Una semana como pocas. Una vuelta al trabajo de las que no se recuerdan en este mundo hoy mucho más calmo de Rosario Central. La preparación para el partido contra Aldosivi arrancó con un semblante distinto. Ese paso triunfador por San Salvador de Jujuy, desde donde regresó con el ascenso bajo el brazo, es la forma más fácil (en realidad la única) para entender esa distensión en los rostros que se vio en todos y cada uno de los jugadores. El cuerpo técnico tampoco quedó al margen de eso. Notorio desde el momento en que se fueron bajando de sus respectivos automóviles. Palpable en la previa, el durante y el después de la producción fotográfica a la que el grupo se prestó para Ovación (ver suplemento "Central es de primera"). Tres años buscando este momento, bregando por toparse con estos días de relajación suprema.
Con las sillas ya prolijamente ordenadas, los jugadores fueron saliendo de a uno del vestuario. La reportera gráfica de este medio los estaba esperando. Primero fueron las fotos individuales, de las cuales más de uno quiso sortear, entre ellos Jesús Méndez y Germán Rivarola. A esa altura el presidente Norberto Speciale ya se paseaba también por el césped del estadio principal del predio de Arroyo Seco. Llegó la grupal y al trabajo.
La rutina cayó en manos del preparador físico Guillermo Cinquetti. El se fue con todos al gimnasio por espacio de una hora.
En el campo de juego quedaron sólo los colaboradores del cuerpo técnico. Los kinesiólogos Juan Pablo Fiorenza y Eduardo Brienzo charlaban detrás de un arco mientras el Rifle Castellano y Hugo Gottardi, ayudante de campo de Russo, se entretenían jugando mientras recorrían el campo de juego tratando de dejar la pelota lo más cerca posible de las líneas de cualquier arquito que anduviera por allí.
¿Russo? Caminaba de aquí para allá. Observó el campo de juego, que fue resembrado, consultó a Gottardi por algunas manchas amarillentas que habían aparecido. Siempre caminando sin parar. Hasta que entró al vestuario y salió por la puerta principal. Allí encontró a Speciale, que por ese entonces compartía unos mates con los encargados de la seguridad del plantel. Dialogaron un par de minutos, pero rápidamente el presidente se fue del predio.
Tiempo de los trabajos de campo. Sin muchas exigencias. Corridas alrededor de la cancha, pero a buen ritmo, y después de eso la elongación. Salvo los arqueros, que se quedaron un rato más, con un Fatura Broun parado en el corazón del área, recibiendo los centros de Nery Domínguez y tratando de vulnerar la resistencia de Gastón Pezzuti.
Era el final de una nueva jornada de entrenamiento, pero no una más. Ya sin especulaciones en cuanto a números, sin importar si Sarmiento de Junín o algún otro equipo había ganado el fin de semana, sin esas cuentas que durante tanto tiempo cautivaron la atención y hasta martirizaron. Hoy sólo se pueden hacer cuentas de cuántos puntos habría que sumar para lograr el campeonato, el próximo objetivo del grupo.
Esos cuatro partidos que restan estarán enmarcados en la Primera B Nacional. Mental y emocionalmente todos saben que la de ayer fue prácticamente una práctica de primera.