Se entremezclan las sensaciones y cuesta afirmarse sobre algunas de ellas. Es imposible independizarse de esa fiesta de los sentidos que desató el pitazo final de Gabriel Favale. Porque se pareció al ritual de sepultar tanto sufrimiento. Un alivio demorado que apareció luego de tardes de maldecir al aire y de llevar pegada como una oblea a la resignación. Para la salud de Central, ya todo forma parte del pasado. Todo quedó encajonado en el archivo de las imágenes que no deben repetirse. Central se mantuvo en la primera división y es lo único que importa. A esta altura ni siquiera causa escalofríos que el equipo haya atravesado por una instancia tan frustrante como disputar la promoción ante Belgrano. Encima, la sorteó como todos esperaban. Con mucha tensión y una bruma de nerviosismo que acompañó cada súplica. Ganó 1 a 0 en Córdoba con el gol de Méndez y definió ayer la serie con un empate 1 a 1.