Lo sacó de la galera. En la última bola de la noche, Central encontró lo que no había podido conseguir durante toda la noche. Fue victoria canalla por 2 a 1 ante Crucero del Norte, en una noche en que los canallas pasaron por todos los estados de ánimo: de la desolación y el desencanto del cierre del primer tiempo, pasando por el desahogo en el gol de Toledo, a los 40 del complemento, hasta llegar a la explosión del final, cuando Federico Carrizo metió un tremendo remate alto, a la salida de un tiro libre indirecto, en el cierre del partido, que se le metió arriba a Chicho Gaona y se convirtió en el triunfo canalla.
Aprobó una prueba de carácter y despejó los fantasmas de partidos pasados. Por todo eso es una victoria importante por donde se la mira. Porque se quedó con los tres puntos, en una noche en que no las tuvo consigo; porque logró sacarle más ventaja a los que vienen atrás, que ahora deberán lidiar con la presión de tener que ganar para no alejarse tanto; y, especialmente, porque logró despejar los nubarrones que asomaban en el horizonte, cuando el empate canalla no llegaba y la desesperación aumentaba, y porque en caso de no poder sumar de a tres se podía convertir en una pesada mochila para el futuro cercano.
Pero una vez dejado atrás, la emoción del final y la locura canalla por épico desenlace del partido, Central extrañó a Central. Jugó uno de los peores partidos de los últimos tiempos, especialmente por la baja producción del complemento, más allá del empuje del final que terminó en el merecido triunfo auriazul ante un rival que lo complicó mucho más de lo esperado.
Central casi nunca encontró el partido. Es que a la falta de claridad y precisión en ataque, le agregó los problemas de manejo en el medio, donde extrañó horrores la salida limpia de Nery Dominguez, y algunas distracciones defensivas, que hicieron que el equipo misionero se quedara con un triunfo exagerado.
El equipo dirigido por Russo avanzó mucho más de lo que atacó; peleó mucho más de lo que jugó el encuentro y por momentos lució desordenado y hasta desorientado en la cancha, especialmente cuando el apuro y los nervios comenzaron a tener un rol preponderante en el complemento.
Fue tan desconcertante por momentos lo del canalla que no pudo ni siquiera aprovechar el inexistente penal que tuvo a su favor, por una supuesta falta a Toledo, en la que el Sapito Encina fusiló a Gaona, pero Chicho tuvo los reflejos de otra época y le contuvo el remate y el rebote.
Sólo Pablo Becker hasta que se le terminó la nafta tuvo ideas y aportó desequilibrio en ataque, el resto sólo contriyureon con fuerza, empuje, pero también mucho barullo.
Los ingresos de Coniglio, pero sobre todo de Federico Carrizo le aportaron un poco de claridad y el empuje que el equipo había perdido por entonces para revertir una historia que venía torcida. Que amagó con torcerse en un par de malas salidas de los del fondo canalla, pero que se critalizó cuando Tambussi empujó al gol cas en el final de la primera etapa, que sólo agregó sorpresa en el Gigante y mayor confusión en los jugadores.
Y cuando parecía que el empuje y el ímpetu canalla no podían con el seguro Gaona, el arquero se quedó clavado en el piso en un tiro libre de Delgado y Toledo sentenció el empate. Lo que vino a partir de ahí fue la búsqueda constante y el frenesí alocado de los canallas que empujaron tanto de afuera como de adentro hasta que encontró en el remate alto y preciso de Carrizo la ventaja que buscó a lo largo del partido. Una ventaja que le dio un premio importantísimo, porque le permitió sumar de a tres después de dos cotejos sin poder hacerlo, lo acerca mucho más al objetivo y permite ampliar la ventaja con el cuarto, que es Sarmiento, que con un partido menos ahora quedó a 15 puntos, con 21 en juego. Todo dicho. La euforia y la locura canalla tapara todo lo otro. Al fin el pueblo canalla merece este desahogo, luego de sufrir y mucho el partido de esta noche.


































