mejor en la pelota parada brilló por su ausencia
El Kily lo dijo en la previa: su equipo debía mejorar en la pelota parada. Lo que dejó el partido de anoche fue que el canalla empezó a perderlo justamente en un córner. Porque Avila no impidió que Paulo Díaz conectara, Mazzaco no salió a tiempo y Ojeda quedó a remolque de Borré, que fue el que convirtió. Otra vez la pelota parada le jugó una mala pasada y, lógicamente, seguirá siendo una materia pendiente.